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SOCIEDAD

'Irrintzi', el perro que salvó la vida a cinco guardias civiles en un atentado en Navarra

7 de abril de 1990. Este día está tachado en negro en el calendario de Lecumberri. Pero podía haber sido mucho peor sin la intercesión de 'Irrintzi', nombre que significa 'grito' en euskera.

La Guardia Civil de Navarra celebra el día de su patrona, la Virgen del Pilar, en la Avenida de Galicia de Pamplona. IÑIGO ALZUGARAY
Imagen de archivo de unos perros de la Guardia Civil desfilando en Navarra en el día de su patrona, la Virgen del Pilar. IÑIGO ALZUGARAY

En la entrada la Escuela de Adiestramiento de perros de la Guardia Civil, en El Pardo (Madrid), dos placas conmemorativas recuerdan que el Instituto Armado también tiene héroes de cuatro patas. Están dedicadas a dos perros muertos en acto de servicio. Uno de ellos es 'Irrintzi', un pastor alemán que perdió la vida al evitar un atentado de ETA en Navarra

7 de abril de 1990. Este día está tachado en negro en el calendario de Lecumberri. Pero podía haber sido mucho peor sin la intercesión de 'Irrintzi', nombre que significa 'grito' en euskera. 

En la primavera de 1990 la banda terrorista ETA mantenía una particular campaña en contra de la Autovía del Norte. Ya había atentado contra empresas adjudicatarias del proyecto y había enviado cartas bomba al presidente y al consejero de Obras Públicas del Gobierno de Navarra.

Por eso, no es de extrañar que se adoptaran medidas para proteger las obras. Entre otras, el destacamento de la Guardia Civil de Lecumberri se convirtió en la sede de la mayoría de los efectivos destinados a las tareas de protección. Y eso lo puso en la diana de los terroristas.

Por aquel, entonces el cuartel albergaba a una treintena de guardias civiles. Era un edificio de tres plantas que había sido un albergue de la Cruz Roja. Unos meses antes lo había comprado el Gobierno de Navarra con motivo de las obras. 

Eran las tres de la madrugada de ese 7 de abril. Noche profunda en Lecumberri. El teniente jefe del puesto y un guardia segundo se introdujeron en un Nissan Patrol blindado. Estaba aparcado en el exterior del inmueble. Los dos iniciaban así su jornada laboral.

El teniente se disponía a arrancar el vehículo. Y, entonces, un fuerte impacto rompió el silencio de la noche y sobresaltó a estos guardias civiles. Ya se temían lo peor. 

El teniente sabía que no había sido un golpe fortuito y, por eso, salió inmediatamente del coche con mucho miedo de que alguien le disparase. Consiguió llegar hasta uno de los anexos del edificio principal, donde había un telefono, y alertó a la Comandancia de Pamplona

Otro ruido. La segunda granada cayó cuando todavía hablaba por teléfono con sus compañeros de Pamplona. Eran las 3:10 horas. Aterrizó sobre el techo del edificio y entró, sin explosionar, en el desván. Los dos siguientes proyectiles salieron disparados casi a la vez: uno impactó en la zona de oficinas, causando importantes destrozos en el mobiliario, y el segundo explosionó a cincuenta metros del cuartel, en una explanada, abriendo un cráter de 150 centímetros de ancho. El ataque aún no había concluido: a las 3.20, una nueva granada impactó sobre un tejadillo que protegía la puerta principal, y a las 3.30, otra volvió a estrellarse contra la fachada.

Media hora de ataque en la que, afortunadamente, sólo tres agentes tuvieron que ser atendidos por heridas leves. Los daños en el edificio tampoco parecían excesivos. Volvía la calma al cuartel de la Guardia Civil en Lecumberri.

Algunos guardias civiles se ofrecieron a cruzar la carretera y buscar los tuvos desde los que habían sido lanzadas las granadas. Una orden se lo impidió. Los mandos querían esperar a la llegada de los especialistas del Grupo de Especialistas en Desactivación de Artefactos Explosivos y de naturaleza NRBQ (GEDEX) para minimizar los riesgos de que algún agente se convirtiese en víctima de algún artefacto trampa de los terroristas. 

Los artificieros de la Guardia Civil llegaron a Lecumberri horas más tarde, sobre las ocho de la mañana. Ya había amanecido y toda la zona situada frente al cuartel había sido cercada. A las 8:30 horas, tras trazar un plan de acción, los agentes se dividieron en dos grupos y sacaron los perros especializados en la búsqueda de explosivos. Entre ellos se encontraba 'Irrintzi', el pastor alemán que, sin saberlo, afrontaba su último servicio. 

Precedidos por los animales, los agentes fueron avanzando por la pista que arrancaba desde la carretera. El primer grupo localizó pronto el lugar del ataque: un montículo situado a unos 300 metros del cuartel. Allí, los agentes encontraron seis lanzagranadas, de los queuno de ellos aún contenía un proyectil modelo Jotake.

Mientras, el segundo grupo seguía la inspección por otra zona. 'Irrintzi' formaba parte de este segundo equipo. En un momento dado, se adelantó. Cuando había recorrido unos 300 metros, se paró en seco y, haciendo honor a su nombre, comenzó a ladrar. Había descubierto algo. 

Sus compañeros humanos lo entendiero de inmediato. Su guía quiso recompensar al animal y le lanzó la pelota de trapo con la que 'Irrintzi' se solía entretener. Pero este gesto fue letal. 'Irrintzi' dio un salto con la intención de pillar al vuelo su juguete. Y topó con un sedal que cruzaba el camino

Fue sólo un pequeño roce de soslayo, pero accionó el artefacto de 5 kilos de amonal. La explosión dio de lleno al pastor alemán, que murió en el acto ante la impotente mirada de su guía, el guardia segundo Francisco Martínez Sagardoy. 'Irrintzi' quedó descuartizado sobre la pista. 

Pero su último servicio ya había salvado la vida a su guía y a otros cuatro guardias civiles. Martínez Sagardoy se encontraba a unos 25 metros de 'Irrintzi' cuando se produjo la explosión. Sufrió la rotura de un tímpano. El resto de los componentes del grupo resultaron ilesos, aunque quedaron en shock debido a la perturbante escena que presenciaron. 'Irrintzi' sigue siendo todavía hoy una leyenda en muchos cuarteles de la Guardia Civil, entre ellos la Comandancia de Pamplona. 

Pamplona, 23 de abril de 2023. Un tedax de la Guardia Civil de Navarra guía a un grupo por la exposición en La Ciudadela de Pamplona que recoge la lucha del Instituto Armado contra los artefactos de ETA. Muestra a los visitantes una herramienta que sirve para detectar explosivos. "Yo de lo que más me fío es de los perros", comenta mientras el grupo se acerca a observarla. "Como 'Irrintzi'".


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