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Opinión / Ha sido columnista habitual del periódico El Mundo, colaborando también con otros periódicos, revistas, programas de radio y televisión. Ha participado en el programa debate de TVE, 59 segundos.

Vistalegre II: O César, o nada

Por Rafael Torres

Para que la behetría en sentido literal de Vistalegre II no acabe en behetría en sentido figurado, ya ha dicho Pablo Iglesias que él o César, o nada.

La behetría, como todo el mundo sabe, era el sistema predemocrático y asambleario que en algunos burgos usaban los campesinos para elegir a su Señor, feudal por supuesto. Esa es la behetría en sentido literal, o en su primera acepción, pero en la segunda o figurada, dícese del desorden y la confusión, lo que a menudo no viene sino a ser una consecuencia de la primera, particularmente en un país, España, en el que, a la hora de debatir, nadie escucha a nadie.

Iglesias y Errejón, que están dando una chapa inmisericorde, no se escuchan, se tuitean. Lamentablemente, y de ahí lo de la chapa, los demás sí les escuchamos, sobre todo ahora que andan preparando la behetría de la elección del Señor de Podemos en el segundo gran cónclave de Vistalegre.

Errejón, más contenido, más inteligente, más pragmático, y por ello en peligro de ser arrollado por las bases y por el mesianismo pablista que las agita, desea una dirección más colegiada, menos personalista, que no haga depender al partido de las ventoleras de un líder absoluto, en tanto que Iglesias no está dispuesto por nada del mundo a perder un ápice del poder que le dieron la televisión y las políticas antisociales del gobierno del PP, y que hasta hoy conserva.

Como Felipe González en aquél XXVIII Congreso del PSOE (1979) donde amagó con irse, bien que para volver enseguida, en loor de multitudes, en el Congreso Extraordinario que se celebró a continuación, Pablo Iglesias amenaza con lo mismo si no le dan todo lo que quiere, talmente como un niño. Y lo que quiere es, ni más ni menos, que la behetría de Vistalegre le otorgue el poder total del partido, el de las ideas, el del programa, el de la táctica, el de la estrategia, el ejecutivo, el de la representación suprema, y todo el poder habido y por haber.

Errejón, al que tampoco amargaría el dulce de ser César, no tiene inconveniente en seguir esperando su hora como Procónsul, pero Iglesias, que intuye que su hora está empezando a pasar, sólo encuentra una forma de parar el tiempo: O César, o nada.


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Vistalegre II: O César, o nada