• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / osasuNAvarra

Alguna vez tenía que ocurrir y ocurrió

Por José Mª Esparza

El partido era de 1-1, pero los nazarís tuvieron la suerte de cara en un remate de falta.  No fue mejor el Granada, simplemente Osasuna no acertó.

Los jugadores del Granada celebran el primer gol del equipo nazarí durante el encuentro correspondiente a la jornada novena de primera división que disputan esta noche frente a Osasuna en el Nuevo Estadio Los Cármenes, en Granada. EFE / Miguel Angel Molina.
Los jugadores del Granada celebran el primer gol del equipo nazarí durante el encuentro correspondiente a la jornada novena de primera división frente a Osasuna en el Nuevo Estadio Los Cármenes, en Granada. EFE / Miguel Angel Molina.

Partido bronco, feo, torpe, espeso, jugado a ratos, sin claridad, casi a trompicones. Ninguno de los dos equipos mereció ganar, ni tampoco perder. Hubo ocasiones por los dos lados, pero por derribo. Si peleas, aunque solo sea por estadísticas, deben llegar, pero nada más. La más clara, de Osasuna, precisamente.

Pero algo falla cuando un jugador, dos en Los Cármenes, se plantan sin éxito cara a cara ante el portero rival. Y van… La diferencia estuvo en el acierto a balón parado. Tres nazarís entraron a la vez a por el mismo balón en una jugada ensayada y ejecutada con éxito. Y poco más.

Tardó Osasuna en entrar en juego. La labor de contención le impidió ir a lo suyo, algo que consiguió poco a poco, hasta cumplir la media hora. Entonces el partido fue suyo y gozó de la flagrante ocasión, mientras los hombres de Diego Martínez sufrían y dudaban.

Fueron diez minutos de dominio rojillo, los mejores del encuentro, con esperanzas fundadas. Pero llegó el gol, que pesó como una losa. Anímica y futbolísticamente. Los jugadores de Arrasate miraban abajo, hacerlo a lo alto significaba quedar cegados, a oscuras. No veían nada. Esta vez pintaba mal. Todos sabían cuánto cuesta hacer gol al ex entrenador de Osasuna.

Efectivamente, Diego Martínez hizo un curso acelerado de entrenador en el año que pasó en Pamplona, donde dejó un recuerdo a olvidar. Una mala noche en una mala posada. Defender, defender y defender, a ver qué pasa, y mejor que no pase nada. En Granada cambió. Comprendió con claridad los errores de bulto que no debía repetir. Hay que defender, pero el fútbol es ataque, emoción, gol.

Así es su nuevo libro de estilo. Ante Osasuna le pesó su historial. Salió fiel a su nuevo talante, pero tardó media hora en retomar el viejo. Le bastó con ver a los rojillos tocar el balón para recuperar sus más puras esencias. El gol las sirvió en bandeja de plata.

Con tales premisas, no cuesta imaginar que la segunda parte fue de Osasuna, pero ¿y qué? Anecdótico. Poco les importó a los granadinos. Lo importante son los tres puntos, ellos los tenían y nunca los vieron realmente amenazados. Solo la acción de Roberto Torres a lo Pelé, de gran calidad y mucho mérito, les inquietó.

Fue la imagen del partido y quedará en la retina. Por lo demás, el equipo trabajó, nunca bajó los brazos, intentó triangular, cruzar balones o cambiar el juego una y otra vez, pero con tan poca confianza y menos éxito que acabó desquiciado. Terminar con diez resultó el mejor reflejo de la impotencia que sentían los hombres de Arrasate.

Ante las ausencias obligadas, el entrenador optó por cuadriplicarlas. Cambió el centro del campo al optar por Moncayola, que no lo hizo mal, en lugar de Mérida, y colocó a Darko Brasanac en el costado izquierdo. Aparentemente, le pudo resultar. Pero tampoco. Apuesta cumplidora, no ganadora. Atascada. No dio para más.

Tampoco hay que rasgarse las vestiduras. Esto solo acaba de empezar y lo ha hecho bien. Queda mucho camino, y será difícil. Afortunadamente, no imposible. La derrota tenía que llegar y llegó. Lo hizo en el Bernabéu asumida desde antes de salir a competir, y con otra lógica lo ha hecho en Los Cármenes. Nada irreparable.


POST DATA. Osasuna es mucho más que lo futbolístico (9). Interrumpimos el serial sobre El Sadar, prima la actualidad. Los Indar-Gorri, con su firma y escudo, han declarado que un jugador de Osasuna “no merece llevar la camiseta”, simplemente porque ha calificado de “enormes” a sus compañeros de selección por clasificarse para la Eurocopa, que se juega en Bilbao y según Indar-Gorri, de su puño y letra, “nos traerá más pobreza y represión”. Lo dicho se califica por sí mismo para calibrar el coeficiente intelectual del portavoz de Indar-Gorri y su particular procés. Pero eso a mí no me importa.

Lo que me tiene seriamente preocupado es que este grupo, Indar-Gorri, que legalmente ni existe, sea quien manda en la asamblea del Club Atlético Osasuna a través del ‘factótum’, absolutamente callado ante tal despropósito, porque dentro de una semana tiene que aprobar unas cuentas de sonrojo. Sí, de sonrojo. Resulta que los jugadores tienen la culpa del déficit por ascender. De vergüenza. Manipulación, engaño.

El presidente salió para reivindicar el papel de Osasuna como lugar de encuentro de la sociedad navarra. Le honra, aunque la frase suena tal cual, literal. Sin embargo, se ha eludido dejar su estigma en un comunicado tan contundente como aquél. ¿Quién manda en Osasuna? Desde luego, que los socios no. Solo algunos, los que el factótum quiso.


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