• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / Ha sido columnista habitual del periódico El Mundo, colaborando también con otros periódicos, revistas, programas de radio y televisión. Ha participado en el programa debate de TVE, 59 segundos.

El avión que se estrella cada día

Por Rafael Torres

En las casas familiares de las víctimas se estrella el Jak-42 todos los días. Trece años estrellándose todos los días.

Así ha descrito el drama de esa gente Curra Ripollés, portavoz de la asociación que las agrupa, al conocer el informe del Consejo de Estado que establece la responsabilidad de la Administración en el accidente aéreo que costó la vida a 62 militares españoles que regresaban de Afganistán.

El accidente del Jak-42 no fue un accidente, sino una tragedia anunciada, y por eso, porque el Estado y sus instituciones no quisieron llamarlo por su nombre, ni, en consecuencia, dictar las responsabilidades y las reparaciones derivadas de ella, la vieja aeronave ucraniana tripulada por pilotos que llevaban 22 horas sin dormir, víctimas también de aquél vuelo nefasto, se ha venido estrellando cada día en los hogares de aquellos soldados, esparciendo sus restos entre sus hijos, sus padres, sus hermanos, sus esposas.

No sabíamos muy bien para qué demonios servía el Consejo de Estado pese a su pomposo título de Máximo Órgano Consultivo, pero súbitamente ha cobrado una utilidad, la de, al establecer la verdad de lo sucedido, impedir que aquél Yakolev desvencijado, subcontratado seis veces, que carecía del preceptivo seguro de viajeros, siga estrellándose todos los días.

La gente no sabía muy bien para qué demonios sirve el Consejo de Estado, pero Rajoy sí lo sabía en 2011, al poco de ganar las elecciones: para colocar en él, de presidente, a Federico Trillo, ministro de Defensa ("¡Viva Honduras!") cuando el Jak-42 se estrelló en Turquía y, sobre todo, cuando los forenses de su departamento recogieron e identificaron de cualquier manera los restos de las víctimas, a mogollón, confundiéndolas.

Así quería premiar Rajoy a lo último la solvencia de Trillo ("¡Manda huevos!"), mas, como quiera que a éste no le seducía el cargo, lo mandó de embajador a Londres sin saber inglés, ya que éste sí era de su agrado. Hoy, y a pesar del informe del propio Consejo de Estado en el que quería colocarle, le sigue premiando al no decretar, como le pide todo el mundo y ese "sentido común" que tanto dice gustarle, su inmediata destitución.

La Justicia trasciende, y en ocasiones contradice, el ámbito de lo judicial, donde se sustanciaron las responsabilidades penales. Sin esa Justicia, que ahora ha venido a invocar tímidamente el Consejo de Estado, el Jak-42 no pudo sino seguir estrellándose, durante trece años, todos los días.


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