• martes, 23 de abril de 2024
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Opinión / osasuNAvarra

De UPN a PP y tiro porque me toca

Por José Mª Esparza

Estalló la tormenta en UPN y a continuación, sin digerirla todavía, salta en pedazos el PP. Crisis total en el centroderecha navarro y estatal, una crisis íntimamente ligada a la falta de liderazgo en ambas formaciones. 

Javier Esparza debe reconducir UPN. Por encima o por debajo de la crisis del primer partido navarro en votos, es decir, del terremoto causado por la indisciplina de Adanero y Sayas, debe analizar por qué ha llegado tal situación. Pese a que la decisión en conciencia de los dos diputados concluye en una evidente divergencia con las directrices del partido, reducir el voto negativo a la reforma laboral, a Pedro Sánchez, a un asunto de ’crimen y castigo’, significa seguir aferrados a la literalidad de los hechos, soslayar causas más profundas, las que explican la verdadera crisis de UPN.

No es que la deriva de UPN provocara directamente el voto de Adanero y Sayas en el Congreso, no. Lo mismo que tampoco Esparza puede escudarse en las votaciones de su Ejecutiva, consejo político, o las reuniones por Navarra con amigos, es decir, el caparazón con que se ha blindado dentro del partido, para encubrir su responsabilidad, su falta de liderazgo. La crisis de UPN campa desde mucho antes de que los congresistas hicieran caso omiso a los mandatos de Yolanda Ibáñez. No por ser mujer, sino por el relativo peso de esta secretaria general en el partido.

Casi paralelamente ha estallado la trifulca sin precedentes del PP en Madrid, con muchas concomitancias con la navarra, empezando en la pésima gestión con que han lidiado sus crisis. En vez de buscar el bien del partido, dinamitan día tras día su línea de flotación, su futuro. Cuando vienen peor dadas es cuando el votante no clientelista más mira dónde pondrá su voto. Ahí encuentra ahora a Javier Esparza y Pablo Casado presos de una preocupante falta de hegemonía moral. Si no aciertan a dirigir su partido, pensará, imposible un país.

No es fácil liderar un partido, arrastrar a los propios y ganar el respeto de los ajenos. Así escasean tanto en España y más en Navarra. A Pablo Casado le ha faltado fortaleza para imponer su fortaleza personal a cuantas le rodean. Quizás no la tenga. Los celos, el excesivo control (¡con espías!) a quien sobresale y los malos consejos han terminado de hundirle.

Lo mismo Javier Esparza, pero con una diferencia. Donde Casado dio una vuelta imposible al PP de la corrupción, lo regeneró con juventud y éxito, UPN ha ido a menos. Es un partido dormido, sin su identidad, con menos presencia que nunca y, tantas veces, desaparecido de facto. Decir que va dando tumbos significaría que al menos se mueve algo. Mientras Casado ha recuperado feudos socialistas como Andalucía, electoralmente UPN ha perdido hasta las siglas.

La lucha por el poder, o su defensa, resultan legítimas, en Madrid y en Pamplona, pero sin dañar la institución. La debilidad en que llegó Javier Esparza en 2015 le llevó a rodearse de una estructura de poder complaciente y alejar otras sensibilidades. Lógico en el equipo de gobierno, pero no tanto en la credibilidad de un partido. No quiso ni un díscolo entre los 232 miembros del Consejo Político. Esto, que no ayuda en épocas de estabilidad, perjudica, y mucho, cuando vienen mal dadas. La falta de autocrítica ausenta el sentido común e impone demasiadas vísceras, como escenifica la última crisis de UPN.

Al líder de UPN, con poquito relevante en siete años, le gusta acaparar las raras veces que mira un encargo con buenos ojos. La Reforma Laboral vendría bien, no para retirar las vías del tren del centro de Tudela, que también, sino para reconducir las relaciones con el PSN, que le ningunea hasta la vergüenza ajena. Si Madrid impuso al nacionalismo, que al menos nos permita tocar el timbre del Paseo Sarasate. Quizás, incluso se vio próximo presidente, pese a que más allá de óngietorris’ o limpiar ríos nada de nada. Es de ilusos confiar en Pedro Sánchez, ni él sabe que le apetecerá mañana.

No importa tanto quién tenga razón, si Ayuso o Teodoro, si Adanero-Sayas o Esparza-Ibáñez, como que el partido está por encima. El jefe así debe ponerlo en valor. La exclusión es lo menos aconsejable cuando más fuerzas necesitan. UPN y PP necesitan personas de valía, con discurso, que arrastren. No machacar activos valiosos. Si Casado tenía difícil sentarse en La Moncloa, Esparza casi imposible en Palacio. El tiro al pie les mata. El poder con violencia física o moral evidencia falta de autoridad, debilidad manifiesta, falta de señorío. Esta crisis se veía venir en el PP, en UPN lleva tiempo larvada y ha estallado, aunque con la boca pequeña.

Seguro que a Esparza le propusieron arreglar esto desde dentro, sin resultado. Perdió los papeles desde que no quiso llamar y explicar él a sus dos diputados; siguió con una reacción visceral, la primera en siete años, él siempre tan reservón y excesivamente prudente, al decretar su expulsión (improcedente en estatutos); y remató con el sonrojo público a los pies de Cayetana. Se aferra a la palmada en la espalda de alcaldes y concejales de Sauquillo de Boñices, dicho con todo el respeto a éstos y a la localidad soriana, mientras el de Tudela se le abstiene en sus narices. No valora el apoyo social y espontáneo a favor de las razones de dos pesos pesados del partido.

Pero aquí no pasa nada. En el PP exigen los barones, saltan voces discrepantes, los comentaristas. Hay vida. En UPN, poca. Otro síntoma inequívoco de la complacencia en la nada, en la muerte lenta.

En el PP piden un congreso, aquí UPN deja pasar otra oportunidad para el análisis, la autocrítica. La catarsis. La indisciplina de los congresistas resulta manifiesta y el presidente se llama Javier Esparza. Obvio. A partir de ahí, lo importante es UPN, es decir, Navarra. Hace falta refundar el partido para escapar de la deriva, si realmente quieren apuntar a Palacio, claro, que ya no me fío un pelo. La presidencia de Navarra es un objetivo irrenunciable de puertas afuera, pero en el fuero interno se vive muy bien en la oposición. Hay poco trabajo y la vanidad queda bien pagada. El tema es otro. O se es capaz de reconducir esto, o mejor dar un paso al lado.


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De UPN a PP y tiro porque me toca