• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Periodista y escritora

Hillary Clinton: el largo camino hacía la Casa Blanca

Por Rosa Villacastín

Que Hillary Clinton pueda llegar a la Casa Blanca debería ser motivo de alegría no solo para todos los demócratas, americanos o no, también y muy especialmente para las mujeres por lo que tiene novedoso y de ejemplo para todas aquellas que aspiran a puestos de gran responsabilidad política.

Más si a quién tiene enfrente es a un personaje de la catadura moral de un Donald Trump. De ahí la sorpresa que causa que sean precisamente las votantes femeninas las que más se le resisten a la ex-Secretaría de Estado, según algunas encuestas.

El motivo de esta desafección no es otro que su comportamiento cuando descubrió que su marido le había sido infiel con la becaria Mónica Lewiski, lo que no deja de ser curioso. Reprocharle a Hillary que perdonase a su marido supone para algunas un pecado imperdonable, lo que me lleva a pensar que en cuestión de privacidad la vara de medir es muy diferente a la que se utiliza con los hombres. Sobre todo si quién le juzga es otra mujer. Me explico.

Basta con hurgar en las hemerotecas para comprobar que son varios los candidatos a la Presidencia del país más poderoso de la tierra que han tenido que retirarse de la carrera electoral porque se descubrió que en algún momento de su vida habían tenido un asunto de faldas extramatrimonial. Que yo sepa a ninguna de sus legítimas se les acusó por acogerles en el seno familiar. Todo lo contrario, se les apoyó por considerarles unas víctimas, pero no solo eso, se les aplaudió porque por encima de cualquier otra consideración de lo que se trataba era de salvar la imagen de familia feliz y unida, ya que es una de las instituciones más prestigiosas de un país que nadie duda es bastante más conservador de lo que podamos pensar cuando viajamos a Nueva York o Los Ángeles. Pues bien, que la actual candidata por el partido demócrata hiciera lo mismo que tantas otras esposas hicieron y seguirán haciendo, se ha convertido en un impedimento serio en su carrera hacía la Casa Blanca, lo que no deja de ser llamativo.

Más, después de que se haya comprobado y demostrado que el escándalo de la becaria -que por supuesto no defiendo-, fuese utilizado por sus contrincantes políticos para desprestigiar las reformas de Clinton, así como su buena imagen. Una guerra en la que entraron importantes empresarios, jueces, y representantes de las más altas instancias. Poderes políticos y económicos que son los mismos que aún tapándose la nariz apoyan hoy a Donald Trum. Un personaje que no ha dudado en proclamar el odio que siente por los inmigrantes hispanos, por los musulmanes, a los que ha amenazado con expulsar del país si gana las elecciones en noviembre, por las mujeres y por los homosexuales, por todos los que él considera que son diferentes. Olvidándose de que él mismo es hijo de un inmigrante alemán, al que como a tantos otros no le permitieron obtener la nacionalidad, lo que le obligó a permanecer ilegal durante muchos años en Estados Unidos.

De Hillary se podrá decir que no es simpática ni carismática, pero no que no esté lo suficientemente preparada para realizar un magnífico papel dentro y fuera de su país. De ahí que Obama haya apostado por ella frente a Sanders, el otro candidato demócrata, con quién se reunirá el próximo domingo en la Casa Blanca para pedirle que se una al carro de Clinton, ya que si todos empujan en la misma dirección es muy posible que se haga realidad un sueño, que una mujer entre por la puerta grande de la Casa Blanca, con el mismo orgullo que hace ocho años lo hizo un negro. Y se puede, claro que se puede.


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