• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / osasuNAvarra

A Osasuna le pillan la espalda

Por José Mª Esparza

Demasiado castigo para los rojillos, pero en el fútbol mandan los goles y la Ponferradina desbarató a conciencia la contención táctica de Martín.

El tercer gol refleja lo sucedido. Saque de puerta de Santamaría, peina Melero en el centro del campo, y Yuri pilla la espalda a David García y Lotiés. En el primer gol sucedió lo mismo en un contragolpe que culminaron dos atacantes ante cuatro defensas, y el segundo llegó en una falta más que dudosa, porque Berrocal se tropezó en Aitor Buñuel. Tres acciones puntuales, tres errores y tres goles que desfondaron a Osasuna. En El Toralín planteó el partido como en Valladolid, defendiendo en campo contrario, ahogando el juego del contrario, pero la Ponferradina supo salir de ahí como el Alcorcón  siete días antes en El Sadar, buscando el agujero en la línea defensiva final. El técnico local, José Manuel Díaz, dejó claro que había estudiado a conciencia los dos últimos partidos de los hombres de Martín Monreal.

Los cambios en la alineación, el puzzle de nombres que confeccionan los onces iniciales de Osasuna proponen un acertijo al espectador, aunque el planteamiento sigue siendo el de siempre. En El Toralín, por ejemplo, David García adelantó su posición y la retrasó Lotiés, pero el esquema repetía los hombres atrás reforzados por el doble pivote. La apuesta defensiva inicial resulta diáfana, lo cual tampoco sorprende. Entra en la lógica plantear así un partido a domicilio. El problema es atarse a ella con excesivos efectivos, y eso que en Ponferrada los rojillos reaccionaron antes de lo que acostumbran. Aún así, pese al marcador en contra desde el quinto minuto, no pisaron área hasta un cuarto de hora después, y no crearon peligro hasta la segunda parte. Demasiado tarde para un equipo que acostumbra a solventar por marcadores muy ajustados.

Martín se aferra al esquema defensivo que tan buenos frutos le ha dado, pero sigue encontrando problemas insalvables, especialmente en el centro del campo, cuando los aciertos del rival o los desajustes propios le invalidan la apuesta inicial y se ve obligado a dar algo más. Ante la Ponferradina no llegó la respuesta táctica hasta la segunda mitad, cuando remontar dos goles era poco menos que imposible. Entonces Oier pasó al lateral derecho en vez del sacrificado Aitor Buñuel, David García volvió a la defensa, Olavide se emparejó con Torres, y Merino se quedó un poco por detrás. La presencia rojilla creció en la medular, y el ataque se elaboró de forma más hilvanada que en el empuje final de la primera mitad. El equipo mantuvo más el balón, jugó con mayor sentido. Pero, claro, en esa tesitura el problema se llama gol, y Nino en particular y el conjunto en general los dosifican a conciencia. Cuesta una enormidad crear ocasiones, y si luego no se toman las mejores decisiones en ellas…

Este Osasuna no acaba de armar un bloque fluido en las transiciones desde atrás hacia adelante. Le cuesta encontrar un sistema compacto, sin fisuras, lógico también en una plantilla sin la madurez necesaria, que lucha y se entrega, pero que se encuentra en fase de construcción. Falta todavía un trecho hasta que Merino tome los plenos poderes en la parcela creativa con Olavide y Berenguer de lugartenientes. Entre tanto toca nadar y guardar la ropa, es decir, aguantar. En el fondo es lo que trata de hacer el técnico, que pese a las entradas puntuales de jóvenes refrescos en cada once titular, el peso del equipo lo ha devuelto a jugadores más veteranos. La continuidad se les escapa hoy a los hombres del mañana. Hay que esperar.

Por todo esto, hay que situar en su justo contexto al resultado de Ponferrada. Quizás duele por la bofetada que supone a las expectativas creadas, porque complica la consecución del objetivo marcado para antes del parón navideño, y también porque puede resultar excesiva para el comportamiento de un Osasuna que dio la cara y mantuvo el tipo. Pero la derrota responde a la idiosincrasia más profunda del fútbol, entra en las posibilidades reales, y más en un grupo que debe rentabilizar sus efectivos al límite, entre otras razones porque ya no sorprende a los rivales con sus planteamientos. Los debe desarrollar a la perfección para imponerlos sobre el contrario de turno.  


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