• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / osasuNAvarra

El 'Pacto de Esparza'

Por José Mª Esparza

La absorción encubierta del PP por parte de UPN y posterior aglutinamiento de Ciudadanos en una coalición de centro derecha conforma un frente nacional ante las urnas tan novedoso como incierto, el Pacto de Esparza.

Javier Esparza y Albert Rivera cierran el pacto entre UPN y Ciudadanos para las próximas elecciones generales, autonómicas y municipales (15). IÑIGO ALZUGARAY
Javier Esparza y Albert Rivera cierran el pacto entre UPN y Ciudadanos para las próximas elecciones generales, autonómicas y municipales. IÑIGO ALZUGARAY

Hay lo que hay. Pintaban bastos y el centro derecha navarro ha reaccionado. En apenas una semana ha revolucionado el espectro político. Ha roto todo tipo de cábalas, volatilizado las encuestas y abierto con Navarra Suma un futuro difícil de adivinar, tanto para los integrantes del Pacto de Esparza como para las fuerzas operantes del ‘cuatripartito’, y también para el PSN que, en medio de todos, es quien en mejor posición se encuentra para pescar en este río de aguas revueltas.

El Pacto de Esparza ha dinamitado la política navarra. Por fin, tras cuatro años de travesía en el desierto, emerge el líder de UPN, José Javier Esparza. Era hora. Si el primer pacto que suscribió con el PP constató el declive de estas formaciones en Navarra, con el único justificante del posibilismo para ambos partidos, sobre todo para los populares, temblorosos de la desaparición, el alcanzado posteriormente con Ciudadanos catapulta al aoisco en su liderazgo. Una jugada maestra para él, al tiempo que obliga a su partido a pagar un alto precio por ello. Veamos.

No soy partidario de pactos preelectorales. O hay partidos, o sobran. Si existen, adelante con todas las consecuencias. El problema es cuando un partido se ve sin opción alguna de triunfo pese a su mayoría de votos. Hay que buscar una solución. En tal escenario, UPN ha sabido jugar sus bazas, y hasta ha dado un ejemplo a la política nacional, pero no puede esconder lo que deja detrás.

José Javier Esparza estaba convencido de que, poco más o menos, la inercia a la baja del  ‘cuatripartito’ le llevaría por derribo cuatro años después a la presidencia de Navarra. Craso error. El Gobierno de Navarra no se gana por autoexclusión del rival. Hay que conquistarlo, algo que ha ignorado en estos cuatro años. Peor todavía, ha constatado que el ‘cuatripartito’ goza de una amplia masa sociológica, que incluso ha podido aumentar en estos años, y que UPN no ha sabido revertir en este tiempo.

Una UPN fuerte, con personalidad, emergente, arrolladora con sus iniciativas, con voz propia, capaz de liderar y guiar a la mayoría sociológica navarra, no necesitaría de pactos pre electorales que a la postre no hacen sino diluir más sus siglas, la historia, filosofía y transversalidad de su mensaje. Pero los últimos ocho años le pasan factura y se ha visto obligada a alumbrar este Pacto de Esparza que, dicho sea de paso, coyunturalmente supone la mejor salida de las posibles y, a la espera de conocer cómo articulan la coalición, refuerza sustancialmente las opciones presidenciales de su mentor.

Insisto. El pacto de UPN con los populares, beneficioso hoy para ambos, supone de facto una absorción del PP, aunque a costa de pérdida identitaria de los navarristas. En cuanto a la moneda con que Esparza paga la entente con Ciudadanos ahonda profundamente en la pérdida de esa identidad, con la renuncia al nombre, a la vez que le consuela el reconocimiento pírrico de su supremacía en el centro derecha. Muy fuerte. El precio que paga Ciudadanos está por ver. Tenía asegurada su voz en el parlamento, y ahora quién sabe. Puede ser mayor… o menor.

El salón del trono del Palacio de Navarra dictará sentencia. Entre tanto, muchos flecos deja el Pacto de Esparza. Por ejemplo, el de cómo articular a PP y C’s dentro de una misma coalición y venderlo en Girona, por mucho que quieran disimular esta realidad. Ya tuvo UPN este problema, aunque más descarado, cuando quiso gobernar aquí con el PSN y en Madrid con el PP. Pese a que la cuadratura del círculo resulta posible en política, normalmente te la permiten cuando o bien les importas un rábano… o todo lo contrario. En tal sentido, la magnanimidad vivida estos días ayuda a pensar lo segundo, con la salvedad de que en el fondo se trata de la redención de tres fracasos.

Luego aparece la mosca cojonera llamada Vox, excluida del acuerdo como medida profiláctica. Higiene básica. No obstante, ahí quedan las huestes de Abascal campando a sus anchas. Lo mejor que podrían hacer es no presentarse si de verdad quieren fortalecer este Frente Nacional a la navarra. Es mucho pedir. La entente les cierra unas puertas pero también les abre otras, y más en una tierra históricamente proclive al palo duro. A la derechona le quedan dos opciones, y Vox ocupa una de las dos.

Al PSN se le plantean varias incógnitas. En cualquier caso, a priori se ve beneficiado del Pacto de Esparza, que le acota un espacio electoral donde sentirse cómodo, y siempre tendrá la llave del futuro Gobierno. Teóricamente le regalan más cartas con que jugar la partida final. Puede y debe pescar más electores de la coalición de derechas, que los votos que pierda por temor a un posterior pacto con los nacionalistas, de dudosa aceptación en su masa social, principalmente en la Ribera. 

El papel socialista a futuro dependerá aquí de los riesgos que asuma para superar su indefinición y, sobre todo, de los acuerdos que necesite Pedro Sánchez en Madrid. Si necesita del PNV, algo previsible, María Chivite tendrá obligación de entenderse con Uxue Barkos. Las elecciones generales darán las pistas al respecto, también al resto del ‘cuatripartito’, momentáneamente en un estado de ‘shock’ que deberá superar con algo más que palabrería.

La ampliación del espectro político con la irrupción de nuevas siglas ha roto el rutinario bipartidismo PP-PSOE en España, y aumentado la complejidad  parlamentaria de Navarra, ya acostumbrada a siete formaciones, últimamente ocho con la escisión de Podemos. Ante tal proliferación de siglas, las matemáticas electorales suelen causar estragos. Mejor adelantarse, facilitar al elector el camino a las urnas.  Pero, claro, nunca llueve a gusto de todos y, pese al precio a pagar, el futuro a corto, medio y largo plazo no deja de resultar incierto por mucho que el Pacto de Esparza quiera aclararlo.


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