• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / osasuNAvarra

Osasuna supo tener pero no acertó a mantener

Por José Mª Esparza

La impotencia final, con el entrenador y director deportivo en medio de la tángana final, expresa el estado anímico rojillo. Sólo faltó el ‘factótum’ en el césped del Tartiere para acabar de liarla del todo.

Partido entre Osasuna y el Oviedo LALIGA 123 (7)
El portero de Osasuna, durante un momento del partido entre Oviedo y Osasuna. LALIGA 123

La derrota de Osasuna guarda una lectura con la que un sofrólogo haría maravillas. Se ve un equipo inseguro, frágil, tembloroso. Justico. No acaban de salirle las cosas, con la consiguiente merma de confianza.  Avanza poco a poco, pero no como desearía sino como buenamente puede, sobre todo fuera de casa. Le cuesta demasiado. No logra consolidar su juego ni su posición. En Oviedo no pudo disimularlo.  Se vio con un gol a favor y le entró el vértigo, el pánico. Una escuadra engreída habría aprovechado para humillar a otra incapaz de disparar a puerta hasta el minuto noventa, el de su segundo gol. Pero los rojillos no están para tirar cohetes. Quisieron aguantar, nada más.

Jugar a mínimos siempre entraña más riesgos. Nunca gana quien juega a pequeña. Encontrarse un gol a principio de partido perjudicó al equipo de Jagoba Arrasate. Tuvo la victoria, la saboreó incluso, tanto que la protegió con todas sus fuerzas, pero se equivocó en las formas. Especuló. Con noventa minutos por delante hay que ir a por más, nunca confiarse a la endeblez del rival. Un error o una genialidad del contrario te convierten de verdugo a víctima en un plisplás. Como sucedió en el Carlos Tartiere. El pobre trata de mantener lo poco que tiene, difícilmente aspira a más, y así difícil salir de la miseria. Imposible.

El partido comenzó, por tanto, mediatizado por un tempranero gol que le vino grande a Osasuna. No lo supo gestionar. En lugar de ir a machacar a un rival descompuesto, silbado por su público, incapaz de tirar a puerta y hundido anímicamente, los rojillos se limitaron a contemporizar. En la primera parte todavía mantuvieron el balón, aunque no sabían para qué. Perdieron la verticalidad.  En la reanudación se quedaron también sin la pelota, cediendo ante el empuje ovetense, que no el juego. Increíble, pero cierto.

En la primera mitad, con el gol a favor desde el tercer minuto, los rojillos jugaron a lo Diego Martínez, para entendernos. A nada o, mejor dicho, a que no jugué el contrario. Lo consiguieron. Lo que pasó después es que ese mismo rival, como no sabía y tampoco podía, tiró de otros argumentos: de ganas, de empuje, de correr más, de lucha. La misma grada que le había silbado comenzó entonces a jalearle. Entre unos y otros empataron en una jugada desgraciada que además dio la vuelta a la dinámica del partido. Los papeles se invirtieron.

Lástima que Unai García, el mejor hombre de Osasuna en este primer tramo de temporada y que había marcado el gol rojillo, anotara también el autogol. No lo merece, y para nada debe minarle su ánimo o confianza. Es el cimiento sobre el que se apoya el resto de un edificio que ya había desaparecido como tal en esa fatídica segunda parte. Con su repliegue, con su paso atrás,  perdió el tesoro más preciado hasta entonces, el control de la medular. Y tras el empate se quedó sin el otro argumento del que había vivido hasta entonces, la superioridad en el marcador. A partir de ahí todo fue a peor.

No merece la pena hablar de actuaciones individuales, todas trastocadas además por el desbarajuste táctico del segundo tiempo. Como botón de muestra sirva decir que el técnico tampoco acertó con los cambios. Trasmitió mensajes equívocos. Quitó a un delantero, Barja, para dar salida a un banda defensivo, Nacho Vidal. Después eliminó a su apuesta novedosa en el once, Torres, y sacó a Xisco, especialista en jugar de espaldas y defender el balón, pero tampoco. Y el último cartucho, el defensa David García por el delantero Brandon, vino obligado, a la desesperada, tras la expulsión de Lillo. Cuatro minutos después vino el gol de la derrota.

Una pena que se escapara esta victoria que se tocaba con las manos, y que habría supuesto un subidón de campeonato. Sin embargo, hubo cosas para tirar de ellas hacia arriba, caso de la salida en tromba o el orden táctico de la primera mitad. Parecía que volvieron los indios. También la actitud del equipo, que en Oviedo quedó sin recompensa por otras razones, resulta otro argumento para confiar en que el futuro debe ir a mejor.


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Osasuna supo tener pero no acertó a mantener