• viernes, 26 de abril de 2024
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Opinión / In foro domestico

¡Ah, Europa!

Por Ángel Luis Fortún Moral

¡Ah, Europa! Tan reconocida cuna de la civilización, de los derechos humanos y del patrimonio espiritual y moral de la humanidad.

Tan soñado refugio seguro de quienes huyen. Tan ensalzada como excelso paraíso. Europa, una vez más, cae en su tragedia.

Al trato a los refugiados, que como digno sólo ha recibido el esfuerzo de un puñado de voluntarias y voluntarios, le vamos a colocar como guinda un acuerdo con Turquía para que contenga la avalancha humana que huye de los avisperos de Oriente Próximo. Y hasta la próxima. Porque habrá una próxima costa a la que llegará la masa.

Nos rasgamos las vestiduras apelando a una histórica dignidad europea, cuando en realidad, la historia demuestra que han sido precisamente las tragedias y el fracaso los elementos que impulsan el deseo de construir una Europa civilizada. Nuestros propios demonios han sido el resorte para tratar de construir un futuro mejor.

Al parecer hemos olvidado, mejor dicho, ni tan siquiera queremos conocer con suficiente certidumbre las masacres que, hace tan solo veinte años, ¡sólo veinte años!, asolaron los Balcanes. Centenares de miles de mujeres y niñas violadas. Decenas de miles masacradas y enterradas en fosas comunes durante la dorada década de los 90.

La década de Maastricht, cuando se trabajaba en una Constitución europea y se asentaban las bases de un periodo de crecimiento económico espectacular. Una construcción ficticia, impuesta de espaldas a una realidad en la que, a doscientos kilómetros de la frontera italiana y trescientos de la frontera austriaca, se masacraba a la población civil por su origen racial.

Hace sólo 15 años, en agosto de 2001 Macedonia sufrió el desplazamiento de hasta 170.000 refugiados que huían del conflicto que se estaba produciendo al norte del país, una revuelta militar albanesa echaba de sus casas a la población no albanesa.

Se quiere blindar Europa. Se dice que con ello la protegemos de males mayores. Sin embargo la historia demuestra, precisamente, que los grandes fracasos siempre han llegado por la obsesión de los países y regiones por sus intereses particulares. Por el contrario, Europa ha avanzado cada vez que ha triunfado el empeño común para desarrollarse como generoso referente universal de democracia y derechos.

En 1946, un año después de terminada la guerra, Winston Churchill proclamaba uno de los discursos que se consideran referente de la actual construcción europea: “Si Europa se uniera, compartiendo su herencia común, la felicidad, prosperidad y la gloria que disfrutarían sus tres o cuatrocientos millones de habitantes no tendría límites. (…) Todo lo que se necesita es el propósito de cientos de millones de hombres y mujeres de hacer el bien, en lugar de hacer el mal, y obtener como recompensa bendiciones, en lugar de maldiciones”.


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¡Ah, Europa!