El plan preferido de los niños, sin duda, es ir al parque, subirse a los columpios y danzar, trepar, saltar y deslizarse por toboganes. Los parques de hoy en día no son como los de antes. Los tiempos han cambiado, y del columpio de hierro oxidado con cadenas se ha pasado a modernas instalaciones de madera con suelos acolchados de caucho. Nada que ver con el cemento o las piedras de antaño.
Antiguamente en Pamplona, para disfrutar de un buen parque de columpios tenías que convencer a tus padres para que te llevaran al centro, a la Taconera o a los fosos de la Media Luna, donde había un tobogán con doble rampa, balancines, subibajas, estructuras de escalada y hasta un columpio que giraba en 360 grados y del que los niños salían mareados. Sin duda un parque de atracciones para la época.
Una época en la que no en todos los barrios de la capital navarra había zonas de esparcimiento para los menores. Es más, el niño en cuyo parque cercano a su casa tenía zona de columpios, era un afortunado. Hoy este problema ha desaparecido porque prácticamente cada dos calles o cuatro manzanas encontramos modernas instalaciones de recreo infantil.
Nada más que en Pamplona, el Ayuntamiento es el responsable de 115 zonas de juegos infantiles. Imagínense las alternativas si sumamos los parques de los ayuntamientos de la comarca, especialmente en los que hay vivienda nueva y población joven con niños.
Así las cosas, existe una amplísima oferta de parques de juego infantiles y lo más cómodo es quedarse en el que tenemos al lado de casa.
Pero hay un parque en Pamplona, concretamente en el barrio de Ripagaina, que ejerce una especial atracción para los niños. Hace unos años, en 2017, en el espacio que conforman las calles Berlín, Lisboa y avenida de Ripagaina, se instaló una estructura de unos cinco metros de altura y de tres pisos desde los que se accede a dos toboganes vertiginosos en forma de tubo.
El primero de ellos, con una inclinación superior a los 45 grados, desciende desde la parte más alta y hace un giro a la derecha para, una vez suavizada la pendiente de descenso, desembocar a ras de suelo.
El otro, con acceso desde una especie de segunda altura, tiene algo menos de pendiente, pero es casi más demandado que el anterior. Hace un giro de 360 grados en espiral que supone toda una descarga de adrenalina para los más peques.
Así que no es de extrañar que cada día los niños del barrio tengan la posibilidad de hacer amigos diferentes con los niños que llegan de otras zonas de la ciudad atraídos por el supoertobogán al que todos quieren subir.
