El cuatripartito ha aprobado en la última sesión la ordenanza del euskera, por la que se veta a los castellanoparlantes para trabajar en el consistorio y se impone la lengua vasca en toda la ciudad.
Esta semana se ha consumado la renuncia del Director General de Cultura, Fernando Pérez, que vuelve a su proyecto original, entendiendo que es más atractivo que el actual, el del Gobierno de Navarra. Visto lo visto, parece claro que es el primero (aunque ya ha habido varios en educación) de lo que puede ser un desembarco masivo ante la llegada del fin de la legislatura. No habrá mar para acoger a tanto naúfrago -o polizón- del Gobierno de aquí a un año. Tiempo al tiempo.
Probablemente por lo madura que ya está la legislatura, o tal vez por el nerviosismo al quedar tan solo un año, los diferentes grupos del parlamento están empezando a copiar iniciativas sin pudor alguno, moda a la que suma el Gobierno de Navarra sin que se le ponga la cara ni un ápice del color bermellón. Una cuestión nada banal que debe de ponernos en alerta de la poca capacidad innovadora de quienes nos gobiernan y de quienes supuestamente aspiran a hacerlo.