• martes, 30 de abril de 2024
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SOCIEDAD

Marina, la joven pamplonesa que sufrió un ictus con 17 años: "Siempre puedes salir adelante"

Marina presenta este sábado en Pamplona su libro 'Cuesta abajo y sin frenos. Cómo sobrevivir a un ictus a los 17 años', en el que cuenta su vida a través de anécdotas y con mucho sentido del humor. 

Marina Sacristán, en su silla de ruedas después de sufrir un íctus en 2027 cuando tenía 17 años, junto a sus padres Marta y José Antonio. PABLO LASAOSA
Marina Sacristán, en su silla de ruedas después de sufrir un íctus en 2017 cuando tenía 17 años, junto a sus padres, Marta y José Antonio. PABLO LASAOSA

Marina Sacristán González tiene 24 años, pero cumplirá 25 el próximo diciembre. Recibe a Navarra.com en su casa de Pamplona y en compañía de sus padres: José Antonio Sacristán y Marta González. Contesta a las preguntas desde de la silla de ruedas motorizada, tapada con su manta de Baby Yoda, personaje de la serie de ficción 'The Mandalorian' de la que se declara fan. "Mi padre dice que parezco una abuelita con esta manta", comenta risueña. Pero es su manta favorita y no se la quita. Este sábado, 13 de abril, presenta su primer libro en el Civivox Iturrama, a las 17 horas. Es un canto a la vida y a seguir adelante, una filosofía que Marina y toda su familia llevan por bandera. Sobre todo, desde que sufrieron ese gran revés. Fue un día veraniego, en julio de 2017, cuando Marina sufrió un ictus que la dejo con un 95% de dependencia. Tenía sólo 17 años. 

'Cuesta abajo y sin frenos. Cómo sobrevivir a un ictus a los 17 años' es la historia de una promesa. "Hace unos años, Luisa María Bustamante, la mujer que me cuidaba me dijo que si yo escribía lo que me había pasado, ella daría testimonio de su conversión". Tres años después, las dos han cumplido su promesa. "Me acuerdo de su nombre por David, el cantante", comenta. Hace uso de su humor habitual. 

Aquel día caluroso de julio del 2017, Marina disfrutaba del verano en la piscina. Tenía 17 años y tenía toda la vida por delante. Estudiaba Bachillerato en el colegio Miravalles y soñaba con ser ingeniera. Pero, se desmayó por un ictus en la piscina. Una enfermera que se encontraba cerca le salvó la vida. "Si no, se queda allí", comenta su padre. 

Marina no se acuerda mucho de ese fatídico día en el que sufrió un ictus. "Lo tengo un poco distorsionado", explica. Sus padres, en cambio, lo tienen grabado a fuego en su memoria. Posiblemente, porque fue el peor día de su vida. "Te quieres morir. Pasamos mucho miedo", expresa el padre. Y añade que estos siete años han estado llenos de altibajos: "Estuvo en coma mucho tiempo. Cuando se despertó, nos alegramos mucho. En esos momentos confías en que va a salir adelante. Dices, igual se queda en una silla de ruedas, pero no tetrapléjica". 

Lo cierto es que la madre Marina detalla la cruda realidad con la que se encontraron cuando Marina salió del coma. "Sólo movía los ojos". De ahí que la familia echase mano del ingenio. "Construimos un sistema para comunicarnos a través de apretones de manos", cuenta el padre. Incluso, llegaron a elaborar un abecedario en una tabla. "El hecho de que volviera a hablar fue maravilloso", dice la madre. Y el padre bromea: "Ahora está más callada porque está cansada (se acerca la hora de la cena) pero por las mañanas está muy peleona". Padre e hija comparten una risa cómplice. 

En la casa de los Sacristán González el humor, muchas veces cargado de sarcasmo, hace más llevadero el día a día: "Hemos normalizado bastante la situación", asegura Marina. Le interrumpe su padre: "¡Qué remedio!". 

Siete años después de sufrir el ictus, todos coinciden en que la vida de Marina es "muy ordenada". "Tiene unos horarios muy rígidos. Ni se te ocurra cambiárselos", advierte el padre. Una de las cosas que ha cambiado drásticamente en la vida de Marina es su rutina de cuidados. "Tiene que invertir bastante tiempo en la parte de la higiene y los ejercicios", explica su padre. Por eso, cada mañana madruga para estar preparada cuando le toca irse al centro de rehabilitación: Grupo 5 CIAN Navarra. Allí pasa toda la mañana: "Se lo pasa en grande. El día que no puede ir, por lo que sea, tenemos un disgusto", destaca el progenitor. "Con su enfermera Estefanía se lleva genial".

Cuando vuelve a casa, al mediodía, sus padres la tumban un rato para que cambie de postura. Y hace más de una hora de bicicleta. "Después ve sus series. Las que no me gustan a mí. Con la cena vemos juntos un capítulo de una serie de intriga o suspense. Pero a Marina le gustan mucho las series románticas y de adolescentes. Esas las ve por la tarde", indica el padre. "Son muy moñas". El padre le vacila a su hija. La hora de la cena llega a las 20 horas y, a las 21 horas, Marina se va a dormir. 

Toda la familia abraza hoy esta rutina, ya que el camino para llegar a ella no ha sido ni corto ni fácil. "Marina pasó medio año en la UCI del Hospital Universitario de Navarra. También pasó mucho tiempo en el centro de rehabilitación Guttman de Badalona y en cuidados intermedios de la Clínica Universidad de Navarra. "Los dos primeros años no estuvimos en casa", constata el padre. 

Cuando Marina regresó al calor del hogar, la vivienda sufrió un cambio drástico. La habitación de adolescente cambió su apariencia por completo. Una cama articulada, como las que pueblan los hospitales es ahora la protagonista del cuarto. A su lado, hay un respirador. Y una de las paredes se ha convertido en una despensa plagada de medicinas y cajas de pañuelos de papel. También han tenido que adaptar el baño: han ensanchado la puerta y la han cambiado por una corredera, para que entre la silla de ruedas de Marina. Además, han cambiado la bañera por un plato de ducha sin mampara.

Marina Sacristán, en su silla de ruedas después de sufrir un íctus en 2027 cuando tenía 17 años, junto a sus padres Marta y José Antonio. PABLO LASAOSA
Marina Sacristán posa con su libro 'Cuesta abajo y sin frenos. Cómo sobrevivir a un Ictus a los 17 años'. PABLO LASAOSA

"¿Qué cómo nos ha cambiado la vida desde el ictus de Marina? Ni nos hemos enterado", dice el padre con tono irónico. "Con Marina hay que estar 24 horas los 7 días. No la dejamos nunca sola". Eso sí, la joven cuenta con asistentes personales, proporcionados por Cocemfe, que facilitan mucho el día a día de la familia. "Estamos muy contentos con ellos", asegura la madre. Y se muestra completamente agradecida. 

Pero Marina sigue teniendo sus espacios de libertad. "Es mucho más independiente de lo que parece", atestigua el padre. Mueve la mano derecha, por lo que puede utilizar un ratón o la tableta. Marína interrumpe la conversación. "A pedo burra". "Bueno sí, le cuesta 20 minutos mandar un Whatsapp, pero lo manda", puntualiza el padre. 

De esta forma, Marina pasa los ratos muertos en el salón. Haciendo sus cosas en el ordenador o la tableta. "Tiene un timbre con el que nos puede llamar si necesita algo", explica la madre. "Ese timbre es el terror de la familia", bromea el padre. Pero el sistema tiene sus fallos: "Esta noche no han venido", cuenta Marina mientras mira hacia sus padres. "No te hemos oído Marina, te lo juro". Las risas resuenan en el salón de la vivienda. 

Siete años atrás, cuando Marina despertó en la UCI del Hospital Universitario de Navarra, no se imaginaba que acabaría escribiendo un libro para dar a conocer su historia. En aquellos instantes, centraba sus esfuerzos en asimilar lo que le había ocurrido y salir adelante. "Sólo quería mejorar", sostiene. "No lo pensaba ni de fly", asegura. "Ni de fly no se puede escribir Marina", le vuelve a tomar el pelo su padre y consigue sacarle una sonrisa. 

Marina ha escrito este libro, poco a poco, en el transcurso de tres años. "Cuando tenía un rato, escribía media página en la tableta", cuanta. Los jueves solía quedar con su hermana Eva, que le ayudaba a darle forma al texto. "Es filóloga y escribe muy bien", la ensalza. Y desvela el propósito del libro: "Quiero que la gente vea que, aunque la vida te vaya mal, siempre puedes salir adelante". 

En un primer momento el libro se iba a llamar 'Todo va sobre ruedas'. "Era un título más optimista", comenta Marina. "Y más sarcástico", opina el padre. Pero entonces salió la segunda película de 'Campeones': "No paraban de decir esa frase y nos pareció que se podía pensar que era un plagio", explica el padre. "Hicimos una votación en el grupo familiar de Whatsapp y salió el título con el que ha salido el libro: 'Cuesta abajo y sin frenos', recuerda la madre. 

Marina Sacristán, en su silla de ruedas después de sufrir un íctus en 2027 cuando tenía 17 años, junto a sus padres Marta y José Antonio. PABLO LASAOSA
Marina Sacristán y su padre José Antonio comparten un instante de complicidad. PABLO LASAOSA

Los tres se muestran sorprendidos por la gran acogida del libro. "La primera edición se ha agotado, tenemos una segunda y vamos a tener que pedir una tercera", destaca la madre. El libro lo venden ellos mismos y no está a la venta en librerías. Los interesados en conseguir un ejemplar de este libro tienen que mandar un Bizum de 6 euros (Beneficiario: Eva Sacristán / Concepto: Libro Marina) al siguiente número de teléfono: +34 644731402. A continuación, deben especificar su dirección enviando un mensaje de Whatsapp a ese mismo número de teléfono. 

"No nos imaginábamos que iba a tener tanto interés fuera del ámbito familiar y de nuestros conocidos", indica. Y teme que el Civivox de Iturrama se quede pequeño el día de la presentación: "Muchas personas nos han confirmado su asistencia". Esa ola de solidaridad da fuerzas a la familia desde el minuto uno. "La gente se ha volcado con nosotros", asegura el padre. "Algunas amigas de Marina venían todos los días a verla al hospital". Incluso, celebraron la mayoría de edad de Marina con ellas en la UCI. "Muchas de ellas siguen viniendo a casa".

El padre explica que muchas personas empatizan con ellos. "Gente que tiene hijos de la edad de Marina ve lo que nos ha pasado y siente terror de que les pase a ellos", indica. De ahí que mucha gente se haya volcado con el libro de Marina. 

'Cuesta abajo y sin frenos. Cómo sobrevivir a un ictus con 17 años' es un libro espontáneo. "No es una novela", matiza el padre de Marina. Página tras página, Marina desgrana su vida a través de diferentes anécdotas. "Estoy leyendo una cosa que me está enfadando", dice el padre mientras ojea el libro. "Dice que tengo las orejas grandes y que por eso las suyas son así. Eso no es objetivo. Que ella se las camufla con el pelo, pero que yo no puedo". Y se le escapa una carcajada. "Para la situación que narra, aunque tiene algún momento durillo, es un libro animado", promete la madre.

Han pasado siete años desde que Marina sufrió un ictus. Este le hizo renunciar a sus sueños de adolescente. Por ejemplo, a ser ingeniera. Pero ella ha sabido adaptarse y afronta las adversidades con humor. "Ya no quiero ser ingeniera. Mi hermano Álvaro estudia ingeniería y cuando veo los ejercicios buf...Me estresaría". Su padre la interrumpe: "La habrías sacado Marina".

No renuncia eso sí a los planes familiares. Marina tiene tres hermanos: Eva y Pablo son los mayores. Álvaro es el pequeños. "En realidad tengo cuatro con Clara", subraya haciendo referencia a la mujer de Pablo, que es "una más de la familia". Cuando están todos juntos van al cine. Marina también pudo disfrutar de la boda de su hermano con Clara. 

"Me he sentido muy acogida por todos mis hermanos después del Ictus", agradece. Y sonríe al recordar cómo notaba al principio que a su hermano Álvaro le costaba más aceptar la situación. "Estaba adolescente. Pero hacía el esfuerzo de venir a verme". Con él tiene una conexión especial. "Lo echa mucho de menos ahora que estudia en San Sebastián. Son los pequeños de la casa y siempre han estado como Zipi y Zape", cuenta la madre. 

Son las ocho de la tarde y Marina mira el reloj con impaciencia. Es la hora de la cena y de ver un capitulo de la serie con su padre. Hubo un tiempo en el que el transcurrir de las agujas del reloj le daba más igual. Entonces era una adolescente llena de sueños por cumplir y con un punto de rebeldía. 

Su madre recuerda ahora esos tiempos con cariño: "Un día me dijo que llegaría pronto y la estuve esperando despierta hasta las ocho de la mañana". Marina se ríe y se defiende: "Llegué pronto, pero por la mañana".


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