• jueves, 25 de abril de 2024
  • Actualizado 14:32

Opinión / Ha sido columnista habitual del periódico El Mundo, colaborando también con otros periódicos, revistas, programas de radio y televisión. Ha participado en el programa debate de TVE, 59 segundos.

¿De quién es el niño?

Por Rafael Torres

Nuestros hijos son nuestros, pero los niños son de todos. Nuestros hijos, nuestros no en sentido posesivo sino de las obligaciones para con ellos, son nuestros, pero los niños, todos los niños, deben gozar del amor y de la protección de todos, de la sociedad, para hurtarles de los abusos, el maltrato, el abandono y el desamparo.

Hoy se habla de esa criatura de 4 años devuelta a su madre por orden judicial pese a la resistencia de la pareja valenciana que, en calidad de pre-adoptante, la ha cuidado durante los dos y medio últimos, pero si se habla de eso, no se puede hablar sólo del lacerante dolor de la dicha pareja al separarse del niño que sienten como suyo, sino de un dolor anterior, más lacerante aún si cabe, el de la madre a la que arrebataron a su hijo nada más nacer.

María José Abeng, española de orígen guineano, tenía 14 años y vivía en un Centro de Acogida cuando quedó embarazada, tal vez, según podría desprenderse de la carta que la joven ha hecho pública para salir al paso de la criminalización de que ha sido víctima éstos días, de alguien relacionado con dicho centro.

Vivía allí María José por haber sido catalogada institucionalmente su situación como de desamparo, pero no parece que en ese centro las instituciones encargadas de su cuidado la ampararan demasiado, a menos que lo de quedarse encinta una niña de 14 años se considere razonable. Pero menos aún se la amparó cuando, al alumbrar a su hijo, se lo arrebataron, bien que ajustando en parte semejante acción a los reglamentos, iniciándose entonces el proceso de adopción del niño y la lucha de la madre, que nunca aceptó la sustracción de su hijo, por recuperarlo.

Hemos visto las imágenes de una pareja clamando por lo que también ella considera una sustracción, pero exhibiendo innecesariamente, reprobablemente, al niño, que, como es natural, estaba asustado y no entendía nada.

Como difamar, al parecer, es gratis, de su entorno salió una imagen monstruosa de la joven, 19 años en la actualidad, que ha recuperado a su hijo gracias a la sentencia judicial que ha tratado de poner algo de cordura, de orden, en tan triste historia, pero también María José Abeng ha hablado. Nos ha venido a decir que esa historia no empezó el otro día, sino cuando a una niña, acogida en un centro por su situación de desamparo, acabaron de desampararla allí absolutamente.


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