• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / osasuNAvarra

De taconazo a taconazo, Osasuna huye del descenso

Por José Mª Esparza

Trece partidos sin ganar y dos victorias consecutivas. A disfrutar. De aquí a la Europa League, dirán los forofos. Nada de eso. Estas victorias tienen una parte de merecimiento y muchas de moneda al aire.

Partido entre Levante y Osasuna disputado en Valencia en el Estadio Ciudad de Valencia. CA OSASUNA
Los jugadores de Osasuna celebran el triunfo al terminan el encuentro frente al Levante en el partido disputado en Valencia en el Estadio Ciudad de Valencia. CA OSASUNA

Osasuna calza botas de siete leguas en la clasificación a golpe de taconazos. Uno de Rubén García, y Manu Sánchez la pone a Calleri frente al Eibar. Un segundo del mismo jugador, y Barja la sirve a Budimir en el Ciutat de Valencia. Osasuna camina a base de los taconazos de Rubén García. De acuerdo que necesitan interpretación posterior, y ambos han encontrado debida continuidad en forma de asistencia y gol. En su antiguo estadio, Rubén García no hizo, ni de largo, su mejor partido de rojillo y, sin embargo, la chistera de este futbolista irrepetible hizo posible la segunda victoria consecutiva tras trece partidos sin lograrla.

El jugador más mágico de Osasuna ya hace soñar a los más forofos con un puesto en la Europa League, y nada más lejos de la realidad. Simplemente, un taconazo y su posterior ejecución desatascan sendos encuentros condenados al empate, y acercan a Osasuna a las nubes. Invitan a soñar tras la penuria sufrida durante trece jornadas trece. Nunca hay que sustituir a Rubén García porque sí, sino como en el Ciutat de Valencia, cuando no puede más. Su bota es única e irrepetible, como la de Roberto Torres. Ambos lo saben, y también que la del valenciano interpreta más partituras.

No hay que olvidar a Sergio Herrera, otro protagonista fundamental de estos tres puntos. Es un portero genial, capaz casi siempre de lo mejor, y algunas veces de lo peor. Así son los genios. Impredecibles. Su cómputo general resulta positivo, igual todavía más que el de Rubén Martínez, pero éste no provoca infartos de miocardio. Ganó Osasuna gracias al golazo de Budimir, y gracias también al penalti detenido por Sergio Herrera a Morales. La máxima asegura, me lo repetía mi padre una y otra vez, que en un penalti no acierta tanto el portero que lo detiene como falla quien lo lanza. La moneda al aire que decíamos.

Feo partido de los dos equipos, atrancado, pesado, aburrido, sin chispa alguna. Ambos salieron al empate, guardando las espadas en alto hasta la media hora final. Una hora de partido en la que no ocurrió nada de nada. En el Levante porque así lo habían planeado, en Osasuna porque también. La posesión del 70%/30% favorable a los levantinos no miente. Los rojillos de blanco se limitaron a contener ínfulas, a tratar que con trabajo y orden no ocurriera nada, mientras los levantinos no supieron qué hacer con el balón en el pie. Llegaron más, etcétera, pero nada de nada con los suplentes y poco más con los titulares tras los cinco cambios.

Tampoco el equipo navarro supo qué hacer con el balón, porque ni siquiera lo tuvo. Si lo acarició fue para perderlo en el primer pase. Así hasta que Arrasate cambió el ataque en el minuto 70, diez después de lo acostumbrado. Sacrificó a Iñigo Pérez y Roberto Torres para sacar a Manu Sánchez por la izquierda, colocar a Rubén García por dentro, y dar la banda derecha a Barja. En la punta cambió cromos con la salida del infatigable Calleri y la entrada del príncipe Budimir. Mano de santo. Cambiaron las hechuras, y en una jugada puntual, pero una gran jugada, llegó el gol. Cuatro minutos después el penalti con tanto mérito de Sergio Herrera como pifia de Juan Cruz.

El partido iba camino del empate. Sin embargo, y todavía más en el fútbol más espeso, deciden los detalles pequeños, fruto de una jugada puntual o de una genialidad marca de la casa. Sucedió en el fútbol norteño frente al Eibar, sin barro pero con patadón y tente en pie, y ha vuelto a repetirse ante el Levante, donde Osasuna salió a contener y acabó con media docena de defensas. El caso es que dos victorias tras trece partidos sin lograr una sola, ambas gracias a un taconazos que sólo sabe regalar Rubén García.


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