• jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 13:32

Opinión / Periodista y escritora

El turismo que todo lo invade

Por Rosa Villacastín

La afluencia de turistas a nuestro país empieza a ser un problema, un problema grave. No para los hoteleros o restauradores para quienes se han convertido en la gallina de los huevos de oro pero sí para los ayuntamientos y para los residentes que ven, vemos, cómo de la noche a la mañana nuestras calles, nuestros barrios cambian de fisonomía, de olor y color, debido a la llegada masiva de gentes de todo pelaje.

La mayoría de los cuales no respetan horarios, convencidos como están de que el dinero que pagan por la estancia en nuestras grandes ciudades lo puede todo y justifica las mayores barrabasadas, botellones incluidos.

De ahí que algunos alcaldes estén empezando a tomar medidas de cara a los meses de verano. Algunas, drásticas como la aprobada por el Ayuntamiento de Palma de Mallorca que impide el alquiler de viviendas familiares en el casco antiguo de la ciudad a todos aquellos vecinos que carezcan de la licencia reglamentaria.

Una medida que puede parecer excesiva, sobre todo si tenemos en cuenta los 40.000 euros de multa que tendrán que pagar quienes se salten la orden a la torera, pero con la que no puedo estar más de acuerdo ya que lo que intenta la corporación municipal de la isla es proteger la calidad de vida de sus vecinos, que son al fin y al cabo los que viven todo el año en esas zonas y los que pagan religiosamente sus impuestos.

Se calcula que el pasado año llegaron a nuestro país por tierra, mar y aire, unos 75 millones de turistas. Turistas que beben agua del grifo, de la que no estamos sobrados por cierto y que no siempre es embotellada.

Turistas que utilizan nuestros servicios sanitarios ya bastante mermados debido a los recortes de los últimos años, además de la suciedad que generan en nuestras calles, paseos y jardines. Su limpieza desborda a los servicios públicos, principalmente de los ayuntamientos, ya bastante agobiados.

Tanto en Madrid como en Barcelona, Palma de Mallorca e Ibiza se han disparado los alquileres de tal manera que los que antes costaba mil euros puede triplicar o cuadruplicar su valor siempre y cuando se alquilen por días, semanas o meses, lo que imposibilita que los jóvenes, los trabajadores contratados en las épocas de verano, puedan acceder a esas viviendas.

El problema se extiende a personal sanitario y educativo cuyos salarios no alcanzan a alquileres desorbitados.

Un grave problema sobre todo en las zonas de la costa española donde la vida se ha encarecido tanto que muchas de las personas que vivían en el casco antiguo de las ciudades, algunas ya bastante mayores con exiguas pensiones, tienen que mudarse a otros barrios donde la vida sea más económica y asequible.

Construir grandes hoteles, parques de entretenimiento, restaurantes, bares y cafeterías no soluciona el problema, todo lo contrario lo agudiza porque masifica el numero de turistas que llegan a nuestro país por el clima, por la comida, por su arquitectura, pero también por el bajo coste, pero sobre todo porque la grave situación política y social de los países del Mediterráneo como son Turquía, Egipto, Líbano, incluso Grecia ha propiciado que muchos de quienes antes les visitaban, hoy prefieran la tranquilidad y calidad de vida de nuestro país.

Reconozco que no sé cuál es la solución, muy difícil sin duda, pero de lo que estoy segura es de que algo hay que hacer si no queremos morir de éxito.


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