• martes, 19 de marzo de 2024
  • Actualizado 08:17

Opinión / Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

Para que todo siga igual

Por Carmen Tomás

En marzo del año pasado, Cándido Méndez anunció que dejaba la secretaría general de UGT después de 40 años.

Ayer hacía lo propio Ignacio Fernández Toxo después de ocho años de secretario general de Comisiones Obreras, al anunciar que no se presentará a la reelección en el Congreso que celebrará la formación a finales de junio.

Se podría decir que las cúpulas de los principales sindicatos de este país, los que se supone que tienen más afiliados y delegados, se renuevan, se abren nuevos tiempos y nuevas formas en el mundo sindical. Pero, no lo creo. Desde luego después de observar durante un tiempo al nuevo representante de UGT, se podría decir que nada ha cambiado en UGT.

No sé lo que pasará con el señalado por Toxo y el Consejo para sustituirle. Es Unai Sordo, actual secretario de Comisiones Obreras del País Vasco. Veremos.

Sin embargo, sí se puede hacer un pronóstico y con bastante probabilidades de acertar a la luz de lo que han sido las reivindicaciones de UGT y CC OO en los últimos tiempos, incluso en los últimos días. Durante lo más duro de la crisis económica hay que decir que la irrelevancia de los sindicatos mayoritarios ha sido manifiesta. Sus comportamientos han perdido apoyos a chorros por situarse al margen de la realidad que teníamos encima.

Sus peticiones y cerrazón se han situado fuera de la realidad. Su apoyo, por el contrario, a medidas que han ahondado en la crisis durante los gobiernos de Zapatero fue más que patente.

De ahí su irrelevancia a la hora de vertebrar apoyos en la calle tanto en los Primeros de Mayo como en los distintos paros y huelgas convocados.

Además, es difícil olvidar la participación sangrante de algunos de sus miembros, y ya veremos si como organización, en las tramas de los ERES de Andalucía y los cursos de formación o la implicación de algunos de sus miembros en las tarjetas black que han dinamitado su predicamento en los trabajadores.

Los cambios que se han producido deberían ser algo más que generacionales, pero me temo lo peor. Su gran baza sigue siendo la derogación de la reforma laboral por el papel poco relevante que da a las cúpulas sindicales. Poco les importa comprobar los resultados en términos de empleo.

La impresión es cambiar, acompasar su discurso al siglo XXI y modernizarse para qué. Lo suyo sería aprovechar esta oportunidad para convertirse en unos sindicatos con reivindicaciones que tengan que ver más con la productividad y competitividad y unas relaciones laborales modernas, del siglo XXI.


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