En la esquina entre la calle Bergamín y la calle González Tablas se encuentra la cafetería The Old Coffee, que, desde diciembre de 2021, ha dado vida a la calle tras el cierre de la famosa cafetería Manterola.
The Old Coffee fue puesta en marcha por una mujer colombiana que estuvo dos meses al frente del local, pero que por su situación no pudo continuar con el negocio. Así las cosas, traspasó el establecimiento y cayó en manos de Bianka Salazar y David Guachon, una pareja de jóvenes que se lanzó a seguir con el proyecto. "Siempre había querido tener un negocio y mi madre nos lo comentó. Cuando llegamos aquí vimos que era enorme y le vimos mucho potencial", explica David.
Bianka sí tenía experiencia previa en el ámbito de la hostelería, anteriormente había trabajado en otras cafeterías e incluso como encargada en el Telepizza de la misma calle. David también había trabajado en el sector nocturno de la hostelería. "Nos lanzamos al agua en marzo de 2022, no sabíamos cómo iba a ir. Al principio nos ayudó Fanny como socia y ahora estamos al frente los dos solos", detalla Bianka.
Bianka y David tienen 26 años y ambos son conscientes de que todavía les queda por aprender. "Comenzamos poco a poco y todavía estamos reestructurando la marca y cómo queremos darnos a conocer. También queremos cambiar cosas del local".
En un principio no hicieron cambios estéticos aparentes y continuaron con las tostadas, el producto estrella de The Old Coffee. "Fuimos improvisando al principio y un chico con experiencia en la cocina nos ayudó con la comida".
Además de las tostadas, que las hay desde las clásicas hasta con aguacate, ofrecen una carta estilo 'brunch' con batidos, crepes, gofres o una variedad enorme de infusiones. "Hemos comenzado también con el café de especialidad, queremos ofrecer un buen café a los clientes", cuentan. Incluso, en The Old Coffee elaboran bowls de avena y fruta.
Aunque no solo ofrecen desayunos, durante el resto del día también sacan pinchos, que son los más escogidos por los trabajadores de la zona. "El público es muy variado, tenemos unas oficinas grandes al lado y un colegio, además de los propios vecinos del Segundo Ensanche".
Ambos se sienten orgullosos del trabajo que están realizando, pero el comienzo, como todo negocio, no fue fácil. "Tuvimos que hacer mucho sacrificio. Tengo conocimientos prácticos y teóricos de cómo funciona una empresa, pero encargarte de una ya no es lo mismo. Luego hay que dividir y compaginar para no caer en el famoso 'valle de la muerte', detalla David.
El horario fue al principio complicado de establecer, llegaron a abrir durante semanas de 7 a 21 horas para analizar cuándo iba la gente. Ahora, abren de 8 a 13.30 horas y de 17 a 20.30 horas. "Es verdad que fue un no parar pero al final estás ilusionado y no te importa. Además, la gente es muy amable".
Aparte de David y Bianka, que se encargan tanto de la parte de elaborar productos como la barra, hay dos trabajadores más. "Tratamos de hacer todas las gestiones dentro del horario del trabajo para poder desconectar en nuestras horas libres. Cuando haces una iniciativa propia pesa menos, pero tiene que haber un equilibrio", concluyen.
