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Opinión / Sabatinas

No es sociedad para viejos

Por Fermín Mínguez

Ni sociedad, ni país, ni nada. Está bien lo de que salgan en las películas, hagan croquetas, den la paga y alguna cosa más, pero la verdad es que en este día a día tan vertiginoso que tenemos las personas activas, suelen estorbar. Como no tienen nada mejor que hacer…

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(Vamos a ver si hoy pasamos la prueba de la entradilla, y conseguimos que la crítica venga después de leer la Sabatina, y no antes. Suerte a todos).

Una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida, quizás incluso una de las pocas buenas, ha sido dedicarme a trabajar con personas de edad avanzada. Miren, vamos a aclarar términos, porque uno de los grandes problemas que tenemos hoy en día es hablar con eufemismos. Parece que endulzar la realidad, o ponerle nombres ridículos, la mejora o nos cuestiona menos. Casi nunca es la palabra, casi siempre es la intención.

(Y manda narices que haya tenido que hacer dos explicaciones previas para un artículo de opinión, así nos va). El otro día, el becario se sorprendía cuando le hablaba abiertamente de viejos y viejas, los viejos por aquí, las viejas por allá, acostumbrado a que se mostrarse más respeto al hablar de la vejez. Que no les digo yo que referirse a ese grupo de edad como personas de edad avanzada, la población senior, la edad de la experiencia y demás nombres que se les ocurra estén mal, pero no deja de ser un maquillaje de una realidad que no lo necesita. Hacerse viejo es una maravilla, un regalo. Entre las dos opciones posibles, hacerse viejo o no, es claramente la mejor, ¿no les parece?

Hemos decidido que envejecer es malo, algo patológico, y no es así. Envejecer es la evolución lógica, y ahí está el error. Lo que mola socialmente es ser joven, y lo que no sea juventud cuestiona el modelo. No hay más que ver los anuncios que llevamos años viendo, de viejos que no lo son, esas señoras guapísimas que anuncian cremas para mayores y que no tienen más de cuarenta años. O, si tienen más de sesenta, son la excepción. Cremas antiarrugas para personas sin arrugas. Hemos encumbrado al señor de ochenta que hace una maratón, al que se hace youtuber, o a quien mantiene una actividad social frenética. Ese mensaje de “no seas viejo, sé joven”, terrible, que niega la capacidad de decisión personal de quien ha envejecido, o está envejeciendo, y lo que quiere es tener el ritmo de vida que quiere, no el que le imponen. Ese chantaje de “adaptarse o morir” deja de ser un motivador para convertirse en una exigencia. No olviden que hay adaptaciones que no son buenas, esas oportunidades que no son oportunas. Estamos en una sociedad que valida como bueno lo que no le cuestiona, y, ahora que lo bueno es producir e innovar, no como si no hubiera un mañana, sino como si no hubiera un ayer, la población que no produce es un engorro. Hay una parte importante en la evolución, en la innovación, que es la de asentar lo descubierto, reforzar lo logrado, si no corremos el riesgo de hacer castillos en el aire, que vuelen, que desaparezcan, que nos obliguen a empezar una y otra vez. La vejez aporta esto, el esfuerzo de quien trabajó sin saber bien qué es lo que estaba construyendo, o a lo qué daría pie. Jóvenes innovadores del mundo, si estáis aquí es porque alguien empezó antes que vosotros, alguien a quien ahora consideráis viejo. No sois tan listos, no somos tan listos. No somos generación espontánea, sino fruto de las semillas que quienes estamos dejando fuera sembraron antes que nosotros.

Parece que esto está cambiando ahora pero, ¿saben por qué?, no es por un tema de sensibilización, o no sólo al menos, sino porque la sociedad se ha dado cuenta del impacto que la vejez va a tener en los próximos años. Para no alargarme mucho les comparto un dato del Estudio de la economía de la longevidad en España, informe para el CENIE realizado por Oxford Economics y la Universidad de Salamanca: “En 2019, estimamos que los gastos domésticos de los mayores de 50 años aportaron un valor añadido al PIB de España de 325.303 millones de euros”. Ahí lo tienen. Y en 2019 se supone que había alrededor de un 30% de mayores de los que habrá en los próximos años. Boom.

La generación silver, nombre chulo donde los haya, que a mi me recuerda a los lomos plateados, a los gorilas, empieza a contarse a partir de los 50 años, parece que cada vez empezamos a ser prescindibles antes, así que muchos de nosotros ya estamos a las puertas de entrar, hemos entrado, o no les queda mucho más de diez o quince años para entrar. Esto cambia las reglas del juego, ahora ser viejo va a ser respetado. Si tienes pasta, claro, como siempre.

Otro informe hablaba de que dentro de unos 20 años, uno de cada tres euros que se consuman en la zona euro vendrán de “los plateados”. Uno de cada tres. Es decir, dejen de pensar en los viejos como consumidores de muletas, sillas de ruedas, empapadores y demás, y piensen en que uno de cada tres euros será suyo, o mejor dicho, nuestro, porque de aquí a veinte años los que quedemos en pie estaremos ahí dentro. Sí, querido lector de alrededor de treinta años, hablamos de usted que se ve jovial y lejos de la vejez. De usted…

Uno de cada tres euros supone que seremos los máximos consumidores de servicios, ocio, deporte, vicio y hasta de Whoopers y Big Macs, y mientras esperamos el tsunami venir, seguimos empeñados en ofrecer servicios caducos, reactivos y más enfocados en que la vejez no nos moleste en nuestro viaje de trabajar mucho y vivir poco, detrás de la idea de que seremos siempre jóvenes. La sociedad será vieja, y estará bien que así sea. Lo que no tengo tan claro es que esté adaptada a la vejez.

Este artículo de la trilogía de las edades, faltan los viejóvenes que vienen la semana que viene, iba a ser emotivo, hablando de lo que las personas mayores han hecho por nosotros, del respeto que les debemos, buscando la lagrimita pero, ¿saben qué?, sería injusto apelar sólo a la emoción. Las emociones son volátiles, y el respeto es duradero. Y aquí lo que nos falta es trabajar el respeto. No por ser viejos, sino porque lo merecen. Por lo que han sido, sí, claro, pero también por lo que son y por supuesto por lo serán y seguirán siendo.

Machado decía que le gustaban los objetos usados que se han vuelto preciosos porque han sido apreciados muchas veces, no me digan que no es bonito. Ser precioso por ser de oro no está mal, pero es mucho más bonito ser precioso por haber sido apreciado. Aprecien mucho, durante mucho tiempo, háganse viejos apreciando y haciendo que les aprecien.

Querer a los viejos no es misericordia ni tampoco una obligación, ojo, que habrá quien lo merezca, querer a los viejos es entender que es ley de vida, que es bonito envejecer y que lo único malo que tiene hacerse viejo es que cada vez queda menos tiempo, así que habrá que aprovecharlo más.

Y disfrutar, disfrutar mucho del momento, con las menos quejas posibles, que van a servir de poco. Para ser un viejo feliz no hay que ser un viejo joven, sólo hay que ser un viejo consciente. Quizás también hay que empezar a exigir menos esfuerzo de adaptación a una generación que nos ha dado tanto y darles un poco más de lo que al resto le sobra, que es tiempo.

Sean buenos pero, sobre todo, sean felices. Y envejezcan disfrutando, que pocas cosas más bonitas puede haber que envejecer, poniendo en foco en lo que se mantiene, no en lo que se pierde.


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