• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Concejal del PP en Tudela.

Yo sé quién soy

Por José Suárez

No por esperado deja de sorprender el ímpetu nacionalista del nuevo Gobierno de Navarra. Si algo se ha puesto en evidencia de la política que va a realizar es el claro y rotundo contenido de ideología nacionalista que va a dominar todas las facetas de la gestión de nuestra Comunidad foral.

Entre las prioridades de este nuevo “Gobierno de cambio” se encuentra, en primer lugar, el nacionalismo; en segundo lugar, también el nacionalismo; en tercer término, eliminar las desconfianzas hacia el nacionalismo y en cuarto lugar, lo secundario, o sea, todo lo demás.

Esto, por sí solo, ya es de preocupar. Asustar no, ¡quién dijo miedo!, (a estas alturas) pero sí, pre -ocupar, es decir, pensar antes de actuar, antes de ocuparnos. Los no nacionalistas tenemos muy claras ciertas ideas y conceptos que no pueden emborronar  el nacionalismo o, mejor dicho, la ideología nacionalista. Que no nos líen.

Navarra es una comunidad política, con instituciones propias, que forma parte de la nación que es España. Ser español es una realidad, hay quien no quiere serlo, pero eso no evita que lo sea. Lo es, incluso a su pesar, por que España es un Estado – Nación indiscutible. Y todos sus ciudadanos son portadores de derechos garantizados por el hecho de pertenecer al Estado democrático y de Derecho que es España.

Uno de esos derechos es el de la libertad para defender la ideología que uno estime conveniente, incluida la ideología nacionalista que no propugna otra cosa que la construcción de una nueva nación con su correspondiente estado.  Por tanto, lo primero que tenemos que tener claro es que no existe lo que algunos nacionalistas vascos han dado en llamar nacionalismo español dado que España no tiene que ser construida, España ya existe.

El nacionalismo vasco pretende construir su “nueva nación” sobre una parte del territorio y sobre una población que en este momento ya forma parte de la nación que es España.

Por otro lado, sabemos que uno de los sentimientos más universales del ser humano es su sentimiento de pertenencia a una determinada comunidad étnica, lingüística, cultural, geográfica, histórica... la mayor parte de las veces dotada de una forma política. Y esto es el patriotismo que, llevado al extremo, se convierte en una pasión capaz de anular la capacidad de razonamiento de quien la alberga.

Es, precisamente, este sentimiento universal el que la ideología nacionalista utiliza para extender sus planteamientos ideológicos y justificar así la necesidad de su nuevo estado- nación.

Por supuesto, es legítimo defender el nacionalismo frente al no nacionalismo (y viceversa) política e intelectualmente, como debe ser en un estado democrático y de derecho.

En cualquier caso, combatir la ideología nacionalista (política e intelectualmente), no es atacar una lengua, ni una cultura, ni una comunidad etno-lingüística por mucho que  algunos así nos lo pretendan hacer creer, adoptando una postura victimista y maniquea.

Nada más alejado de la realidad; los no nacionalistas sabemos y conocemos la pluralidad y diversidad de Navarra y la respetamos sin imposiciones.

El constitucionalismo no combate ni reniega de la cultura y costumbres vascas. Y esa es la perversión del nacionalismo, que se apropia de la lengua, costumbres y de la cultura vasca como si fuese sólo suya, intentando establecer una relación unívoca entre la ideología,  la cultura y la comunidad etno – lingüística.

En esa lucha política de nacionalismo versus constitucionalismo se alcanza el esperpento como el que presenciamos con la utilización de la bandera de la CAV.

Es conocido y no discutido, que fue inventada por Sabino Arana, quien creó el PNV y su bandera la Ikurriña a principios del siglo XX. No es importante pero si clarificador. Ahora es la bandera de la Comunidad Autónoma Vasca, es decir, representa a todos los ciudadanos de esa comunidad,  a los de ideología nacionalista y  también a los constitucionalistas.

 Es una falacia nacionalista decir que la Ikurriña representa a los ciudadanos de lengua y cultura vasca, esto no es cierto. En su origen representó una ideología nacionalista y hoy representa a una comunidad autónoma, nada más (y nada menos)

Por eso, cuando una Ikurriña ondea  en un ayuntamiento de Navarra, lo que significa (si significa algo)  es simplemente la pretensión de pertenecer a esa comunidad política que es la CAV; no defiende ninguna cultura ni lengua porque la bandera de Navarra representa, entre otras cosas, tanto o más a la cultura vasca y su lengua que esa bandera con poco más de 100 años de historia que es la Ikurriña. Y eso también lo tenemos claro.

En definitiva, sabemos perfectamente qué es una nación, qué es el nacionalismo, qué es la lengua y la cultura, qué es el sentimiento patriótico y qué representan las banderas; sabemos quiénes somos, no hace falta que nos lo diga nadie. Como dijo uno de los grandes héroes de la literatura universal: “YO SÉ QUIEN SOY”:

Soy navarro y por tanto español, no hablo vascuence pero me siento orgulloso de pertenecer a una comunidad autónoma que es portadora, entre otras, de ese legado, de ese patrimonio cultural que es el vascuence y su cultura. Algo que hay que cuidar y proteger con sentido común y responsabilidad pero sin extremismos ni imposiciones que están más justificadas en la ideología nacionalista que en la protección de nuestro patrimonio lingüístico.


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