• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / Tribuna

Señora Barkos: métase en sus zapatos

Por José Ignacio Palacios Zuasti

Los hechos de Alsasua fueron estos: un teniente y un sargento de la Guardia civil, con sus respectivas parejas, de madrugada están tomando unas copas en un bar cuando son reconocidos por miembros de la izquierda radical abertzale. Como primer aviso les lanzan “un vaso de chupito”, después les increpan diciendo: “¡Fuera de aquí!” y, por último, mientras que unos aplauden y gritan: “Esto os pasa por venir aquí”, “tenéis lo que os merecéis”, “iros de aquí”, “hijos de puta”, “cabrones, fuera de aquí”, “perros” o “putos pikoletos”, otros, unos 40 o 50, les rodean, se ensañan con ellos y les pegan patadas y puñetazos.

Como consecuencia de esa agresión el teniente recibe múltiples contusiones en tórax, abdomen y cabeza, le pisan con fuerza el tobillo hasta que se lo fracturan y le hacen una herida de 0,5 centímetros en el labio superior. Por su parte, el sargento recibe los impactos en cabeza, brazo derecho y zona lumbar, por lo que acaba con erosiones en la espalda, con contusiones en el codo izquierdo, con un edema que le produce un dolor intenso en la muñeca y con ligera limitación de la movilidad en la región radial.

La novia del teniente recibe puñetazos y puntapiés en espalda, cabeza y piernas, y tiene que ser atendida en Urgencias de una tendinitis en el hombro. Y, la pareja del sargento, acaba con un hematoma en el muslo izquierdo y con una contractura paravertebral por la que le tienen que colocar un collarín cervical blando.

La Policía Foral, que depende del Gobierno de Navarra, es la encargada de elaborar el informe de atestados que es remitido al Juzgado de Pamplona y en él se dice expresamente que los agresores conocían la condición de guardias civiles de los heridos.

A la vista de dicho informe la juez de la Audiencia Nacional procesó por un delito de terrorismo a 9 de los agresores y, en su Auto, vinculó directamente esa agresión con la condición de guardias civiles de las víctimas, señalando en él que: “esta es la única y exclusiva causa por la que fueron insultados y golpeados”, y diciendo que estas agresiones “se enmarcan en la dinámica permanente Alde Hemendik -que se vayan- creada por ETA y las ilegalizadas KAS-EKIN para exigir la retirada de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y del Ejército del País Vasco y de Navarra”.

En dicho Auto se dice, también, que el propósito de “Alde Hemendik es que los agentes se sientan “en todo momento objeto de grupúsculos violentos con el gran condicionante que ello supone para su vida diaria, llegando a tener miedo o dificultades para realizar actividades” cotidianas con sus mujeres y sus hijos, e instando “de manera indirecta a no entablar ningún vínculo afectivo o simplemente de amistad o cortesía con miembros de la Guardia Civil”.

El Gobierno de Navarra, que acaba de organizar una concentración en la puerta de su sede para mostrar su rechazo a la violencia contra la mujer pero que se ha olvidado de las agresiones que esas dos mujeres recibieron en Alsasua, a pesar de la contundencia del Auto judicial, ha echado por los aires el sacrosanto principio de la división de poderes y en un claro atentado contra la libertad e independencia de los jueces ha tomado partido en esta causa y decidió asistir a la manifestación que en apoyo de los encarcelados y procesados se ha celebrado en Alsasua, mandando como representante a su Portavoz, aquella que cuando el 27 de octubre de 2011 la entonces presidente del Gobierno recibió la agresión de un ‘tartazo’ en Francia escribió en twitter: “Olé con Mugitu, endulzándole la campaña a Barcina”.

A la vista de esta sorprendente actuación yo le pido a la presidente Barkos que, como dicen los ingleses, se ponga en los zapatos de las víctimas –put on your shoes- y que nos diga qué opinaría si una noche de esas que suele estar pacíficamente tomando unas copas en un bar del segundo Ensanche de Pamplona y, al ser reconocida como presidente del Gobierno, unos energúmenos la rodean, a ella y sus amigos, y les propinan una agresión como esa y a resultas de ella acaban en Urgencias con unas lesiones similares. Si eso llegase a suceder, ¡que Dios no lo quiera!, ¿se pondría del lado de los agresores, si estos fueran encarcelados y procesados, o, por el contrario, pediría a los jueces que sobre ellos cayera todo el peso de la ley?


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