• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / osasuNAvarra

La ley del fútbol se lleva por delante a Martín

Por José Mª Esparza

Cuesta imaginar a Martín fuera de Osasuna, pero ya es una realidad. Siete puntos en once partidos tienen la culpa. Cambio de ciclo. Todo el agradecimiento al técnico de Campanas y el apoyo al sucesor, Joaquín Caparrós, para que logre sacar a flote a Osasuna.

Enrique Martín firma su contrato de renovación como entrenador de Osasuna en presencia del presidente del club, Luis Sabalza (7). IÑIGO ALZUGARAY
Enrique Martín firma su contrato de renovación como entrenador de Osasuna en presencia del presidente del club, Luis Sabalza (7). IÑIGO ALZUGARAY

La ley del fútbol, inexorable, vuelve a dictar sentencia. Nadie puede ir contra los números, ni siquiera Enrique Martín Monreal en su club, Osasuna. La cuarta derrota en El Sadar, donde no ha sumado ni una victoria en seis partidos, termina con el principal protagonista del ascenso a Primera División, donde no ha acertado ni con un sistema de juego, ni un equipo definido, ni con unos resultados acordes con las expectativas. Apenas siete puntos de 33 posibles no aseguran que el equipo rojillo pueda competir por la permanencia. Lo dicen los números, la ley del fútbol.

Enrique Martín quedará en la memoria más agradecida del osasunismo por evitar dos descensos a Segunda B, así como lograr un ascenso a Primera, categoría en lo que no ha gozado de la misma suerte como entrenador. Descendió al equipo en la temporada 1993-94 y ha sido destituido en ésta. Su brillante y sorprendente campaña del ascenso, con los inmensos beneficios que ha traído al club en forma de millones de euros y revalorización del patrimonio deportivo, quedará grabada en la memoria del aficionado. Pese a que el fútbol no tiene memoria, el recuerdo que deja Martín borrará la irregular marcha del equipo en estos once partidos.

Cierto que con el presupuesto que compite Osasuna no puede optar a grandes logros, pero tampoco a verse descendido en Navidad, que es a donde le conduce la pendiente en que se desliza. El nuevo entrenador no garantiza el revulsivo necesario, en realidad nadie lo puede hacer, pero lo intentará con otros modos y maneras que al menos cambiarán la dinámica existente. Los jugadores son quienes más necesitan el cambio. Demandan algo nuevo en que creer. Las caras y gestos tras el gol del Alavés, y hasta el nivel de competitividad posterior, expresaban una preocupante falta de fe.

La plantilla necesita confiar en un proyecto, y el de Martín se había agotado entre cambios continuados de sistema y desconciertos del jugador. Excepto a la media docena de intocables, al resto le resultaba difícil entender su rol en el vestuario y en el campo. Con el nuevo míster parten ahorra todos de cero, si bien algunos ya saben que sus opciones han mermado en este tiempo. En tales circunstancias, y también por el bien de sus carreras deportivas, lo aconsejable será buscar un nuevo destino en el mercado de invierno, algo que servirá para reorganizar una plantilla demasiado gruesa, con una treintena de efectivos.

Hay que reorganizar la plantilla, y también apuntalarla en el mercado invernal, pero sobre todo hay que rentabilizarla. Al final, parece que Martín había dado más o menos con un equipo tipo, pero le seguía fallando el sistema, la forma de encontrar la eficacia de sus hombres. Lo ha intentado todo: con cuatro o cinco defensas, un pibote o dos, dos puntas o uno, con o sin extremos, tres o cuatro centrocampistas. Tanto rizó el rizo que llegó a alinear cuatro laterales, para acabar diciendo tras la derrota del Alavés, que él no cree tanto en el sistema como en la entrega de los jugadores. Ni una cosa ni otra, sino las dos y coordinadas con eficacia.

Quizás, Martín lo habría tenido más fácil aplicando en Primera las cuatro ideas básicas con que triunfó en Segundacomenzando pequeño para hacerse grande. No lo hizo y se creó un problema grave con la categoría, quizás derivado de la óptica que aplicó al principio del campeonato. Con aquellos mensajes de disfrutar la Primera, que no pasa nada si se desciende, buscaba quitarse presión él y rebajar la del equipo. Error. No podía jugar cara a cara a clubes de potencial muy superior, caso del Madrid en el Bernabéu, porque se la fueron partiendo uno tras otro.

No hacía falta volverse loco, sino centrarse en las verdades más elementales del fútbol. Decir que los partidos se han ido en pequeños detalles es una forma sesgada de ver la realidad. Los partidos se pierden porque no metes tantos o más goles que el rival. Para hacer gol hay que pisar el área rival, como por fin hizo Oriol Riera en Bilbao, y si te cierras en la tuya te acaban cosiendo, como el Las Palmas en El SadarLa derrota quema, y sobre todo a los jugadores, que son quienes saltan al escenario y se dejan allí la vida. Si la sufren una jornada tras otra acaban perdiendo la fe, y eso es lo que ha ocurrido.

Al final, hasta el propio Martín ha acusado la mala racha. “Nosotros llegamos hasta donde llegamos” dijo tras la derrota ante el Alavés con un semblante que no guarda ninguna relación con cualquiera de sus anteriores comparecencias ante los medios de comunicación. La fama de motivador que le acompaña como entrenador no le ha servido en una categoría que también exige un nivel futbolístico que el equipo no ha acertado a dar. A la Primera División solo se le coge el pulso jugando a fútbol, lo demás suma, ayuda. No aguanta ningún otro discurso, y eso le ha tocado vivir a Martín, todo un prestidigitador de la palabra y los gestos, en toda su crudeza en su propia casa.

Cuesta decir que Enrique Martín ya es historia en Osasuna, que aterrizará en Tajonar su sustituto, Joaquín Caparrós, un hombre que siempre ha querido entrenar a Osasuna. A quien sea, por el bien del club, hay que desearle la suerte que le ha faltado a Martín, y también que consiga perforar el corazón del osasunismo con la misma intensidad que la ‘bruja’ de Campanas. Significará que ha sacado a Osasuna a flote. Es lo que importa.


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