• martes, 19 de marzo de 2024
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Opinión / Editor del Grupo Diariocritico.

La 'cumbre del Manolo'

Por Fernando Jauregui

El 'Manolo' es un bar modesto, donde unas pocas mesas sirven almuerzos relativamente económicos en un ambiente un poco agobiante.

Pero, sobre todo, el 'Manolo' está frente a la puerta por la que los diputados, e incluso los ministros, suelen entrar en el Congreso.

Y es, claro, un bar que los periodistas frecuentamos en busca de un café o una croqueta reparadora.

Así que el hecho de que el superministro de Economía Luis de Guindos se siente a tomar un inocente cafelito con el responsable económico de Ciudadanos, Luis Garicano, precisamente la víspera de que el Gobierno aprobase, en Consejo de Ministros, los Presupuestos para 2017, estaba destinado a ser pasto de las cámaras que aparcan, numerosísimas, en la Cámara Baja.

Claro, los compañeros gráficos saben que una imagen vale mucho más que un millón de palabras, y por supuesto que todos comprendían que Guindos y Garicano se habían instalado allí, a la vista de todos, para escenificar un acuerdo, el de Ciudadanos con el PP a cuenta de los Presupuestos, que quizá Rajoy y Rivera no hayan querido protagonizar solemnizándolo con sus rostros a la puerta de La Moncloa.

El acuerdo sobre los Presupuestos entre dos socios a la fuerza, tan reticentes mutuamente -hay que escuchar, por los pasillos del Congreso, a unos hablar de los otros--, es una buena noticia.

Como lo será, a mi juicio, que otras fuerzas políticas, desde el PNV a Coalición Canaria, incluyendo, posiblemente, al disputado voto del diputado Quevedo, de Nueva Canarias, lleguen a aprobar las cuentas del Estado para 2017, unas cuentas que tan retrasadas llegan, tras un año de práctica parálisis política y económica.

Yo diría que Rajoy, cuya imagen ya no aparece tan inmóvil últimamente, está reparando algunos rotos de esa época catastrófica desde el punto de vista moral, no tanto desde el económico, que fue 2016. Vea usted, si no, ese acuerdo sobre la función pública, que acaba silenciosamente con una era de 'funcionaricidio'.

Así que si usted cree que no hay negociaciones subterráneas a muchas bandas tras la foto del 'manolazo', se equivoca, me parece. Pues claro que Rajoy y Rivera, que se gustan mutuamente muy poco, han hablado bastante desde que pactaron la investidura del primero.

A veces incluso para reprochar el segundo los incumplimientos, o la lentitud en cumplirlos, de los ciento cincuenta acuerdos a los que ambos llegaron para permitir que Rajoy siguiese sentado en La Moncloa.

Pero es que, además, esas negociaciones subterráneas abarcan más campos. El del PNV y el acercamiento de presos de ETA al País Vasco, por ejemplo. O el campo de los separatistas catalanes: a ver si alguien va a pensar que las conversaciones entre Soraya Sáenz de Santamaría y Oriol Junqueras, que tan mosqueados tienen a los ex convergentes en la Generalitat, porque se enteran de muy poco, no han alcanzado ya unas dimensiones de planificación del futuro.

Porque esos cuatro mil doscientos millones en inversiones anunciados esta semana por Rajoy en Barcelona tienen su origen en una previa negociación presupuestaria. Claro que los nacionalistas catalanes no votarán a favor de esas cuentas; pero lo importante es que previamente hayan hablado de ellas, mientras -era de paradojas-- el portavoz parlamentario y representante de la Generalitat en el Parlamento español, Francesc Homs, era inhabilitado por los tribunales.

En fin, que yo le aconsejaría no dejarse engañar por el lío que unos y otros están montando en Murcia, o a cuenta de cualquiera de los pretextos tontos que la clase política busca a veces para sacudirse de lo lindo; quiero sospechar que hay un acuerdo de fondo sobre plataformas económicas y territoriales entre las fuerzas políticas principales, incluyendo a 'este' PSOE.

Claro que, para que el pacto cuaje, serían necesarias, te dicen, las victorias de Susana Díaz en las primarias socialistas -o sea, que no gane Pedro Sánchez- y la de Oriol Junqueras en unas elecciones catalanas, sean sin referéndum secesionista o posteriores a un intenta fallido de referéndum, con choque de trenes incluido.

Porque con Puigdemont, ahora embelesado en su aventura estadounidense, no se puede, dicen en Moncloa, ni hablar, pero muy otra cosa es el talante de su probable sucesor al frente de la Generalitat (y de un tripartito con Ada Colau y con Iceta). O sea, con el líder de Esquerra Republicana Oriol Junqueras, "que ese sí que sabe de política", dicen quienes saben de lo que hablan en ámbitos 'populares'.

Es decir, que sospecho que el acuerdo presupuestario, si algún lego torpón no se lo carga, será el inicio de pactos con mayores vuelos. Porque lo que resulta impensable es colocarse en el peor de los escenarios: no presupuestos pactados no ya 'para 2017, sino de cara a 2018, referéndum 'en plan de guerra' en Cataluña, elecciones generales aquí, autonómicas allá y vuelta al escenario inestable de 2016, solo que, en esta ocasión, con más escaños para el Partido Popular y menos para el conjunto de la oposición.

Quite, quite, refiero glosar el cafelito en el Manolo, que tantas cosas, tanta conllevanza -ahora que la palabra orteguiana está de moda-- indica.


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