Escríbeme. Escribir es como besar, pero sin labios. Escribir es besar con la mente. Escríbeme.
- viernes, 19 de abril de 2024
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Escríbeme. Escribir es como besar, pero sin labios. Escribir es besar con la mente. Escríbeme.
Fue en la Biblioteca de la Universidad de Nancy, durante mi primer año residiendo en el norte de Francia, cuando remití por primera vez un correo electrónico.
Mi estreno en las redes sociales, curiosamente, se produjo en una biblioteca. Rodeado de libros. Paseaba por aquel espacio repleto de estanterías con el mismo énfasis que un jubilado por su casa. En una mañana gris y lluviosa propia de aquella región francesa de Lorena, libros de toda índole y condición se daban cita en un ambiente mezclado de bostezos y susurros universitarios. Anexa a la biblioteca, una sala con siete ordenadores.
Cómo nació mi cuenta de correo o quién me ayudó a creármela (alguien lo hizo), ahora mismo no lo recuerdo. Ni tan siquiera sabría decirles a quién dirigí mi primer mensaje.
Y así nace el libro que este mes quiero presentarles. A través de un error proveniente de un correo electrónico.
Esta obra que pretendo acercarles es una narración compuesta íntegramente por correos electrónicos. No hay narrador. No hay reflexiones ni monólogos interiores. No hay descripciones extensas. El autor, Daniel Glattauer, renueva de forma refrescante el género epistolar.
Lejos quedan aquellos libros como ‘Cartas a Gala’ de Beckett; ‘Cartas a la hija’ de Savigne; ‘Carta a Louis’ Coulet de Flaubert; ‘Cartas a mi hija’ de Scott Fitzgerald; ‘Cartas a Milena’ de Kafka; ‘Cartas a un joven poeta’ de Rilke o ‘Cartas a una desconocida’ de Zweig.
Las nuevas tecnologías han llegado también a las actuales narraciones.
El protagonista de la obra, Leo Leike, empieza a recibir correos cada vez más urgentes de una tal Emmi, donde le pide que cancelen su suscripción a cierta revista. Leo decide ignorar los mensajes pero ante la insistencia inagotable de la mujer, le informa de que no está hablando con la persona adecuada.
Así nace esta obra diferente. Los protagonistas nos presentan sus inquietudes y nos hacen participes de sus miedos y deseos.
Dos desconocidos, dos sombras, frente a frente:
‘No hay ninguna persona a nuestro alrededor. No vivimos en ninguna parte. No tenemos edad. No tenemos rostro. No hacemos distinción entre el día y la noche. No vivimos en ninguna época. Lo único que tenemos son nuestras dos pantallas, cada cual de manera estricta y secreta por su cuenta, y compartimos una afición: nos interesamos por una persona absolutamente desconocida.’
Desde el primer instante conectamos con ambos. Formamos parte de ese hilo invisible que los vincula, que te atrapa.
Esos libros que no puedes parar de leer.
Con romanticismo…
‘Pienso mucho en ti, temprano, por la mañana, al mediodía, por la tarde, por la noche, en los intervalos, un rato antes y un rato después de cada intervalo. Y también durante.’
Con reflexiones personales…
‘Tú no eres una persona cualquiera. Si hay una persona que no es cualquiera, ése eres tú. Y menos para mí. Eres como una segunda voz dentro de mí, que me acompaña día a día. Has convertido mi monólogo interior en un diálogo. Enriqueces mi vida interior. Indagas, insistes, parodias, entras en conflicto conmigo. Cuando te veo, de inmediato siento el imperioso deseo de dejar que te acerques aún más, de tenerte muy cerca, cada vez más’
Con desesperación…
‘Me emociona, me altera, a veces me dan ganas de mandarla a la luna de una patada, pero con las mismas ganas iría a buscarla y me la traería de vuelta.’
Un libro escrito con suma delicadeza y de una manera sencilla, cuidada y directa. Aglutina giros imprevistos que desencadenan ansiedad en el lector. Una pareja de protagonistas que se quedan en nuestro recuerdo.
Regresando a mi estancia en Francia ya he recordado quién fue mi primer receptor de un correo electrónico y qué escribí.
Fue mi padre y el mensaje no fue otro que…
- Hola, papá! Estoy bien. Si te acuerdas, estoy pendiente de tu ingreso. Ando sin pasta. Por cierto, ¿ganó el domingo Osasuna?
