• martes, 23 de abril de 2024
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Opinión / Tribuna

Santos Cerdán, manca finezza

Por Manuel Sarobe Oyarzun

El socialista Cerdán es un hooligan de la política. Un activista de brocha gorda, síntoma inequívoco de la degradación del otrora respetado partido de Estado.

Preguntado por la política española, Giulio Andreotti, el siete veces primer ministro italiano, contestó; “manca finezza”. El veterano democristiano se refería de este modo a la falta de inteligencia, sutileza en el trato, elegancia en la expresión, discreción y sentido de la oportunidad de los líderes patrios.

El atinado juicio del mandatario romano me vino a la cabeza leyendo la inmisericorde sarta de exabruptos con la que Santos Cerdán obsequió recientemente al PP en Laguardia. El ribero tildó a Alberto Núñez Feijóo, a quien culpó de tapar la corrupción, de gran padrino de la mafia y de populista incendiario, generador de inestabilidad. Acusó a la oposición de ser la más desleal de la historia, de propagar el odio, amenazar la convivencia de los españoles y de alentar la crispación y la bronca. La deposición del socialista navarro se antoja a todas luces excesiva pues, comulguemos o no con sus ideas, Feijóo parece un tipo templado -más que Cerdán, desde luego- cuyo buen hacer avalan las sucesivas mayorías absolutas con las que los gallegos vienen premiándole. Todo ello acompañado de un dato, no menor en las actuales circunstancias; en Galicia no existe Vox.

Al pitbull de Milagro, efectivamente, le falta “finezza”. Mucha. Su furibunda diatriba contra el PP es una curiosa manera de agradecer a los populares que hayan vuelto a salvar al Gobierno permitiendo, esta vez, que siga su curso parlamentario el proyecto de Ley de Seguridad Nacional, que sus socios querían tumbar. La casualidad ha querido, además, que sus aceradas críticas coincidan con la vista pública en el Tribunal Supremo del recurso contra la sentencia de los ERE de Andalucía, en la que el fiscal concluyó, rotundo, que en el Gobierno socialista “todo era prevaricador”. Recuerden que hablamos de la mayor trama de corrupción de la democracia española, tanto cuantitativa como cualitativamente, pues resulta difícil imaginar una conducta más repugnante que la de dilapidar el dinero de los parados en alcohol, cocaína y putas. Con razón los andaluces huyen del socialismo.

Lo grave de Cerdán es que no estamos ante un político más de provincias, sino ante el todopoderoso secretario de organización del Partido Socialista Obrero Español. Un elemento cuyo único mérito es haber sido el chófer de Pedro Sánchez cuando este recorrió España tras ser defenestrado por su partido. Su problema no es tanto la falta de formación intelectual -hay políticos excelentes que no la tienen- como la ausencia de todas y cada una de las virtudes que Andreotti enumeraba. Cerdán es un hooligan de la política. Un activista de brocha gorda, síntoma inequívoco de la degradación del otrora respetado y respetable partido de Estado.

En su argumentario son recurrentes los ataques al PP por su connivencia con Vox, obviando que la mayor fábrica de votantes de extrema derecha es un PSOE sumiso a golpistas y filoterroristas que, merced a los acuerdos muñidos por el propio Cerdán,  tienen agarrados a los socialistas por sus partes blandas, que aprietan a placer.

El recurso al insulto por parte del político navarro, a falta de argumentos más elaborados, es un clásico. En las últimas elecciones generales el milagrés se plantó en Cintruénigo, llamó fascista a Iñaki Iriarte, por toda campaña, y regresó a Madrid. Consiguió que el PSOE perdiera uno de sus dos diputados al Congreso. Sería bueno, por lo demás, saber qué beneficios reporta exactamente a Navarra el escaño de tan influyente personaje, pues parece dedicar todos sus esfuerzos a trabajar por su partido en lugar de a hacerlo por la tierra a la que representa, como lo demuestra el hecho de que en los últimos presupuestos generales fuéramos la comunidad en la que más cayó la inversión del Estado.

Para Navarra, que necesita un PSN fuerte, esta estirpe de socialistas resulta dramática, pues dinamita todos los puentes con un centro derecha, con cuyo entendimiento han llegado las políticas más fructíferas para el viejo Reyno. Resulta patético ver cómo el proceso de batasunización socialista exigido por el guion alcanza incluso a figuras como Maite Esporrín en el ayuntamiento pamplonés. No se entiende que con los votos cosechados mayormente en localidades como Arguedas, Sesma, Cárcar, Cabanillas o Murchante los socialistas, forzados por el nacionalismo vasco, implementen políticas especialmente lesivas para la Ribera. Y tampoco que todos ellos callen, priorizando nóminas públicas a principios.

Los datos que confirman tozudamente el sostenido declive de Navarra demuestran que la apuesta socialista ha resultado fallida. A las cifras macroeconómicos o a la sabida degradación de la sanidad -las listas de espera han vuelto a empeorar en abril- se suma el último informe sobre servicios sociales, sencillamente demoledor. Y todo ello en la comunidad que presume del mayor gasto público por habitante de España. Pues bien, si cada vez gastamos más en servicios que funcionan cada vez peor, habrá que concluir que la gestión del Gobierno de Navarra es sencillamente desastrosa. Con Osasunbidea en caída libre, los navarros agradecerían, por ejemplo, dejar de pagar los impuestos más confiscatorios de España para poder contratar, al menos, un seguro médico privado que supla las carencias de la otrora valoradísima sanidad pública. Ya lo están haciendo, de hecho. Si esto mismo sucediera con un gobierno de derechas, arderían las calles.

Al deterioro de la Administración foral se suma el de los organismos de la Administración General del Estado en Navarra. A José Luis Arasti, delegado del Gobierno, en lugar de pedir perdón y suplir con interinos las plazas vacantes de funcionarios, no se le ha ocurrido mejor cosa que culpar del problema a la falta de opositores navarros. Un pretexto carente de todo fundamento pues la ineficacia de los servicios estatales afecta a todo el territorio nacional, y si algo sobra en España son aspirantes a empleados públicos.

Sánchez y Chivite consideran que la democracia consiste en satanizar a la mitad de los españoles. En su obsesiva lucha por el poder han buscado el apoyo de quienes abogan abiertamente por poner fin al exitoso régimen del 78. El pago de las cada vez más onerosas letras que giran a Sánchez sus tóxicos socios para prolongar su agónica presidencia está causando daños estructurales en todas y cada una de las instituciones que conforman la arquitectura constitucional. A estos destrozos se suman los inferidos a un socialismo con creciente riesgo de acabar, con todo merecimiento, como el italiano, el griego o el francés. Todo indica que el próximo capítulo en esta dirección se escribirá en Andalucía.

La contribución navarra a la política nacional se completa, además de con Cerdán, con Ione Belarra, que nunca debió ir más allá de una correosa líder estudiantil, y de los dos exdiputados de Navarra Suma, cuya controvertida actuación en la votación de la reforma laboral está por ver qué daños causará en el centro derecha foral. ¡Ah!, sin olvidarnos de Koldo Martínez, el nacionalista vasco que ha cumplido su sueño de vivir en la más apetecible que nunca capital del Reino de España, que tanto desprecian. Yo creo que la próxima legislatura le toca picar piedra en Etxarri Aranatz. En fin, ¡quién te ha visto y quién te ve, querida Navarra!


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