• jueves, 18 de abril de 2024
  • Actualizado 13:14

Opinión / Ha sido columnista habitual del periódico El Mundo, colaborando también con otros periódicos, revistas, programas de radio y televisión. Ha participado en el programa debate de TVE, 59 segundos.

Venezuela, España, Panamá

Por Rafael Torres

Menos mal que la extinta fundación CEPS no tenía ánimo de lucro. Como Nóos, que tampoco tenía. Si lo llegan a tener, las arcas públicas de Venezuela y España,

respectivamente, se habrían quedado temblando más de lo que han quedado, que ya es temblar.

Es verdad que la actual exhumación de los vínculos dinerarios de los fundadores de Podemos con el chavismo (reforzada por la investigación policial en curso y por el hallazgo del documento que libraba unos cuantos millones de dólares a la fundación de Iglesias, Monedero y compañía en concepto de asesorías y demás confluencias) pudiera corresponderse con el propósito de sabotear las negociaciones con Podemos y, más concretamente, la reunión a tres bandas del jueves, pero también lo es que ese renovado recordatorio de las andanzas financiero-bolivarianas de los que al poco montaron el partido morado, describe a la perfección la naturaleza y objetivos del invento, por mucho que sus dirigentes hayan ido variando, o enmascarando, o dulcificando, éstos y aquella. De vicepresidente no sé, pero Iglesias haría, por su escalofriante capacidad para hallar dinero hasta debajo de las piedras, un aseado ministro de Economía o de Hacienda.

Claro que otros, los ricos avarientos, los codiciosos, los coleccionistas de pasta, o sea, los que se llevaban a Panamá sus millones para no pagar impuestos, se lo pondrían difícil al líder carismático. La pela es la pela, y, al parecer, hoy todo es pela. Bueno, todo no, también está lo de la reunión del jueves entre esos tres partidos que se odian, hoy no puedo evitar el símil, como si se debieran dinero. Se necesitaría un Fernando Fernán Gómez para mandarles a los tres, como sólo él sabía, a la mierda, pues incluso en éste país tan poco ducho en materia de diálogo se ha visto nunca una incapacidad semejante para el mismo. Ni qué decir que debería acompañarles el partido que, ocupando sin control, en rebeldía, el gobierno, ni siquiera ha hecho el menor amago para entenderse con nadie.

Ahórrese a la ciudadanía el delirante espectáculo, al que se ha sumado a lo bestia el hasta ayer mirífico Ciudadanos, y convóquense ya nuevas elecciones. Lo mismo vota alguien.


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