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Blog / Capital de tercer orden

La desgracia de nacer en Rentería

Por Eduardo Laporte

Los detenidos tras los altercados del sábado llegaron desde esa localidad guipuzcoana a ejecutar su juliganismo macerado en aberchalismo posmoderno.

Violencia callejera en Pamplona tras una manifestación convocada por la izquierda abertzale llamando a la _autodefensa ante la represión_. MIGUEL OSÉS_1
Violencia callejera en Pamplona tras la manifestación abertzale del sábado pasado. MIGUEL OSÉS

Casi a la misma hora en que Pamplona volvía a ser un territorio comanche en manos de unos redivivos jarraitxus, Javier Ancín me comentaba, en la tranquilidad algo nihilista de Madrid, que en los movidos noventa gustaba de ponerse a ver, como un abonado a los toros en barrera, los combates callejeros. Antidisturbios por un lado, borrokas por otro, pelotas de goma persiguiendo cuerpos, porrazos en la espalda, ladrillos en el escudo.

En los años previos a las incursiones de fin de semana por el Casco Viejo, también veía desde mi ventana la rutina de la violencia: la oficina de Bankinter del paseo de Sarasate, cercana al Caso Paco, era un blanco fácil, reincidente. Luego caían las cabinas de teléfono en lluvia de cristales rotos —abundantes aún hace 25 años— y los contenedores se envolvían en llamas. Impactaba la imagen de esos robocops con lanzapelotas que se apostaban en lo que hasta entonces era una inocente óptica, la óptica Javier Alforja, para lanzar sus proyectiles o repeler a los guerrilleros urbanos. Había incluso algo bello en la ruptura del orden burgués.

De niño me costaba entender esas jaranas de sábado noche y de mayor me sigue costando, aunque quizá la cosa venga, simplemente, por un deseo de rock n’ roll en una existencia plana y sin alicientes.

Habla Viktor Frankl en ‘El hombre en busca del sentido’ del peligro de la homeostasis, que es un término de la biología que viene a significa ‘estado sin tensiones, equilibrio’.

«Lo que el hombre realmente necesita no es vivir sin tensiones, sino esforzarse y luchar por una meta que le merezca la pena. Lo que precisa no es eliminar la tensión a toda costa, sino sentir la llamada de un sentido potencial que está esperando a que él lo cumpla. Lo que el hombre necesita no es la "homeostasis", sino lo que yo llamo la "noodinámica"», dice en su famoso libro.

Las ciudades de provincias son un peligroso caldo de cultivo para la homeostasis. La cultura del bienestar también ha propiciado una blandenguería de espíritu y zurito que no era la panacea que pensamos. La vida, en general, te tienta hacia ese equilibrio manso, porque hay cierta tendencia a evitar los peligros y a vivir agazapado cual hikikomori, que es un poco cavar nuestra propia tumba. Y luego está la opción opuesta, la de llevar al extremo las virtudes de esa noodinámica y liarse a guantazos sólo para escapar del estado de tedio.

CANALES PARA EL ODIO

Se trata de buscar razones psicológicas al asunto porque las razones políticas que expliquen la violencia de la llamada ‘izquierda abertzale’ dejaron hace mucho tiempo de tener razón de ser, si es que las tuvieron en algún momento, muerto ya el de Ferrol.  

No he leído ‘Patria’ de Aramburu y no sé cuáles son sus diagnósticos sobre la violencia de esos años. Pero sé que trabaja sobre el odio que separa a las familias de la novela. Al final, se trata de eso: odio que culmina en violencia.

Hay algunas violencias que no nacen del odio y sí de la indignación o de la legítima defensa de un territorio, y pondré el ejemplo remoto no contaminado como el de los enfrentamientos entre los guanches canarios y los castellanos. Hubo indígenas que, con tal de no entregarse al invasor, se lanzaron por los encrespados riscos de ese territorio accidentado para acabar así con su vida. ¿De dónde nace el odio? Es la pregunta del millón.

Siempre que he pasado por Rentería, símbolo del desarrollismo industrial desaforado, lúgubre, ramplón y deprimente, podía llegar a entender la génesis del terrorismo. Al entorno duro, se le añadía la lluvia, cierta educación sentimental estrecha y roma del norte, y unos años eitis y naitis donde el fantasma de Iosu Expósito de los Eskorbuto, esto es, el yonkismo puro y duro por los lados más bestias de la margen izquierda eran otra alternativa a la homeostasis.

Con el peaje de la muerte, claro. Fue una de las localidades más castigadas por la violencia y uno de los epicentros del terrorismo etarra. Su alcalde, el socialista Miguel Buen nacido en Zaragoza, fue víctima del constante asedio violento a la sede de su partido, y supongo que tendrá todo un catálogo de historias para no dormir.

Lo complicado de nuestro paso por la vida es nada menos que encontrar sentido a nuestros días. Llenar una mochila de piedras y material pirotécnico puede tener una épica en la Cuba de Batista, pero ahora resulta tan ridícula como extemporánea. Violencia de garrafón, juliganismo de todoacién. La elección del camino equivocado en la lucha contra el sentimiento trágico de la vida.

Quizá tenga que ver con ese horizonte urbano gris como piel de elefante en un zoológico de Belfast. Un horizonte sin horizontes que, en el caso de los tres detenidos por los altercados de Pamplona, de Rentería ellos, se torna más oscuro si cabe desde la cárcel. No debe de ser fácil salir de la yihad vasca, por languideciente que esté, y menos aun cuando se asume como un modelo de vida.

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La desgracia de nacer en Rentería