• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / osasuNAvarra

Osasuna hizo virtud de la necesidad

Por José Mª Esparza

El golazo de Roberto Torres premió el esfuerzo del equipo de Martín, que hizo más goles que ocasiones, y decidió un encuentro que el Éibar no supo gestionar confiado en su tempranero gol. 

Osasuna obtuvo su primera victoria de la temporada gracias al trabajo, a la presión, a las ganas. Superó a un Éibar que lo vio demasiado sencillo tras noquear a los navarros con un gol en el primer minuto, que perdió los papeles, es decir, el tempo del encuentro, las claves del juego. Sin embargo, Osasuna no fue mejor con el balón. Las estadísticas estrictamente futbolísticas (posesión, pases, etc) favorecen a los armeros que fallaron precisamente donde más fuerte se mostró el equipo de Martín, en la intensidad, en la necesidad.

En toda la temporada había mostrado una coherencia similar. Con ella desarboló al equipo de José Luis Mendilibar que pese a intentarlo, incluso con más argumentos que los navarros, no dio con las claves de un encuentro que había dejado escapar.  

Las constelaciones unieron sus fuerzas  para que ganara el equipo navarro, y es preciso decir que no lo logró precisamente por juego. O se analiza esto con toda su crudeza o los tres puntos de Ipurua no pasarán de ser pan para hoy y hambre para mañana. Hubo bloque, líneas juntas, pero también más goles que ocasiones. El primer gol llegó en una acción aislada, cuando Osasuna deambulaba absolutamente roto.

Un balón colgado por Berenguer supo aprovecharlo un  Sergio León en estado de gracia, que por ello también rentabilizo la pifia de la temporada de Asier Riesgo. El tercer gol sí que fue de ‘chapeau’. Una genialidad de Roberto Torres que podrá enseñar a sus nietos lleno de orgullo. Un golazo que premió el esfuerzo del conjunto, pero fruto de otra acción aislada.

Se quiera o no, Osasuna hizo menos ocasiones que goles cuajó. El Éibar fue de más a menos y el equipo de Martín  al contrario. Quizás el empate habría sido más justo en el cómputo global, pero es que en el punto donde se encontraron ambas trayectorias benefició a los navarros, entonces a favor de corriente y en las coordenadas donde justo habían planteado el choque, en una defensa creíble.

No como la que achicó balones ante el Las Palmas, sino defendiendo en bloque, con presión, incomodando. A partir de ahí Martín jugó a lo que mejor sabe hacer, y esta vez sí, lo hizo también como mejor sabe.

La media hora final recordó a cualquier partido de la temporada pasada, o al primero de ésta en La Rosaleda. Después, el míster se permitió su primer guiño consigo mismo sacando a Otegui, y el segundo haciendo lo propio con Javi Álamo apuntalando el lateral derecho de la defensa de cinco para dar más libertad a Oier. Ya nadie le podrá decir para qué están ambos dos si no juegan. Pura anécdota.

No obstante, sabido es que está táctica puede resultar traicionera. En cualquier acción sesgada puede irse al traste. Así le ocurrió al Éibar. Con ventaja en el marcador creyó que podría ganar de calle defendiendo el gol favorable y colgando balones por encima de la defensa a base de juego directo, y cuando abrió los ojos fue demasiado tarde.

¿Salva la cabeza Martín? Ojalá. Pero solo él tiene la palabra. En Ipurua, por fin, piso suelo. Empezó desde abajo y así construyó la victoria pese al gol inicial en contra, que a la postre le benefició en el cómputo global. Tuvo mala suerte en ese tempranero gol, pero finalmente le acompañó la diosa Fortuna por lo mal que lo gerenciaron los armeros. El fútbol le premió  el trabajo del equipo de Martín, centrado en lo que mejor sabe hacer y que le llevado a dónde está.

No hay que volverse loco en abarcar mucho, sino ser eficaz rentabilizando lo que uno mejor sabe hacer. En cualquier caso, la victoria quita peso de las botas. Regala frescura, claridad de ideas y mejoría sustancial en la tabla clasificatoria, si bien puramente provisional.

Es preciso hacer buena el viernes ante el Betis. Si no, de poco habrá servido la ayudita que entre Mendilibar y Riesgo le prestaron a Martín Monreal, que se equivocará si saca pecho de una victoria en ocho partidos. La continuidad debe demostrar que los tres puntos de Ipurua son algo más que pan para hoy y hambre para mañana.


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Osasuna hizo virtud de la necesidad