• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / osasuNAvarra

Vuelta al ruedo en El Sadar

Por José Mª Esparza

Demasiado fácil. El Albacete no resultó el rival esperado y, con todo merecimiento, el estadio hizo la ola, entonó el alirón y cantó el “volveremos otra vez” mientras el plantel daba la vuelta al estadio. Osasuna es de Primera.

Partido de la Liga 123 entre Osasuna y Albacete disputado en El Sadar (17). IÑIGO ALZUGARAY
Partido de la Liga 123 entre Osasuna y Albacete disputado en El Sadar (17). IÑIGO ALZUGARAY

Demasiado fácil, porque Osasuna ha hecho realidad lo imposible, ha convertido en algo natural la resolución de lo realmente difícil. No se recuerda otra temporada como ésta. El último ascenso llegó de otra forma completamente diferente. Éste Osasuna es campeón, grande. Todavía no se ha firmado éste, pero ya se canta y celebra como real porque a este equipo de Jagoba Arrasate no se le puede escapar. Crece partido a partido. Se agiganta hasta engullir a los rivales con la mirada. El Albacete, teóricamente la máxima competencia, salió derrotado del vestuario. Buscó el empate, pero presa del pánico no jugó ni a eso.

Ciertamente, todavía no ha ascendido Osasuna, pero tendrían que confabularse todos los astros del universo para que no ocurriera así. La victoria ante el Albacete volvió a evidenciar que el cuadro de Jagoba Arrasate es un conjunto ganador, que juega de memoria, que tiene fe, que ha interiorizado un estilo, que confía en sí y en su entrenador, que ha formado un equipo. A principio de temporada escribía que se trataba de un plantel justico, que tenía a otros seis con un potencial deportivo superior, y hoy no me retracto mucho. Quizás, en lugar de seis sean cuatro las plantillas superiores de la categoría, pero a la vista salta que Osasuna es el mejor equipo de largo, el líder que en El Sadar ya ha celebrado con una vuelta al ruedo la consecución del objetivo.

El hombre propio que ha hecho realidad todo esto se llama Jagoba Arrasate. Suya es la recuperación suprema de jugadores como Oier y Roberto Torres, Unai y David García, la introducción de nombres nuevos como Rubén García o Juan Villar, Nacho Vidal o Kike Barja, la consolidación de futbolistas como Clerc o Fran Mérida… En fin, apostó por Rubén Martínez contra viento y marea o catapultó a Brandon a ídolo de la afición. Le costó arrancar, tanto que había que delirar hace cinco meses para imaginar la euforia que hoy disfruta el osasunismo. Suyo es el mérito de conjuntar este equipo y hacerlo ganador. El club debe agradecerle además la revalorización de la plantilla.

El Albacete llegó derrotado. Salió al campo temeroso, escondido, asustado. Se jugaba el ascenso, pero parecía resignado a no conseguirlo. Se conformaba con el empate y ni siquiera dio la impresión de luchar por él. A excepción de diez minutos tras la reanudación, no hizo nada porque se vio incapaz de tutear al líder, de superar el ambiente de El Sadar, convencido de que la primera plaza no es la suya, que su Liga es otra, luchar por la segunda. Mientras que el guardameta Tomeu Nadal trabajó a destajo desde el primer minuto, Rubén Martínez disfrutó de una tarde plácida como pocas. En cambio, Osasuna arrolló de principio a fin.

Difícil resultará volver a ver a un Osasuna como éste, con pases tan rápidos como precisos, cambios de juego continuos, presión, segundas jugadas siempre suyas porque la presencia de efectivos siempre es mayor que la del rival, movimiento continuo entre líneas… una delicia. Siempre ocurre algo. Ninguna derrota en El Sadar, camino de firmar toda una vuelta con victorias… En fin, resulta comprensible que el Albacete, a priori el rival más competente, acabara con nueve jugadores fruto de su impotencia conceptual, de su inferioridad metafísica. Ninguna acritud al final, simplemente reconocer la derrota en un partido de guante blanco.

A lo largo de la temporada se ha hecho habitual la fiesta al final de los partidos. En mitad del césped titulares y suplentes celebran con la afición otro paso más. El dado ante el Albacete resultó especial. Hubo vuelta al ruedo, algo que si bien tampoco extrañó, ya que El Sadar cada día se parece más a la plaza de toros sanferminera, constató el estado en que se encuentra el osasunismo a falta de seis jornadas. A lo dicho, una temporada inolvidable, irrepetible


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