• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / osasuNAvarra

El registro de Mariano en Pamplona

Por José Mª Esparza

Mariano Rajoy ya no baja a la arena. Su caché se lo impide. Bertín le dio la calve para encontrarse como pez en el agua.

Aviso de que desde mi último mitin ha llovido lo suyo. Plaza de toros de Gijón, 1977, La Pasionaria y Carrillo en plena efervescencia, entre miles y miles de banderas rojas. Aquella política resulta hoy irreconocible. En mi nuevo cometido quería comprobarlo in situ y, puestos a elegir, la visita del único líder nacional a Navarra, algo muy recalcado en el Iruña Park, resultaba propicia para palpar el cambio. Aquellos mítines han derivado en sencillos actos electorales donde lanzar titulares de prensa ante unos pocos. Las masas han desaparecido, la escenografía piensa en el público televidente y para nada en el entusiasmo del asistente. Los vítores y aplausos, siempre de relativo valor, al menos antes se los ganaba el orador, hoy los regalan. A pesar de todo, la presencia de Mariano Rajoy guardaba atractivo dentro de una campaña electoral en Navarra de perfil francamente bajo. Sus ausencias presidenciales en los debates nacionales añadían morbo a su visita a Pamplona.

En primer lugar interesaba la entente PP-UPN. Los simpatizantes del primero eran menos  pero metieron más ruido, los dos con una media de edad considerable. Lo ‘popular’ tiño el ambiente. “Pe-pe-pe-pe-pe-pe” cantaban. Las banderitas de España repartidas multiplicaban por mucho la media docena de banderas de Navarra. Además fue desplegada una enseña nacional a lo largo de varios asientos. En el partido navarrista destacaron más las ausencias, caso de Miguel Sanz,  que las presencias, la de Yolanda Barcina la más notoria. La cruda realidad es que los actuales líderes de UPN recibieron más aplausos de los ajenos que de los suyos. En cinco ocasiones fue ovacionado el entusiasmado Iñigo Alli, por seis Javier Esparza. Nada que ver con los veinte encendidos aplausos a Mariano Rajoy, ni tampoco con los tres y gracias a Pérez Lapazarán en su discurso lánguido (¿de veras que el PPN no tiene un rostro más joven para enseñar?).

En cuanto a los registros, el más mitinero el de Iñigo Alli, encargado de calentar motores. No extrañó que Pérez Lapazarán lo calificara de “vibrante”, sobre todo comparado con el suyo. En Javier Esparza interesaba medir su capacidad de arrastre y salió bien parado. Los tres hablaron de Navarra en negativo por la difícil situación que atraviesa, o en positivo por cómo puede cambiar tras el 20-D. “Pido el voto para que Mariano Rajoy sea el próximo presidente de España, sinónimo de futuro ilusionante”, concluyó Esparza al dar paso a Mariano Rajoy, recibido en pie, entre banderas y música ambiental a todo volumen.

Antes de comenzar Rajoy había dudas de si realmente sabría donde se encontraba, y lo cierto no dejó de mencionar a Navarra en un discurso con dos partes. “Vengo a Navarra porque me importa, y vengo encantado”, dijo al introducir la más caliente, la de sus diez compromisos con esta tierra. “Los demás no sé a qué se comprometen” ironizó en un tono coloquial con el que dio entrada a su programa nacional. Ahí sí que se encontró como pez en el agua.

Para exponer los cuatro ejes de su programa (crear empleo, atención a las personas, defensa de la unidad de España y lucha contra el terrorismo) ni siquiera miró el papel. Ni levantó la voz. Habló con la misma naturalidad y cercanía que con Bertín Osborne, ironizando en ocasiones, mostrando seguridad siempre. “Al que le guste que nos apoye, y el que no, también”, decía sonriendo. Se le veía disfrutar, miraba por encima del hombro. “No voy a hablar de los demás, me aburro”, espetó. Aplausos. “No voy a decir lo que pienso de los que proponen volver al pasado porque me lo van a sacar en titular” insistía entre risas. “Es lo que estáis pensando todos” concluía en medio de una carcajada generalizada. Más aplausos y pasillo triunfal de vuelta tras apenas 50 minutos de acto. Suficiente.

Rajoy ha cambiado de registro, se encuentra cómodo dialogando en voz baja, en su terreno. Como con Bertín, sin repreguntas, diciendo lo que le place, con humor, exagerando el acento gallego. Ya le cansa discutir. Resulta lógico que acepte un cara a cara con Pedro Sánchez, con quien se ve muy superior. Tan lógico como rehuir los debates a cuatro, menuda jaula de grillos, y encima alguno con coleta. Ya no está para esos trotes, quien quiera circo que pague la entrada. Él está por encima. Que vaya Soraya, que ya está como él en las vallas publicitarias de Madrid, y según con quien haya que pactar y cómo, que sea ella la presidenta, que él ya ha tenido esa satisfacción, y no está para esos trotes. 


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El registro de Mariano en Pamplona