• viernes, 26 de abril de 2024
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Opinión / A mí no me líe

7 de julio, no San Fermín

Por Javier Ancín

Si te da por pensar y preguntarte, y buscas un poco los asuntos para enterarte mejor, qué poco sabemos de las cosas o de cómo fueron las cosas. 

El reloj de la librería de la Calle Estafeta marca los días que faltan para los Sanfermines del 2022.   EFE/Jesús Diges
El reloj de la librería de la Calle Estafeta marca los días que faltan para los Sanfermines del 2022. EFE/Jesús Diges

Otro año que no hay fiestas, las no fiestas de San Fermín. Dos llevamos, con lo mismo algunos te montan una tradición. Por ejemplo, dos fueron las veces que sacaron la gabarra los del Bilbao (sic), en el 83 y en el 84, y parece que es una tradición ancestral que se transmite de generación en generación. 

Qué ochentero es el Bilbao (sic), por cierto. La gabarra es de los 80, su himno es de los 80 y su sede, el palacio de Ibaigane, que será todo lo antiguo que quieras pero que como sede del club lo es solo desde los 80, finales, cuando lo compraron.

Si te da por pensar y preguntarte, y buscas un poco los asuntos para enterarte mejor, qué poco sabemos de las cosas o de cómo fueron las cosas. 

Yo qué sé, por ejemplo, hablando de aglomeraciones sanfermineras, que se supone que es para lo que se suspenden las fiestas, para no favorecer la transmisión del virus, ¿cuántos saben que el mítico festival de música de Woodstock de 1969, que reunió a casi un millón de persona bien apiñadicas, se realizó en mitad de una pandemia mundial de gripe aviar que solo en Estados Unidos se había llevado ya la vida de 100.00 personas y que en el mundo liquidó a dos millones

Poca broma con el tema porque el festival estaba programado para enero pero por la enfermedad que barría el país fue aplazado hasta su definitiva fecha de agosto que ha quedado para la historia. 

El retraso fue más por un problema de logística, los hospitales estaban llenos, que por un problema de miedo entre la población, que no existía. En la prensa yankee las noticias de la gripe eran un suelto que nadie leía y a nadie importaba, bastante tenían con la guerra de Vietnam y con haber llegado a la luna hacía unos meses. 

Allí, en EEUU, no hubo ni mascarillas, ni cierres, ni confinamientos, ni distancias sociales. Ni allí ni en ningún lado. 

Hoy llevamos cuatro millones de fallecidos, la mitad que con aquella flu de Hong Kong, pero para poner el dato en contexto, en 1969 la población mundial era de unos 4.000 millones por los 8.000 de hoy, la mitad también. Qué cosas.

En fin, pero volvamos a los adoquines de Pamplona... o a las losetas, y a las tradicionales no fiestas de San Fermín, con su tradicional no encierro llegado a las 8 de la mañana que nadie corre y alguno pasea, despistado. Su tradicional ausencia de olor de churros de la Mañueta o su silencio de las tradicionales no dianas más allá de ese despertador que lleva sonando sus tradicionales cincuenta y nueve minutos cada vez, desde las siete de la mañana, porque algún vecino cabrón de mi edificio que se ha ido de vacaciones hace una semana y se lo ha dejado encendido. Eso o que se ha muerto, protagonizando un terrorífico relato a lo Stephen King sin saberlo: el cadáver varado en el pasillo o postrado en la cama con el brazo estirado que nunca pudo llegar hasta el aparato para detener el pipipí. 

Mira, chico, yo ya no tengo el cuerpo para pelis de miedo, me piro a la playa, que lo descubra otro. Y eso es todo. 


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7 de julio, no San Fermín