Los dos equipos se temían, no querían perder. Por tanto, partido táctico, trabajado en defensa, pero con ocasiones claras al final.
- jueves, 18 de abril de 2024
- Actualizado 20:28
Los dos equipos se temían, no querían perder. Por tanto, partido táctico, trabajado en defensa, pero con ocasiones claras al final.
Hace casi un mes, una eternidad, que Osasuna se encuentra virtualmente en Primera División. Cada partido se ha vivido desde la victoria sobre el Albacete como el definitivo para celebrar el ascenso matemático, es decir, en la Plaza del Castillo. Paradójicamente, la fiesta se ha ido retrasando, tanto que parece perder fuelle, climax, explosividad. No es que se disfrute menos el ascenso, pero es que al sentirse tan asegurado, la falta de emoción le quita tensión, que es la madre del fútbol. También habrá quien exclame “¡ya era hora!” en vez de deletrear extasiado el himno de la primera a la última estrofa. Y tampoco es eso.
Efectivamente, no es lo mismo cantar con los Iruñako tras un triunfo en Cádiz que delante de la tele en casa medio metido en la cama, aunque sea unido anímicamente a los jugadores que sí lo verán juntos, o en pandilla como ellos pensando que al día siguiente hay que fichar. Personalmente, no tengo prisa alguna. Si me dieran a elegir optaría por una fiesta en El Sadar ante el Las Palmas. Como Oier, prefiero ganar en el campo. Por supuesto que Osasuna ha ganado ya en el césped, pero el éxtasis solo puede llegar de manera única en El Sadar. No cambio por nada ese momento, y menos por una victoria del Granada de Diego Martínez.
Algo parecido debe pensar Jagoba Arrasate. Así lo dejó entrever tras el empate en el Ramón de Carranza. Estoy con él, también en esto, como igualmente me gustó su planteamiento en el Ramón de Carranza. Da por hecho el ascenso y ahora va a por el campeonato, con cautela, sin arriesgar, sumando. Así planteó el partido, para sumar. Habrían sabido mucho mejor los tres puntos, pero lo importante era no perder. La derrota sí que hubiera sido un tortazo y bien fuerte. Así que planteó el partido a verlas venir, pero sin cerrarse, dejando pasar cosas pero sin perder la cabeza ni el orden táctico, como se vio desde el primer minuto.
Lo importante era no perder. El técnico rojillo lo tenía muy claro. Todavía quedan tres partidos más. El empate resulta buenísimo. Y no ya pensando en el ascenso, moralmente ya cantado, sino en el primer puesto del campeonato. Por eso, aunque Osasuna salió a morder en los primeros minutos, y pese a casi gozar de premio en el jugadón de Clerc que pudo rentabilizar mejor Juan Villar, lo cierto es que en la primera parte los rojillos se dedicaron más a gastar al Cádiz que en hacer su juego habitual. Los gaditanos atacaron más, pero no crearon ni una ocasión en ese tiempo.
En la segunda mitad, Jagoba Arrasate siguió madurando el partido, es decir, cansando al Cádiz, esperándole, cortando sus vías de penetración. Aunque los andaluces, que se jugaban el play-off, iban casi a la desesperada y tuvieron alguna oportunidad desde lejos, acabaron cediendo. Quemaron naves con las sustituciones, pero ya estaban fundidos. Se les atragantó el Osasuna ordenado y solidario que tenían enfrente. Entonces es cuando el entrenador rojillo jugó sus bazas más habituales. Revolucionó la punta de ataque (Xisco-Brandon por Villar-Ibáñez) y refrescó el centro del campo con Perea en lugar de Mérida, que había trabajado lo suyo en defensa
Pudo ganar entonces Osasuna. Los gaditanos se dedicaron a parar un vendaval que les desarboló. Las continuas pérdidas de balón que sufrían delataron su impotencia. El tan esperado gol lo tuvo Perea si hubiera pasado a Xisco, absolutamente solo en el punto de penalti. Tampoco importa. El empate es bueno, ya sea a la espera del resultado en el Carlos Belmonte o del próximo sábado en El Sadar. Tampoco resulta determinante cuando llegue. Lo que se trata ahora es el campeonato. Por eso lo que importa es sumar como sea.