• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / osasuNAvarra

600 decepciones rojillas en León

Por José Mª Esparza

Osasuna apenas jugó un cuarto de hora en el Reyno de León, tiempo suficiente para dominar a la Cultural y adelantarse en el marcador. Después especuló demasiado y lo pagó. Son cosas que pasan.

La afición rojilla celebra el gol de Roberto Torres que ponía el 0-1 en el choque entre la Cultural Leonesa y Osasuna en el estadio Reyno de León. LFP
La afición rojilla celebra el gol de Roberto Torres que ponía el 0-1 en el choque entre la Cultural Leonesa y Osasuna en el estadio Reyno de León. LFP

Lo que le sucedió a Osasuna en su estreno a domicilio suele ocurrir con harta frecuencia. Un equipo superior controla, luego domina, y finalmente se adelanta, aunque sea con un regalo defensivo. A partir de ahí tiene dos opciones: tratar de controlar el resultado o ir a matarlo.

El conjunto de Diego Martínez eligió la primera y se equivocó. Bien es cierto que La Cultural no dio muestra alguna de peligro, y los rojillos controlaron con excesiva comodidad toda la primera parte. Sin embargo, tras el descanso, los locales salieron a morder y cuando el cuadro navarro quiso reaccionar, no pudo. Se le habían echado encima, Oier vio la roja, y los cambios no resultaron acertados. A la luz de lo visto en el terreno de juego, un empate no habría extrañado a nadie, pero la mayor confianza y empuje alcanzaron su premio, pese al gol injustamente anulado al equipo rojillo.

Gustó Osasuna en el arranque del encuentro. La distancia con los leoneses parecía estratosférica. El equipo navarro se mostró compacto, se movía como pez en el agua dentro de su imagen de equipo con hombres experimentados en la categoría. Además, gustó el desplazamiento de Quique a la banda y la posición de David Rodriguez como ‘nueve’, escoltado por Coris en la izquierda, la novedad planteada por el técnico para el primer desplazamiento de sus hombres.

Además, en esta primera parte creció la figura de Roberto Torres, omnipresente y  eficaz, autor del gol. La defensa repitió hasta entonces las buenas sensaciones de la primera jornada, ayudada desde el centro del campo con las ganas de Fran Mérida y el trabajo de Arzura. Los tres puntos no se pueden escapar pudo pensar cualquiera de los seiscientos osasunistas presentes en León.

Pero esto es fútbol y, pese a que los leoneses dieron su segundo paso adelante, los rojillos siguieron dormidos en sus laureles, convencidos de que tenían controlado el marcador. Sin embargo, el empuje local logró sus objetivos. La grada leonesa se impuso a la lluvia, el juego se enrabietó, Sergio Herrera se erigió en figura del choque, el árbitro se equivocó, el mundo se puso poco a poco al revés, Oier fue expulsado.

Aitor Buñuel ni siquiera estaba convocado, saltó la marcha de Olavide al Sevilla Atlético, y la Cultural culminó su remontada en el descuento. Había que rebobinar la película del partido para explicarse cómo cuanto había comenzado en positivo terminaba en el más literal de los fracasos. En la segunda parte, efectivamente, Osasuna mordió la dureza de la categoría. Hay que mantener los puños apretados de principio a fin con la misma intensidad.

A lo largo de la segunda mitad quedaron patentes la lentitud del equipo o su propensión a terminar con problemas en lo físico. La transmutación quedó evidente hasta en lo defensivo, al emerger las limitaciones individuales que ocasionaron la doble amarilla de Oier o los múltiples problemas que Aridane sufre con el balón en el pie.

Simultáneamente, el centro del campo se mostró impotente. Los leones le pasaban por encima. Para colmo de males, adelante terminaron las buenas sensaciones, ni Quique ni, sobre todo, Coris, respondieron a las expectativas, y los cambios no funcionaron. Ni siquiera parecieron acertados. Además, repito, Aitor Buñuel ni siquiera estaba convocado, algo que obligó a Carlos Clerc a prodigarse en ambas bandas.

El caso es que las seiscientas entusiastas gargantas que viajaron a León vivieron otras seiscientas decepciones, algo que nunca habría ocurrido si el equipo de Diego Martínez no hubiera permitido a los leoneses dar su primer paso adelante, entre otras cosas porque habrían sabido ponerles más dificultades para dar el segundo. Osasuna no puede permitirse estos fiascos si no quiere dilapidar el potencial que ha sabido acrecentar entre su afición.

Todo tiene su explicación, y también el fenómeno de agotar las plazas de socios con el récord de casi 16.000, todo un logro del osasunismo. Abrieron de par en par la entrada de los aficionados más jóvenes, que son los que menos pagan, y cuyas tarjetas más problemas pueden ocasionar en los tornos. A Fran Canal lo único que le importa es el titular de prensa. Luego viene la vida misma.


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