En Jan Jam se elaboran mermeladas caseras con los sabores tradicionales y algunos novedosos. Miguel González Glaria es el encargado de crear y dar sabor a sus deliciosas mermeladas.
Todo comenzó cuando su padre traía desde Suiza Ruibarbo a Garde, un pequeño pueblo del Valle del Roncal, una planta de la cual su tallo es comestible y es considerada como fruta-verdura. Así, su madre comenzó a elaborar mermeladas caseras con esa planta.
Después, estudió Ingeniería Agrónoma y trabajó como jefe de planta en Berlys, Mutilva. "Estuve cuatro años, pero tenía la necesidad de hacer algo por mi cuenta y sabía que quería hacerlo a partir del Ruibarbo para darlo a conocer", explica Miguel González.
Lentamente fue elaborando su proyecto. Primero pensó en realizar también productos embotados como salsas, pero vio más fácil centrarse en las mermeladas. Así, viajó a Normandía en Francia, el país de las mermeladas. "Fui a una granja para ver cómo las hacían ahí. Después recorrí el norte de Francia y llegué hasta Suiza", detalla.
Tras empaparse del mundo de la mermelada, se puso manos a la obra con Jan Jam. Primero con mermeladas tradicionales como la de fresas, frutos rojos, albaricoque... Pero incluso creó una mermelada de pimiento del piquillo. "En el día a día se venden las tradicionales, pero suelo hacer algunas especiales", explica. También, ha desarrollado una de salsa cassis, una salsa agridulce de la india, pero haciéndola más suave.
Miguel González lleva absolutamente él solo Jan Jam. Comenzó hace 12 años con un obrador en Huarte y ahora se ubica en un pequeño local en la Rochapea. "Estoy solo y hago todo, la limpieza, la parte comercial, la elaboración y etiquetado. Voy creciendo poco a poco de manera orgánica. Mi filosofía no es estar en todas las tiendas de Pamplona, prefiero respetar al que está cuidando mi producto".
Las mermeladas de Jan Jam se pueden encontrar tanto en Pamplona como en el País Vasco, Madrid, Barcelona, Valladolid, Conil, Valencia o Mallorca. "Hace dos años también me contactaron para exportar a Alemania tras probar en San Sebastián la mermelada de piquillo y a raíz de eso me empezó a comprar", cuenta.
La elaboración la hace Miguel González al completo y tarda una hora de media en hacer la mermelada en tiradas de 60 tarros, pero ha llegado a producir 300 por día. "Trabajo con fruta fresca y congelada, me gusta porque me permite trabajar sobre pedido. Aunque la mermelada ponga fecha de dos años, me gusta que llegue a la tienda casi recién hecha porque va a tener un color más vivo y va a estar más fresca", confiesa. En lo que se puede, a Miguel le gusta comprar la fruta en Navarra.
En el día a día, Miguel trabaja completamente solo en su obrador. Algo que tiene tanto ventajas como desventajas. "Es duro estar solo, pero luego la gente te dice que es duro tener gente. Estoy en un momento que estar solo me impide crecer. Por otro lado, si tengo que venir un sábado no pasa nada, recojo a mis hijos del colegio y paso mucho tiempo con ellos. Me organizo yo mismo".
En casa de los González también toman mermelada, pero los fines de semana. "Mi hija, que tiene 10 años, le gusta y quiere venir a ayudar siempre. A mis dos hijos les encanta la mermelada", explica.
Ya son 12 años en los que Jan Jam está en el mercado y eso le ha permitido a Miguel González hacer muchos lazos de amistad. "Estoy orgulloso porque tengo clientes desde hace muchos años con los que ya tengo amistad. También me encantan los comentarios de la gente. He conseguido montar un negocio y puedo vivir de él".
Aunque el objetivo de Jan Jam no sea elaborar muchos sabores diferentes, sí que Miguel González tiene en mente realizar alguna mermelada especial como la de trufa. "Me gustan hacer mezclas pero con sentido. La de trufa tendrá cebolla confitada, ingredientes que tengan sentido".
Todo tiene sentido en Jan Jam, incluida la imagen de la marca que simula las gotas de la mermelada cuando está hirviendo y salpica. Respecto al nombre, Jan significa comer en euskera mientras que Jam, mermelada en inglés.
