• martes, 30 de abril de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Por qué debería ser obligatorio Hemingway en los institutos navarros

Por Javier Ancín

"No creo que les hiciera daño a la chavalada descubrir el mundo desde esas páginas. Que se vayan enterando que la vida es una celebración apasionada pero que tiene sus peajes, sus dramas, sus miserias, sus heridas, sus desastares de la guerra"

GRAF9791. PAMPLONA 01/12/2018.- La escultura de Ernest Hemingway luce el tradicional "pañuelico" de San Fermín en el popular Café Iruña de la Plaza del Castillo de Pamplona. Esta plaza acoge la exposición "Recuperando a Hemingway" donde se muestran algunas fotografías inéditas y se documentan visitas y rodajes, con imágenes de Henry Fonda, Orson Welles, Ava Gadner, Deborah Kerr, Gary Cooper, Henry Fonda, Lauren Bacall o Sean Connery por las calles de la capital navarra. El escritor estadounidense protagoniza por tercera edición consecutiva un ciclo de actividades turísticas este año centradas en su relación con el cine, y que pretende ofrecer la vertiente "más cultural" de la imagen que proyectó de la ciudad. EFE/Villar López
GRAF9791. PAMPLONA 01/12/2018.- La escultura de Ernest Hemingway luce el tradicional "pañuelico" de San Fermín en el popular Café Iruña de la Plaza del Castillo de Pamplona. Esta plaza acoge la exposición "Recuperando a Hemingway" donde se muestran algunas fotografías inéditas y se documentan visitas y rodajes, con imágenes de Henry Fonda, Orson Welles, Ava Gadner, Deborah Kerr, Gary Cooper, Henry Fonda, Lauren Bacall o Sean Connery por las calles de la capital navarra. El escritor estadounidense protagoniza por tercera edición consecutiva un ciclo de actividades turísticas este año centradas en su relación con el cine, y que pretende ofrecer la vertiente "más cultural" de la imagen que proyectó de la ciudad. EFE/Villar López

Hay un punto en los Sanfermines, que es como decir también en la vida, que hay que hacer como Hemingway, retirarse a descansar de las comilonas, de los vasos de vino que chocan brindis tras brindis, de los abrazos que exaltan la amistad, del jolgorio, del bullicio y del estruendo.

Colgar el pañuelo rojo unas horas e irse a pescar truchas al río Irati, allí por el Pirineo, como hacía el escritor. Como yo no pesco, desde hace unos años me gusta irme a la fresca en mitad de la fiesta a releer Fiesta, una novela que yo no entiendo cómo no se le da mucha más importancia en Pamplona.

Debería ser libro obligatorio en los institutos de Navarra. No creo que les hiciera daño a la chavalada descubrir el mundo desde esas páginas. Que se vayan enterando que la vida es una celebración apasionada pero que tiene sus peajes, sus dramas, sus miserias, sus heridas, sus desastares de la guerra.

Nosotros con 17 años nos leímos Historias del Kronen, pasándonosla de contrabando de pupitre a pupitre de aquel 3° de BUP y aquí estamos, como unos ciudadanos cuarentones ejemplares -más o menos-, siendo una obra más descarnada, más nihilista, más salvaje, más atormentada y mucho más psicotrópica que la del yankee.

Hemingway llegó a Pamplona con 23 años, que es la edad en la que aún se enamora uno para toda la vida, que precisamente es lo que le pasó con los Sanfermines. Se agarraron de la solapa y ya no se soltaron mutuamente jamás, que es a lo único que permaneció fiel toda su vida.

Con 27 publicó la novela Fiesta, la primera de las suyas que adquirió trascendencia, que le hizo escritor reconocido. Un canto más que a la vida, a secas, a la vida real, esa de la que no se suele hablar, con sus claros y oscuros, con sus dramas y sus euforias, alegres tristezas y tristes alegrías. Un canto a que pase lo que pase, mañana seguirá saliendo el sol: The sun also rises, y podremos volver a empezar, volver a intentarlo, volver a jugar, a participar de la juerga que es esto de vivir

Cuentan que cuanto ya desquiciado y vencido por la vida, enfermo, al ver que ya no podía correrse ni una farra más, que no podía vivir como siempre había vivido, que no podía disfrutar como había disfrutado, Hemingway se pegó un tiro. Tenía 61 años. En la mesilla de su dormitorio encontraron los billetes para regresar una vez más a Pamplona por San Fermín. Faltaban solo 4 días para que empezaran las fiestas.

Estos Sanfermines se cumplen cien años de su primera visita a Pamplona y en 1926 es centenario de la publicación de la novela que, para bien o para bien, coloca a la ciudad y sus fiestas en el mundo. Si los Sanfermines son universales es porque un premio Nobel de literatura hizo literatura, y de la buena, con ellos.

Deberíamos ser agradecidos y montar dentro de tres años, aprovechando los cien de Fiesta, un fiestón itinerante que durara todo el año. Una juerga tan exagerada que hasta a Hemingway le pareciera excesiva y nos pidiera ir a Burgui a descansar y pescar unas truchas. Y eso es todo.


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Por qué debería ser obligatorio Hemingway en los institutos navarros