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Opinión / Tribuna

El síndrome de Estocolmo y el coronavirus

Por José Luis Díez Díaz

Spanish Health Minister, Salvador Illa, attends the plenary session at Lower Chamber of Spanish Parliament, in Madrid, Spain, 09 April 2020. The session is to be focused in passing a new extension of the state of alarm due to coronavirus outbreak. EFE/Mariscal POOL
El ministro de Sanidad, Salvador Illa, durante una sesión en el Congreso de los Diputados. EFE.

Se cumplen ya cincuenta días del estado de alarma, previsto en el art. 116 de la Constitución, y nos estamos preparando según la última comparecencia del presidente del Gobierno, a una prolongación del mismo de como mínimo cincuenta días más, es decir una duración total de cien días de “secuestro” o detención contra la voluntad general de los españoles.

No sé cuantas más disposiciones se prepararan para llevar al BOE con la habitual nocturnidad y se publicaran de madrugada, dando lugar posteriormente a aclaraciones y contradictorias opiniones e interpretaciones, que se complicaran todavía más, con alguna otra orden ministerial, pero según dicen es debido a que “ este Gobierno escucha”.

Ha tenido mala suerte este Gobierno al tocarles esta pandemia, sin cumplir sus primeros cien días en el poder, pero hay que resaltar e incidir en la obcecación del presidente al no tener la valentía y dignidad de reconocer, quizás mal aconsejado, su tardanza en enfrentarse al problema, con las continuas dudas y descoordinación de su ejecutivo, tensionado y condicionado por el ala” podemita”, donde se refleja, en todo caso, el desmesurado afán y obsesión del presidente por el poder.

No solamente es detestable esa falta de humildad del Presidente y no hacer piña con la oposición, sino su altanería y desprecio, su protagonismo, con su afectado y falso paternalismo en sus preparadas comparecencias, de corte bolivariano y de duración castrista, regadas de mentiras, manipulaciones y falsedad de datos (hasta con los desgraciadamente fallecidos, cuya magnitud para que comparemos los navarros serían como si en cincuenta días hubiera desaparecido los habitantes de Tudela) y con las ultimas perlas de “ la nueva normalidad”, o la “altamente recomendable utilización de mascarillas” “las fases 0-1..” o sus “asimetrías” territoriales, referidas al desescalamiento en este precario pseudo estado federal.

Es cuestionable la legalidad de este confinamiento, agravado con la torpeza de la mendacidad de sus anuncios: como la de los aviones que iban y venían con material disponible y su reparto, la compra de (defectuosos) test, nuestra posición en el entorno europeo (los de mayor tiempo de confinamiento) etc. .y para colmo las interminables “chapas” que nos mete tanto él, como el Comité Técnico ,con sus escenificadas intervenciones e imperdonables “meteduras de pata”, en vez de implementar y disponer recursos sanitarios, y engañarnos con aliviar algo el “secuestro” propiciando una cierta empatía, próxima al síndrome de Estocolmo o de Helsinki, como ocurrió en algún caso de los tristemente pero casi olvidados secuestros de la banda terrorista ETA.

Espero y deseo, que a las víctimas, muchísimos españoles, no nos invada una cierta predisposición o vinculación afectiva hacia nuestros secuestradores, una vez pase esto, llegando a identificarnos con sus ideas y les agradezcamos habernos salvado de esta pandemia, olvidando su pésima gestión y el futuro que nos espera en esa vuelta a la “nueva normalidad”.


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El síndrome de Estocolmo y el coronavirus