• miércoles, 24 de abril de 2024
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Opinión / osasuNAvarra

Martín no sabe cómo jugar a ganar

Por José Mª Esparza

Hasta el minuto 40 no tiró Osasuna a puerta. Durante toda la segunda parte, apenas sumó otros dos disparos. Así es casi imposible ganar un partido, máxime en casa y si el rival viene a empatar.

Osasuna tiene un problema, y gordo. No sabe jugar a ganar. Lo intenta, mantiene el balón a duras penas, procura llevar el peso del partido, pero ¿qué pinta Alex Berenguer de defensa? Le salió mal ante el Zaragoza, que anduvo desquiciado. Ante el Tenerife le ocurrió lo mismo, pero de otra forma. En la primera parte dedicó más energías mirando al banquillo, para ver qué le pedía Martín con sus aspavientos, que jugando el balón, que es lo suyo.

En la segunda, cuando le fue definitivamente permitido dar un paso adelante, los isleños ya tenían controlado el partido, pese a lo cual las galopadas del canterano resultaron de lo poco destacable en ataque, lo mismo que los dos detalles acostumbrados del ‘Flaco’ Olavide. Y pare usted de contar. Poco o nada más. Si Martín quiere jugar con defensa de cinco, en El Sadar y con todo a favor, que lo haga. Está en su derecho, pero que lo reconozca, que no disimule su planteamiento, suicida en estos momentos. Anodino, vergonzoso. Ya no vale sumar de uno en uno.

Hay que definir mejor las intenciones, hay que salir a comerse a un rival como el Tenerife, no resulta de recibo dar alas a rivales sensiblemente inferiores. Sucedió lo mismo en Albacete, aunque de otra forma. Esta vez en El Sadar los rojillos se hicieron dueños del balón, e incluso del juego, pero los isleños mandaron en el control del encuentro. Nunca vieron peligrar el resultado por el que luchaban.

Lamentablemente, hubo fases del juego en las que además marcaron también el ritmo, e incluso la posesión, para sonrojo del técnico de Campanas, que perdió los papeles en la rueda de prensa como en el campo, aunque esta vez no los lanzara contra el césped. “No me vais a quitar ni un granito de felicidad”, dijo. “Tenemos 47 puntos y parece que vamos a descender", añadió en plan víctima. Y tampoco es eso. Hay que saber reconocer. De la misma manera que sacaba pecho instalado en el ático debe reconocer ahora sus miserias, sus dificultades para salir del atolladero a que le somete cualquier equipo con inusitada facilidad.

En esta ocasión entregó la manija del juego a Otegui, algo que el mendaviés agradeció con detalles dignos de todo elogio. Cortó mucho y repartió todo el juego que pudo, tanto que mereció un diez, pero siempre con arreglo a sus posibilidades, que serán muchas más en un futuro venidero.  Pero compararlo con Merino resultaría extemporáneo, tanto que hubo fases en que Roberto Torres tuvo que colocarse en esa posición estratégica donde se divisa el juego de todos los compañeros, mientras De las Cuevas tuvo que ser sustituido, como el propio Otegui, porque por encima de detalles aislados, por su sobresalientes que parecieran, ninguno de los dos encontró su sitio en el campo, un lujo que no puede concederse este Osasuna. El centro del campo careció de orden y concierto.

Algo parecido ocurrió adelante, donde si viviéramos en el Medievo podría decirse que Nino tiene derecho de pernada. Sigue jugando como si Urko Vera no existiera, lo ignora, no se entiende con él. Su aportación se extingue, se apaga como una cerillla húmeda.

Pero ahí sigue, como un alma en pena. Da igual, tiene las bendiciones de su técnico. En lugar de exabruptos y palabras malsonantes, si Martín analizara fríamente el partido, el soporífero partido, tendría que explicar por qué su equipo no creó ante el Tenerife dos ocasiones de peligro en los noventa minutos, por qué Urko Vera jugó más fuera del área, tratando de cortar la salida de balón isleña, que como referente en la zona de peligro, a donde por otra parte apenas llegaron balones. Un desastre. A esto no debería jugar ahora Osasuna. Efectivamente, no está en peligro de descenso, sino a todo lo contrario.

Tiene 47 puntos y debería jugar a ascender, algo que en El Sadar pidieron 15.000 espectadores, pero el técnico obvia.


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