• jueves, 18 de abril de 2024
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Opinión / Periodista y escritora

Las curvas se abren paso en las pasarelas

Por Rosa Villacastín

En un sociedad que idolatra la delgadez extrema, las mujeres sin grasa  y sin curvas, es difícil que alguien se salga de unos cánones de belleza impuestos

por el mercado de la moda, e imponga su propia ley. Y sin embargo ya empiezan a oírse voces autorizadas que reclaman un poco de atención para quienes como Alessandra, la hija del actor Andy García, muestran sus redondeces sin complejos.

No es la única pero sí una de las muchas que han decido dar un paso adelante reivindicando su derecho a mirarse al espejo orgullosa de sus imperfecciones. Un logro que puede ser, que debe ser, el estímulo que necesitan quienes viven pendientes de la báscula, en vez de centrar toda su atención en potenciar sin complejos su cuerpo.

Alessandra que estuvo en Madrid desfilando para la firma Couchel, de El Corte Ingles, es consciente de lo afortunada que es por tener una familia que le apoya en todo lo que hace y emprende, lo que no le ha impedido solidarizarse con quienes luchan por abrirse camino en un mundo que favorece muy poco lo diferente. Sin darnos cuenta de que precisamente lo diferente es lo normal, lo que mas ves por la calle, o en los restaurantes.

Pero es justo lo que se oculta en las pasarelas, o al menos en las que acaparan la atención de los grandes medios de comunicación como pueden ser las de París, Milán, Nueva York o Madrid. Donde la mayoría de las modelos lucen medidas imposibles.

Es curioso que cuantas veces he preguntado a diseñadores de renombre por qué se empeñan en llevar a sus desfiles chicas tan sumamente delgadas, casi todos me contestan lo mismo; la delgadez vende. Y seguramente tienen razón porque alrededor de la moda existe un mercado que engloba las clínicas adelgazantes, los institutos de belleza, la cirugía plástica, los productos para conseguir un vientre plano sin apenas esfuerzo, en fin un mundo cuya misión es infravalorar lo natural. Si por natural entendemos no tener un cuerpo 10, yo apuesto por quienes son el resultado de llevar una vida saludable, donde comer de todo no sea un pecado mortal.

Tengo una amiga guapísima, alta, delgada, de ojos azules, elegante, en fin un cañón de señora, madre de una chica que es la cara opuesta: gorda, siempre vistiendo ropa holgada, el pelo suelto, sin estilo para gran disgusto de su mamá. Una tarde que salí de compras con ella  le pregunté cómo le afectaban las críticas constantes de su madre y su empeño por remodelarle el cuerpo. Para mí sorpresa soltó una carcajada y me dijo sin pestañear: yo comprendo Rosa que mi madre sufra porque soy gorda y sin estilo, lo que ella no sabe es que yo soy feliz así como me ves, y que justo lo que no quiero es parecerme a ella. Comprendí que la chica tenía razón, que a veces no empeñamos en ser como otros quieren que seamos en vez de luchar por dar visibilidad a nuestra propia identidad, ya que de eso se trata.


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