• jueves, 18 de abril de 2024
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Opinión / Ha sido columnista habitual del periódico El Mundo, colaborando también con otros periódicos, revistas, programas de radio y televisión. Ha participado en el programa debate de TVE, 59 segundos.

Podemos y la confusión

Por Rafael Torres

De casi todos los análisis del resultado de las elecciones catalanas se desprende una cosa muy rara: confusión. Y, más concretamente, la misma confusión que había antes de los comicios, por mucho que ahora salga adornada con una porción de guarismos y porcentajes.

Hasta el número de los independentistas se sabía, pues se trata de un número invariable, y no digamos el previsible y confirmado cataclismo de Podemos, Partido Popular y Unió, de modo que la confusión de ahora no nace de los resultados, sino del hecho insólito y sorprendente de que sea la misma confusión anterior a la jornada electoral.

Sin embargo, hay algo que no por previsible haya dejado de llamar la atención, siquiera porque casi ninguna otra cosa la ha llamado: la debacle de Podemos. O, más exactamente, la debacle de sus ambiciosas aspiraciones. De sus resultados electorales cabe colegir que éstas, a menos que primara en ellas la destrucción de la izquierda catalana, esa ICV triturada en el mortal abrazo de Catalunya Sí que es Pot, han quedado para el arrastre. Ahora bien; más que por el resultado electoral, nefasto, las "ambiciosas aspiraciones" puede que vayan a sufrir más por la nula capacidad autocrítica de los líderes de la formación, que han venido a justificar su fracaso en el hecho de que son demasiado buenos. Su reino, al parecer, no era de éste mundo, de éstas elecciones.

Podemos, que ha llevado en Catalunya la tontuna del fingido apoliticismo (ni de derechas ni de izquierdas), de la transversalidad y del sí pero no hasta el paroxismo, ha desvelado, con ella, su inepcia para enfrentarse con determinación y algún fundamento a retos concretos, que no son otros que los que sirve cada día la realidad. De haber tenido Podemos un criterio, una propuesta política inequívoca, una ideología, una coherencia, las elecciones catalanas, incluso "la cuestión catalana", habría sido un excelente campo donde exhibir, probar y desarrollar su alternativa, pero como no ha tenido nada de eso, sino sólo la peregrina pretensión de que les voten porque sí, porque son muy listos, no sólo se ha quedado a dos velas, sino que ha dejado a oscuras a su eventual socio catalán, la ya casi extinta, por desgracia, Iniciativa per Catalunya. Se habrá quedado a gusto el líder carismático con su último ensayo antes de postularse para La Moncloa.


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