• jueves, 18 de abril de 2024
  • Actualizado 15:39

Opinión / Ha sido columnista habitual del periódico El Mundo, colaborando también con otros periódicos, revistas, programas de radio y televisión. Ha participado en el programa debate de TVE, 59 segundos.

La feminización de la política

Por Rafael Torres

Usar las muy mejorables disquisiciones de Pablo Iglesias sobre la feminización de la política para desacreditarle, es uno de esos excesos al que parecen abocados cuantos se sienten en la necesidad de desacreditarle permanentemente, diga lo que diga el líder estudiantil de Podemos. 

Se puede, y casi diría que se debe, discrepar de su confusa percepción de lo femenino y de su todavía más confusa manera de expresarla, pero no se puede tildarle de machista así como así, solo porque diga que no basta la abundante presencia de mujeres en la política para hacerla más femenina, y que le gustaría que ésta, la política, fuera más como una madre, bien que como una de esas, generosas y abnegadas, que prodigan amor y cuidados sin tasa a sus hijos.

Eso de tirarse a la yugular de alguien por sus opiniones, siempre que éstas, claro, no inciten al odio y a la violencia, o bien falten al respeto debido a las opiniones de otras personas o a las propias personas, no sé si será masculino o femenino, machista o hembrista, pero sí que es bastante común en nuestro país. En el caso que nos ocupa, Iglesias no solo no incita al odio y a la violencia con sus opiniones sobre la feminización política, ni falta a nadie, sino que en el trastabillante desarrollo de sus ideas sobre el particular se percibe, de una parte, cierta valentía al abordar un tema velado, distorsionado, por la llamada "corrección política", y, de otra, un buenismo que, aunque algo "naif", contrasta positivamente con la forzada ferocidad contendida en la mayoría de sus ocurrencias, opiniones y consignas.

Dicho ésto, cabría acercarse al meollo de la cuestión: ¿Qué necesidad tiene la política, el arte de la convivencia, de feminizarse o de masculinizarse? ¿No sería mejor para todos, hombres y mujeres, que se humanizara? Porque sí, estaría muy bien que fuera como una madre cariñosa, protectora, nutricia, oferente, pero ¿y si nos sale rana la madre, y resulta ser egoísta, narcisista, fría y manipuladora? Francamente, con que la política se humanizara, y fuera cauce y garante de la justicia, de la igualdad, de la seguridad y de la libertad para todos, iríamos maravillosamente bien servidos.

¿Mujeres? ¿Hombres? ¡Qué más da, si todos somos las dos cosas!


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