Se trata un joven inmigrante de 27 años que vive en Pamplona y se dedica a la venta ambulante de pulseras, a pesar de ser ingeniero químico y saber siete idiomas.
La pacatería de ciertas conciencias navarras censura lo que no quiere ver, más preocupada de la felicidad de algodón de azúcar de sus niños que de la normalización de la transexualidad