• martes, 30 de abril de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Maldito Dylan, los tiempos no están cambiando

Por Javier Ancín

Al final solo vemos lo que siempre hemos visto, el coñazo supino de otra pancarta igual. No, por favor. Piedad. Solo falta alguien que entone el "Julian Balduz, queremos agua y luz".

Pintada OTAN NO
Pintada OTAN NO

Uno se empeña en crecer, envejecer en realidad, en línea recta y no puede. No le dejan las circunstancias, esas corrientes gravitacionales de las que hablaba Battiato que no conseguimos superar y que hacen con nosotros lo que quieren. Somos el pelele manteado que pintó Goya, la bolsa de plástico errática de American Beauty.

Nada depende de nosotros. Nada está en nuestra mano. ¿Quién nos devuelve los años que no hemos podido disfrutar de los trabajos de Kevin Spacey porque una turba de hijos de puta wokes, valga la redundancia, lo linchó con sus antorchas y sus bieldos de aventar prejuicios para sentirse ellos buenas personas? Decide por nosotros siempre gente que está todo el santo día creyendo que alguien les debe algo, un paraíso, una tierra prometida. Gente peligrosa. Gente fanática.

Intentas alejarte de lo que fue y solo consigues moverte en espiral, pero no hacía arriba como el sinfín que trasiega el grano cosechado del remolque al silo o esa escalera del Castillo de Olite, camino de su torre cilíndrica, la que parece un puesto de vigía marino, sino hacia el centro de la más absoluta de las nadas. Cada vez se estrecha más la vida y cuanto menos tiempo queda más se revoluciona en apariencia hasta hacerte girar solo a ti, como un derviche.

Los tiempos te atrapan. Los tiempos no están cambiando, ojalá, por mucho que lo cante el Dylan malo, el Dylan brasas, el padre de Jakob, que solo con One Headlight supera a su progenitor pretencioso.

¿Y todo esto a qué viene? Pues viene a que volvía la otra noche a casa comiendo una bolsa de Chaskis de maquina, de las que se atascan de vez en cuando contra el cristal, y me encontré una pintada de OTAN ez. No, por favor, la brasa de nuevo no. Basta ya, coño. Nací con esa pintada sin saber siquiera qué era la OTAN y a qué bases que querían fuera se referían y cuando creía que ya habíamos superado aquello alguien lo ha hecho volver del infierno.

Una pintada que podía verse desde las ventanas de la Casa de Misericordia. Vi una luz encendida en la residencia de ancianos y pensé que te mueres y no sales de la misma jodida pesadilla en la que naciste, del mismo tedio en el que creciste. Nunca consigues escapar de la soporífera tarde de verano del Jarama de Sánchez Ferlosio. Te mueres quizás no de viejo sino de aburrimiento, me dije. Te mueres para no tener que soportar siempre los mismos tiempos que no cambian en lo esencial en nada.

Nos engañaron. Nos han timado. Y no solo porque el envase de los aros de maíz que me iba zampando es cada vez más pequeño, mucho más pequeño que cuando era un crío, sino por todo lo demás también. No hay ninguna grandeza.

Ya no veremos coches voladores, en cambio quizás los veamos hasta desaparecer. Por no ver no veremos ni bicis que vuelan, solo insufribles ciclistas que acosan con el timbre a tranquilos peatones, como canta Sidonie en su nuevo single. Tan deprimente como en 1997.

Al final solo vemos lo que siempre hemos visto, el coñazo supino de otra pancarta igual. No, por favor. Piedad. Solo falta alguien que entone el "Julian Balduz, queremos agua y luz", luz y agua que aún hoy desconozco quién pedía, para pegarnos un tiro y acabar con esta repetición sin final de las mismas monsergas de siempre. Y eso es todo.


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