• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / osasuNAvarra

Alcorconazo en El Sadar

Por José Mª Esparza

A Osasuna se le atragantan los partidos de casa, donde tiene que poner algo más que un planteamiento defensivo y ganas. El Alcorcón se lo volvió a recordar.

Decir que el Alcorcón ganó en dos contras sería injusto. Normalmente, a lo largo de noventa minutos se impone el que desarrolla mejor una apuesta acorde con sus posibilidades, es decir, quien ha sabido rentabilizar mejor sus recursos. Bajo este punto de vista, la victoria de los pupilos de Juan Ramón López Muñiz resulta incontestable. Tuvo a Osasuna a su merced todo el partido. Solo en el arranque de la segunda mitad pareció que los rojillos podían revertir las coordenadas del juego, y lo intentaron, pero ni estaban preparados para ello ni acabaron de creérselo. Carecieron de continuidad e ideas.

Osasuna tiró por la borda toda la primera parte, de la que solo se salvaría una cabalgada de Berenguer en las postrimerías. Siempre llevaron la voz cantante los madrileños, cuyo planteamiento recordó al de los rojillos en Pucela. Ahogaron con su presión, llegaron antes a cualquier balón, articulaban pases, buscaban contras, llegaban… El centro del campo, donde cuesta ver a Merino por detrás de Oier, era enteramente suyo. A los rojillos  les entró el vértigo. Eso de mirar desde el ático les confunde. Las piernas les pesan más, llegan tarde a los balones y no enlazaban más de dos pases seguidos. Además, mezclan las ideas de ir arriba con las de defender abajo y salen francamente malparados de tal ‘totum revolutum’. Si encima se les descompensa la maquinaria una pieza como ayer Martins, que volvió a recordar a Cadamuro, el planteamiento no pasa de rácano y fácilmente superable. El Alcorcón lo vio más fácil de lo que pensaba y pudo hacer un roto más grande al partido.

Ni una sola ocasión local en toda esa primera mitad, ni una sola llegada en condiciones. Mal presagio,  porque la experiencia dice que todo equipo que llega aventajado al descanso trata mantener la renta después, con lo que a Osasuna se le complica enormemente la remontada. No obstante, adelantó líneas en la reanudación y, en un arrebato de casta, igualó a balón parado. No podía ser de otra forma. Menos mal que Roberto Torres saca un guante en esos lanzamientos cruzados y Merino entró encorajinado. Pero poco más. Dos contras del Alcorcón sembraron el pánico, y en la recomposición de líneas los navarros salieron peor parados, todavía más deficientes en el juego. No pudieron evitar la tercera y definitiva. La entrada de Olavide regaló la mejor jugada del partido, pero éste ya estaba visto para sentencia. Lástima que ‘El Flaco’ no acertara en el disparo final, algo que tuvo francamente difícil después de salir a trompicones de sendas faltas consecutivas.

Osasuna no jugó para ganar. ¿Qué es jugar para ganar? sería la pregunta. La respuesta puede estar en un simple detalle, el centro del campo. El de este Osasuna suele ser bastante conservador, con un doble pivote de marcado corte defensivo. Ahí se ve atrapado Merino, tan incansable en el corte de balones que poco espacio le queda para la creación. Ante el Alcorcón le acompañó Oier Sanjujo en la ingrata tarea, y casi siempre jugando por delante. Si a esto añadimos el cansancio que acumula Roberto Torres, de nuevo sustituido, queda cortocircuitada la conexión con los puntas, sobre todo si el rival sabe que te puede causar ahí daño y te lo hace. Quedó muy claro que López Muñíz había estudiado al detalle los dispositivos de Martín y los neutralizó. Pareció que jugaban veinte contra diez. El correoso Berenguer suele salir a buscarse la vida en tales circunstancias, lo mismo que hizo Miguel Olavide con su enorme clase durante los minutos que estuvo. Pero en tales coordenadas Nino lo tiene especialmente difícil. Alguno se preguntará si estuvo realmente sobre el césped o se trató de un fantasma.  En un equipo como Osasuna, necesitado de todos sus efectivos al cien por cien, pierde un porcentaje alto de sus prestaciones en el planteamiento cuando le sale un partido así.


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