• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / Ha sido columnista habitual del periódico El Mundo, colaborando también con otros periódicos, revistas, programas de radio y televisión. Ha participado en el programa debate de TVE, 59 segundos.

La suma que resta

Por Rafael Torres

La tensa calma o la cuadratura del círculo no son nada al lado de la suma que resta.

Se trata de un prodigio filosófico-político-matemático de última generación que sirve para demostrar que la coalición de Izquierda Unida y Podemos surtirá en las urnas el efecto contrario al que la aritmética convencional establece, el de un acopio de votos proporcionalmente mayor. El invento de la suma que resta, auspiciado por el PP y el PSOE, es de desarrollo complejo por hallarse aún en fase incipiente o embrionaria, pues los bocetos y los prototipos echados a rodar en las tertulias y en los argumentarios presentan un aspecto algo desvaído y un funcionamiento irregular.

La suma que resta, como toda novedad revolucionaria en filosofía, política o matemáticas, necesita pulirse, pero como vivimos tiempos tan vertiginosos, tan estúpidos pero tan vertiginosos, un nuevo concepto, más revolucionario todavía, empieza a emerger: la suma que multiplica. Semejante hallazgo en las escondidas anfractuosidades de la mente humana se produce al rebufo del anterior, al de la suma que resta, y como reacción a él. Naturalmente, su descubridor no podía sino ser alguien con un cerebro privilegiado, audaz, distinto: Íñigo Errejón. En efecto; para contrarrestar la villanía de la suma que resta, él ha encontrado en la apropiación de IU por Podemos, y de cara a las elecciones, el gen de la suma que multiplica.

Por lo visto, ya no se estila o no se soporta que las sumas sumen, y ahora tienen que hacer otra cosa, restar, multiplicar, dividir, aunque esto último, con el tiempo. A falta de proyectos políticos originales, valientes y sólidos, teorías disparatadas para desmoralizar un poco al adversario. Lo que le desmoraliza a uno, sin embargo, es la cantidad de millones de españoles que previsiblemente votarán a partidos hasta las cejas de corrupción o hasta las pestañas de puerilidad y populismo barato, pero eso, me temo, no lo arregla nadie inventándose que de la sumas pueda esperarse cualquier cosa, menos que sumen.


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La suma que resta