• sábado, 20 de abril de 2024
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Opinión / Ha sido columnista habitual del periódico El Mundo, colaborando también con otros periódicos, revistas, programas de radio y televisión. Ha participado en el programa debate de TVE, 59 segundos.

Desaparecidos: abierta herida

Por Rafael Torres

La heridas curadas, cerradas, cicatrizadas, no se abren. Sí, en cambio, aquellas sobre las que no se aplicó tratamiento alguno, ni les dio el aire, y quedaron infectadas, dolorosas, en carne viva.

Nadie puede, pues, abrir una herida que se cerró, como tampoco hace falta nadie para abrir una que sigue abierta. Por inexperiencia, o por equivocación, Felipe VI pareció confundir en su discurso navideño las heridas y su tratamiento.

La descomunal herida que supone para miles y miles de familias españolas el tener a sus deudos desaparecidos desde los tiempos de la Guerra o desde los posteriores de la represión franquista, no hace falta que la reabra nadie, pues sigue abierta, toda vez que el Estado, que hoy se reputa garantista y democrático y que encabeza nominalmente el propio monarca, ha desatendido su obligación de restañarla mediante la búsqueda de sus restos, malenterrados en simas, olivares, descampados y cunetas, para ofrecerles digna sepultura.

Sólo entonces, cuando esas familias sepan dónde llevar las flores para perfumar, cual suele hacerse en los países civilizados, el sueño eterno de los suyos, la herida social se cerrará, ya que no, por imposible, el dolor personal que acompaña toda pérdida.

España es el segundo país del mundo, tras Camboya, en número de desaparecidos, en torno a cien mil, y la ONU y los organismos internacionales de salvaguarda de los derechos humanos han clamado innumerables veces contra la dejación institucional para reparar en lo posible ese daño. No se trata, pues, de abrir viejas heridas, sino de la necesidad ineludible, por justicia, por decoro, por humanidad, de cerrarlas.

No censure, pues, el Rey a quienes abogan y trabajan por su curación, y amoneste, más bien, a quienes, por un malentendido prurito de superación de los traumas históricos, se empecinan en lo contrario, ora acusando de guerracivilismo a los defensores de una verdadera, profunda y perdurable reconciliación, ora no librando los recursos que la Ley establece para las tareas de búsqueda, identificación y digna inhumación de los desaparecidos, cual hizo el gobierno de Rajoy en la anterior legislatura.

Por inexperiencia, o por equivocación, Felipe VI confundió la naturaleza, la dimensión, el estado y el tratamiento de la herida.


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