Y llegó el 14 de julio con el sabor agridulce propio de una fiestas que ya finalizan, por una parte la tristeza de no poder empezar mañana otro largo día con un buen y emocionante encierro y por otra parte con el alivio que supone poder dar por fin un descanso a un cuerpo puesto a prueba durante 9 días.
Desde que estuve en Londres una temporada, que me dio por coleccionar toda la publicidad con la que forraban las cabinas rojas de teléfono, no tenía tanto jolgorio encima de mi mesa, tanto tríptico, sobre, papeleta, folletín o como se llame toda esa propaganda. Y a un nos queda las de mayo... la madre del cuto: la cuta.