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Opinión / osasuNAvarra

Tantísimo mérito como dolor en el Pizjuán

Por José Mª Esparza

Igualar en inferioridad un 2-0 al Sevilla solo está al alcance de una casta especial de equipos; por eso, y por tantas cosas más, la derrota dolió como la que más en una melé durante la prolongación.

GRAF9551. SEVILLA, 01/03/2020.- El serbio de Osasuna Darko Brasanac tras encajar el tercer gol del Sevilla durante el partido de Liga de Primera División disputado este domingo en el estadio Sánchez Pizjuán. EFE/José Manuel Vidal
El serbio de Osasuna Darko Brasanac, tras encajar el tercer gol del Sevilla durante el partido disputado este domingo en el estadio Sánchez-Pizjuán. EFE/José Manuel Vidal

Igualar un 2-0 con diez suma más méritos que rematar en un barullo dentro del área durante el tiempo añadido. El Sevilla nunca debió ganar a los puntos. No obstante, de esta derrota, Osasuna debe sacar la idea clara de que sí puede. Terminado el partido, con el resultado en una mano y la tabla clasificatoria en otra (cuatro derrotas en cinco partidos), algunos encontrarán razones para la depresión. Sin embargo, en lugar de con el dolor, los jugadores de Jagoba Arrasate deberían quedarse que con la lección de casta y el juego de la segunda mitad; este equipo es capaz de todo. Ha cambiado sus planteamientos (más de bloque, menos individual), desarrolla otro estilo de juego (con más temple, menos chispa), pero también resulta competitivo. Esta es, por encima de cualquier otra, la lección que deja la visita al Sánchez-Pizjuán.

Como principales novedades, Arrasate reforzó la banda izquierda con Lato por delante de Estupiñán (y no al revés) para detener a Navas-Ocampos, mientras que dejó a Rubén García en el banquillo, del que rescató a Roberto Torres. Por lo demás, todo dentro de la tónica habitual. Defendió con dos líneas de cuatro y dejó adelante la dupla Arnaiz-Gallego. Todos esperaron al Sevilla durante la primera mitad y fueron a por él en la segunda. Como ya es sabido, lo de la espera entraña sus riesgos. En un robo de balón (con más que posible falta a Oier) llegó el primer gol, y a balón parado (tras otro posible empujón también a Oier) subió al marcador el segundo en la prolongación.

En la primera mitad, se le podría reprochar a Osasuna una relativa falta de intensidad, de no presionar, de perder con demasiada facilidad el balón y, seguramente, de una reacción más contundente tras encajar el primero. Sin embargo, igual de cierto es que la posesión del cuadro hispalense tampoco creó ocasiones de peligro y que los dos goles llegaron en acciones aisladas, fruto de aciertos puntuales. En cambio, la segunda parte fue de Osasuna, pese a jugarla prácticamente entera con diez. La lección de casta dada en un escenario tan adverso debería pasar a los anales de la Liga, por lo menos a la gran historia de la presente temporada.

Quien aventurara en el descanso ese empate a dos puede ganarse la vida con la quiniela. Y quien lo hiciese tras la expulsión del portero se encuentra en condiciones de erradicar de la faz de la tierra a las casas de apuestas. Con la (posiblemente injusta) roja a Sergio Herrera, el técnico quitó un delantero (Arnaiz), pero quemó naves. Ya no había nada más que perder. Mandó dar un paso o dos adelante, presionar al Sevilla con el corazón, llegarle a portería. Así logró ponerlo nervioso, arrollarlo por momentos con movimientos intencionados, verticales, de balón.

Así llegó el empate, en dos jugadas a balón parado pero fruto del empuje, de las ganas, de la fe ciega. Roberto Torres lanzó el penalti a falta de un cuarto de hora y 8 minutos de descuento. Una eternidad. Lo más difícil estaba hecho, pero había que aguantar con lo justo. Cambió el guion con Rubén García para entretener el balón y un tercer central, Unai García, para asegurar el punto. Evidentemente, Osasuna no fue a por más, si bien en este caso no puede culparse de la derrota al repliegue final, lógico dadas las circunstancias infernales, sobre todo las del hundimiento físico.

Osasuna necesitaba el rearme anímico que estuvo a punto de llegar. Le urgía esa dosis de confianza después de resultados adversos, tras un evidente bajón en las prestaciones futbolísticas y, sobre todo, dado el cansancio acumulado, es decir, los apuros físicos que sufre el plantel. Evidentemente, regresó de vacío de Sevilla en cuanto a puntos, pero, si aprovecha la lección de que para puntuar debe ser Osasuna, seguro que el partido ante el Espanyol será una fiesta.

POST DATA. Osasuna es mucho más que lo futbolístico (26). Favores con entradas se pagan. Ya sucedió también en la Copa y en Anoeta. La afición rojilla vuelve a andar inquieta con la visita a la Real. La oficina de propaganda ha anunciado “950 entradas a sorteo” ante las tropecientasmil solicitudes. Sin embargo, a buen seguro que un buen número de aficionados tendrá su entrada sin pasar por el sorteo, ni por taquilla, ni por el control de identificación. En la visita copera fueron medio centenar los agraciados.

No es momento de desentrañar el montaje Sadar Bizirik, hoy cara visible de Indar Gorri de hecho. Simplemente, recordar que la Asociación de Peñas lo abandonó, entre otras razones, por la merienda de negros con las entradas que a ellos les pertenecían. No obstante, en el entorno de los amigos de Fran Canal Fidalgo (FRACAFI), pronto quedó minimizado el problema. Favores con entradas se pagan, y más a quien necesita esconder identificación, sea en su día en el palco del Vicente Calderón o, más recientemente, en la última visita a Anoeta, la copera.

El follón que hubo a la entrada del campo no afectó a todos. A medio centenar de aficionados les llegó en su momento la entrada de acceso directo. La entente del factotum con Indar-Gorri así funciona. Al margen de temas de seguridad, graves, el problema es que no resulta fácil precisar quién está en manos de quien. Lo único claro es que el club queda en manos de los dos. Una barbaridad, oiga.

Por cierto, ¿informará la oficina de propaganda cuántas de estas entradas de gratolari se repartirán esta vez?


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