• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / osasuNAvarra

Osasuna se pierde sin saber a qué juega

Por José Mª Esparza

Se trata de un proyecto para subir y ya suma en El Sadar más puntos perdidos que ganados. Además, la cuarta derrota convierte a otro equipo en rival directo. Todavía peor que los números es la sensación que deja este Osasuna con su juego.

Partido de Liga entre Osasuna y Tenerife disputado en El Sadar (30). IÑIGO ALZUGARAY
Partido de Liga entre Osasuna y Tenerife disputado en El Sadar. IÑIGO ALZUGARAY

El Tenerife ganó. ¿Merecidamente? Hizo su partido, anotó un golazo y sufrió muy poco peligro en su área. No necesitó más para llevarse los tres puntos. Así que victoria incontestable. Salió decididamente a contrarrestar a Osasuna. Le sometió a una presión agobiante por todo el campo, no le dejó jugar por bandas y le ahogó por el centro, donde se impuso con claridad. Por lo menos sabe a qué jugó. El cuadro de Diego Martínez, una vez más, quedó a merced del rival, al principio sin prisa, como acostumbra. Luego, con el gol en contra, pisando el acelerador inútilmente. Se encontró roto, desdibujado y sin ideas. En realidad así se mostró la práctica totalidad del encuentro.

Diego Martínez planteó su partido acostumbrado, a merced del rival, sin imponerse, dejando pasar los minutos a la espera de nadie sabe qué. Tampoco salió del vestuario tras el descanso dispuesto a resolver. Los isleños se sentían igual de cómodos. Jugaban al cero-cero, pero vieron el 0-1 más cercano que el 1-0. Les bastaba con maniatar a los rojos, lo consiguieron, adelantaron líneas y tocaron la gloria con el golazo por la escuadra de Acosta, que disparó sin que nadie le estorbara mínimamente. Solo a partir de ahí espabiló el técnico rojillo, pero el gol les pesó como una losa, sobre todo anímicamente. Quemó naves el míster, pero ni siquiera acertó a resolver el desbarajuste.

El técnico gallego repitió 4-2-3-1, algo que decididamente tampoco dice mucho. Importan más las consignas con que estos jugadores salen del vestuario. No pisar área rival hasta el cuarto de hora, y no volver a hacerlo hasta el minuto 38 resulta toda una declaración de intenciones. El público se desesperaba. De nuevo veía a los suyos jugando a nada. Los extremos a pie cambiado acabaron tratando de entrar por el centro, donde Fran Mérida hace la guerra por su cuenta porque nadie le sigue, y Torró acaba igualmente desesperado. Les busca por delante Borja Lasso, que trata de hacer todo pero no le sale nada.

Ni por banda, ni por el centro. El equipo poco a poco se descompone y, lo que es peor, se ve incapaz. Impotente. De nuevo, pierde confianza, se rompe, sigue a merced del contrario. Se desespera. Los jugadores han vuelto a donde estaban, a no creer en sí mismos. La pitada con que la grada les despidió al saludar tras el partido resultó reveladora. En el fondo no la merecían ellos, sino el banquillo que les obliga a no jugar a nada, a estrellarse de forma tan humillante en su feudo ante cualquier rival. Con esta derrota, Osasuna ha dejado escapar más puntos de El Sadar, 26, que los sumados, 25. Números muy pobres para un proyecto ganador.

El juego realizado ante el Zaragoza ha quedado de nuevo en puro espejismo. Ya quedó así afirmado en el Miniestadi, donde una mano milagrosa de Sergio Herrera marcó la diferencia entre el 1-1 y el 0-2 logrado en la segunda llegada y última del partido. En Barcelona, como en Pamplona, el míster ha vuelto a jugar como siempre, a esperar, a depender del rival, sin personalidad, esperando la oportunidad, que apenas medio llegó y careció de acierto. El técnico ha perdido la credibilidad. Hasta cuando pide el apoyo de la grada y demás tópicos que le ha hecho llegar el ‘factotum’ Fran Canal, suena hueco, a vacío.

Pese a las llamadas a la afición, las ofertas de entradas, la recolocación de abonos y lo mucho que se juega el equipo en estos últimos diez partidos, la respuesta del aficionado resultó muy mejorable. Menos de 13.000 espectadores. Son vacaciones, de acuerdo, pero no es menos cierto que el equipo no engancha, que a la grada le pueden el aburrimiento y la decepción. Se quema y estalla. Ni juego, ni resultados. Así el objetivo se aleja. Entrar en acceso directo ya se había puesto casi inaccesible con los puntos dejados escapar. Exigía prácticamente ganar los diez partidos y ya se ha perdido el primero. La lotería de la promoción parece más asequible, pero jugando así, a nada, también acabará igualmente imposible. Si no lo arregla el ‘factotum’.


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