• jueves, 18 de abril de 2024
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Opinión / osasuNAvarra

El merecimiento colmó la necesidad

Por José Mª Esparza

El choque de trenes de dos equipos parecidos alumbró un partido físico, poco brillante, intenso, al ritmo del corazón y la necesidad, con tantas ganas como miedo. Al final, esta vez funcionaron los cambios y Osasuna sumó tres vidas.

Partido entre Osasuna y Eibar, correspondiente a la jornada número 22 de La Liga, disputado en el estadio de El Sadar de Pamplona. MIGUEL OSÉS
Partido entre Osasuna y Eibar, correspondiente a la jornada número 22 de La Liga, disputado en el estadio de El Sadar de Pamplona. MIGUEL OSÉS

Hay partidos donde lo único importante es ganar. Lo demás, que se vaya al carajo. No cuenta. Cierto que normalmente se impone quien mejor lo hace, como así ocurrió, pero sin importar si el vencedor es el tuerto en el país de los ciegos, o que lo haya hecho todo rematadamente mal. La victoria todo lo bendice cuando se trata de tres puntos de vida o muerte. Si encima el equipo sabe dar la cara, mantenerse en el partido con dignidad y, definitivamente, jugar mejor sus bazas, es que no se puede pedirle más. La victoria ante el Eibar bien podría haber acabado en empate, pero esta vez Osasuna y su banquillo acertaron más y mejor en el arreón final.

Decir que Jagoba Arrasate sorprendió con el once titular es mucho decir, porque realmente sorprende cuando no lo hace. El hecho es que dejó en el banquillo a Moncayola para apostar por un doble pivote con Torró de pieza fija y Oier de móvil, que le funcionó a la perfección en el arranque de partido, cuando el equipo marchó decidido adelante en busca de un gol que regalara la manija del juego posterior. Se trató de un primer tramó del encuentro que sorprendió a los eibarreses, acosados por todos los lados, sin capacidad de respuesta hasta verse obligados a despertar. Veamos.

Tanto Rubén García como Barja desbordaron hacia arriba para encontrar a la doble punta Calleri-Budimir. Además, y esto resultó vital, los dos laterales, Manu Sánchez y Nacho Vidal, entendieron perfectamente la necesidad de apoyar el desdoble cuanto más arriba. Así llegaron el dominio, las ocasiones y el gol de Calleri, más correoso, libre y participativo que Budimir. El argentino también supo estar en el momento adecuando en el lugar oportuno. A partir de entonces surgieron los problemas. Quizás entró el miedo o se trató de mal de altura, pero también de algo más. El fútbol norteño, aunque sea sin barro, lo suelen decidir detalles. Veamos.

El centro del campo rojillo notó que estaba en inferioridad a la hora de defender, que es lo que tocó a raíz del paso adelante del cuadro armero. Echaba en falta a Moncayola. Poco a poco los armeros se hicieron con el balón, con el control del juego, comenzaron a disfrutar de ocasiones y… empataron. Mal asunto. En el choque de trenes los eibarreses tenían más hierro, más acero, más músculo del que tiraba la magia de Bryan Gil. Partieron por la mitad a Osasuna, que había atacado junto, pero que se vio con las líneas descoordinadas para defender. En el arranque de la segunda mitad tampoco hubo demasiada mejoría, hasta los cambios. Veamos.

El cuadro guipuzcoano se vio cómodo y, a continuación, con el partido controlado, cometió el tremendo error de no dar por malo el punto. Osasuna necesitaba cambiar la dinámica o el partido caminaba hacia un empate irremediable. Movió ficha Arrasate al introducir a Torres y Moncayola por Barja y Oier. Acierto pleno. El de Garinoain apuntaló la medular, le dio empaque, poderío. Por su parte, el de Arre dirigió la contienda desde la banda derecha, la menos propicia hasta entonces. Cambió el juego, aportó disparo lejano, y Osasuna volvió a ir a por el partido. Faltaba un último retoque. Veamos.

Se rompió Calleri el incansable, el infatigable, el guerrero. A temblar, porque calentaba Enric Gallego. Al menos el forzado cambio obligó al técnico a respetar la presencia siempre necesaria de Rubén García. Afortunadamente entró Adrián, quien además de coger minutos se movió entre líneas y fijó a Budimir en la punta. Suyo fue el peinado que dejó al serbio el balón del triunfo final. No se podía pedir más. El Eibar quedó noqueado, sin tiempo y sin fe. Si los cambios mataron a Osasuna en el ‘Bonito’ Villamarín, esta vez le resucitaron.

Los calificativos a la victoria, a los tres puntos, ya los pondrá el aficionado a lo largo de la semana, cada vez que mire la tabla clasificatoria o, simplemente, recuerde el partido.


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El merecimiento colmó la necesidad