• jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 18:52

Opinión / Ha sido columnista habitual del periódico El Mundo, colaborando también con otros periódicos, revistas, programas de radio y televisión. Ha participado en el programa debate de TVE, 59 segundos.

Feminicidio

Por Rafael Torres

El asesinato de mujeres no es sino la forma más extrema de las muchas violencias que en todo el mundo se ejercen contra ellas, y, a menudo, la consecuencia última de esas violencias. 

Como feminicidio, neologismo que no por acuñado por el feminismo dejar de ser enormemente preciso y esclarecedor, se empieza a conocer esa peste, esa plaga, ese endemismo que no sólo percute bestialmente sobre sus víctimas directas, las mujeres asesinadas, sino sobre todas las mujeres, sobre los hombres que lo son de veras y sobre las sociedades que padecen, pero que también generan, sus estragos.

Tarragona. Vigo. Santiago. El pasado fin de semana no ha podido ser más letal para las mujeres, pues tres de ellas han perdido la vida en esas ciudades a manos de sus matadores. Las denuncias por violencia de género, miles y miles en España cada año, se han incrementado más aún en el último trimestre, pero el número de las mujeres asesinadas por el hecho de serlo, y de querer serlo en términos de dignidad y de real igualdad con los varones, no mengua pese a esas denuncias, que en tantos casos son un angustiado grito de socorro ante un peligro cierto e inminente. Sin embargo, 2016 se saldará con esas 60 o 70 mujeres asesinadas con que se cierra, con regularidad espantosa, cada ejercicio.

¿Qué puede hacerse para cegar ese manantial de sangre, para evitar, para prevenir, para salvar la vida de las 60 o 70 víctimas mortales del año que viene? De entrada, caso y efectiva respuesta social, policial, judicial, a esas llamadas de auxilio. Para la vida, que es el bien supremo, no puede una sociedad reparar en gastos.

Y tampoco en otros indispensables gastos previos, en éste caso más de voluntad política y de talento que de órdenes de alejamiento, pulseras o escoltas: en educación igualitaria de calidad, en desterrar los estereotipos sexistas, en combatir la cosificación de la mujer, en establecer de una vez por todas la igualdad laboral y salarial, en perseguir implacablemente la explotación, la esclavitud y la trata...

El asesinato no es sino la culminación del crimen. El enclaustramiento, la discriminación, el acoso, la posesión, el lenguaje machista, la publicidad que presenta a la mujer como mero ornato o recipiente sexual, todo eso no mata, pero sí alfombra la senda del crimen. 60 o 70. ¿Hasta cuándo, año tras año, ese mismo número atroz?


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